Ya que la pequeña no logró ir a su clase de ballet, terminaron buscando una cafetería para disfrutar de un postre, aunque también parecía que extenderían la salida para comer fuera. En el baño, Thea terminó cambiando a Charlotte por su ropa casual, recibiendo esos adorables mimos que la chiquilla le dio, junto con una confesión que la hizo sonreír: que la amaba con todo su corazón y la quería para siempre en su vida.
La joven había cargado una especie de pesadez en su pecho, aunque no tanto en su mente. Sin duda, le había sorprendido la forma en que los niños tomaron la situación de su relación con Darcy, pero no dejaba de adelantarse, quizás en sus pensamientos, a la posibilidad de que lo mismo no fuera aceptado por personas que podrían causar un daño grave. Y sabía que lo sería, un daño profundo en la familia.
No podía siquiera imaginarse como la responsable de que ese hombre perdiera a uno de sus niños, mucho menos como la causante de que ellos, apenas reencontrándose y uniéndose, se separaran solo porque ella se había enamorado de su jefe en ese tiempo. Sabía que no estaba haciendo nada malo, que los sentimientos no eran controlables ni podían encerrarse en celdas dentro de la mente o el corazón. Al final, terminarían convirtiéndose en pesadas nubes que se arrastrarían siempre. Pero no podía dejar de suponer que si Céline Rolland había llegado tan pronto, era porque venía con una misión. Aunque no quería saber realmente cuál.
—Thea… —elevó su mirada hacia Darcy cuando este tomó su mano sobre la mesa—. ¿Estás bien?
Lo miró profundamente a los ojos y, casi de forma automática, aun cuando los niños estaban en la mesa, le rozó la barba suave, sonriendo para él.
—Sí, un poco… —frunció el ceño—. Creo que pensativa, pero no es nada.
—¿Segura?
—Sí, segura —sonrió nuevamente para él—. Aunque puede que un poquito de pastel de chocolate me ponga más animada y presente.
Darcy amplió la sonrisa para ella, le dejó un beso en la mejilla y se puso de pie, dirigiéndose a la barra, donde ordenó una variedad de pasteles de chocolate.
Cuando la joven se quedó a solas con los niños, cada uno con su bebida especial, sonrió con debilidad.
—No estás pensando en irte, ¿verdad? —consultó Millie directamente.
—No, no, en realidad no he pensado en eso —respondió. Luego suspiró y extendió sus dos manos sobre la mesa, logrando que los tres las tomaran—. Son mis niños —aseguró—, y si esto que tengo con su papá no funciona o, de alguna manera, termina siendo visto como algo que puede dañarlos, les aseguro que siempre estarán por encima de cualquier cosa, ¿sí?
Ellos asintieron.
—Y puedo estar segura de que su padre piensa lo mismo. Ha sido una mañana emocional, y ya saben que soy una hermosa y romántica chica con unas curvas de belleza impactante y una personalidad de oro que se pone sentimental.
Millie se echó a reír.
—Y, por supuesto, eres humilde.
—Claro, claro que soy muy humilde —se llevó la mano al pecho de manera divertida—. Soy tan linda, tan dulce y hermosa, casi un ángel —continuó, logrando la risa de los jovencitos—. Con mis pantalones de abuelita y mis diademas de colores.
—¡Eres la más bonita del mundo! —exclamó Charlotte, dándole un beso frío por la bebida que acababa de tomar.
Las emociones se sentían más ligeras cuando el mesero llegó con las opciones de postres. Pronto, Darcy se acomodó con ellos, aunque parecía estar en una llamada. Sus monosílabos pusieron alerta a todos en la mesa, y nadie tocó los postres por el momento, esperando a que terminara. Aunque todo lucía demasiado bien.
—Entiendo… sí, sí… ese es el joven Joshua —Millie abrió los ojos grandes, mirando a Dorothea, quien de inmediato notó la apretada mandíbula de Darcy—. Le agradezco muchísimo la información, gerente. Me encuentro un poco impresionado ante lo mismo, pero le aseguro que tomaré cartas en el asunto por mi parte también. Sí, claro, lo mejor es que sea denunciado… está bien… sí, haré la alerta hoy mismo. Veremos qué decisiones toman ellos. Gracias. Buen día.
Cuando terminó la llamada, Darcy solo pudo suspirar pesadamente, mirando a su hija, y luego también a Dorothea. Su mirada se posó en la pequeña Charlotte, cuchara en mano, lista para atacar cualquiera de los postres.
—Papi, ¿puedo comprarme una taza? —consultó Benny, consciente de que había algo importante que discutir, pero sabiendo que la presencia de Charlotte impedía que lo hicieran.
—Sí, hijo.
—Gracias. Charlotte, ¿me acompañas a escoger?
—Sí, también quiero una, papi —pidió la niña, colgándose del cuello de su padre.
Darcy la abrazó sin dudarlo, recibiendo un sonoro beso en la mejilla.
—Escojan para todos, mi amor. Ve, ve con tu hermano.
Darcy agradeció el increíble gesto de su hijo, quien incluso movió el cochecito donde Aurora yacía, dejándolos solos a los tres. Millie no pudo evitar tragar saliva, observando cómo sus hermanos se dirigían a una estantería donde se ofertaban artículos variados de la cafetería. Buscó la mirada de Thea, pero luego dirigió sus ojos hacia su padre.
—Hablaba con el gerente del club social —confirmó finalmente Darcy—. Como les había indicado, iba a tomar cartas en el asunto sobre estos jóvenes. Ha sido muy amable y rápido para actuar, lo cual, sin duda, me da una gran satisfacción. Los tres eran empleados de ese lugar.
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Editado: 17.01.2025