El desastre de Thea

58. Confianza

Estrechó la mano del teniente que llegó al llamado junto a los policías. Estos ya habían llevado en sus patrullas a los dos denunciados, cada uno reaccionando a su manera. Forrest se defendía diciendo que no tenía nada que ver, que él solo había sido una víctima de Dorothea y su accionar. De hecho, aseguraba ser una víctima de todas las mujeres del mundo, quienes, según él, dañaban a hombres buenos como él. Mientras tanto, Clari insistía en que estaba embarazada y amenazaba con demandarlos a todos si perdía al bebé.

La ropa de Forrest fue guardada por el personal de limpieza en bolsas de basura, junto con las maletas. No sabían qué hacer con ellas, así que las almacenaron mientras se resolvía la situación de ambos, quienes, esposados, eran conducidos a la comisaría cercana. El serio Darcy, acompañado por Clive, quien no se había despegado de él, dirigió al teniente y a otro oficial al ascensor para llevarlos a su oficina.

En ese punto, los empleados estaban aún impresionados por el caos que se había vivido en apenas una hora, quizás menos. Todo había comenzado con la llegada de la alterada exnovia, quien no solo había sido engañada, sino que terminó demostrando ser incluso peor que el propio Forrest. La decisión del jefe de llamar a la policía por ambos y ese derechazo que quedó grabado en varios videos, ya virales en todos los pisos de la empresa, añadieron más tensión al ambiente.

Nadie escuchó realmente el motivo de ese golpe al empleado que había fungido como chofer durante muchos meses para el señor Jenkins. Sin embargo, estaban seguros de que debía tratarse de una razón de gran peso e impacto para que un hombre tan contenido, educado y de alcurnia como Darcy Jenkins lo hubiera hecho. Él mismo, tras pedir que no lo interrumpieran, ingresó a su oficina con los tres caballeros tras él, invitándolos a acomodarse en los sillones.

—¿Desean algo de comer o tomar? —consultó.

—No se preocupe, señor Jenkins —respondió el teniente—. En realidad, estoy aquí por el llamado que hizo directamente. Imagino que los dos empleados que he retirado serán denunciados y…

—Solo uno es un empleado —lo interrumpió Darcy con seguridad—. Forrest Blanco fue mi chofer durante algunos meses y lleva un poco más de un año trabajando aquí. Es la segunda vez que sus asuntos personales causan un problema y alteración en mi empresa. La primera vez —aclaró la garganta— lo resolví de manera privada, pero esta vez ya no puedo hacerlo.

El teniente asintió mientras Darcy continuaba:

—La señorita se llama Clari. No tengo su apellido, pero hace unos días filtró unas fotografías de mi persona y mi familia —Clive lo observó con atención—, incluyendo a mis hijos menores de edad.

—Vaya, señor, ¿esto sucedió en algún lugar público?

—Sí, lo hizo. En una cafetería. Sin autorización, tomó fotografías de mí compartiendo con mis cuatro hijos y mi novia.

El teniente asintió, mientras el otro oficial parecía estar levantando una declaración.

—Las fotografías fueron compartidas con el señor Blanco, con quien tenía una relación. No puedo estar seguro de cuántas personas más las recibieron, pero sí sé que fue una invasión completa de mi privacidad, algo que no he autorizado. Por eso necesito que actúen.

—Por supuesto, entiendo bien su preocupación. Sin embargo, debo señalarle que, aunque las fotografías se filtren en lugares públicos como el internet o entre otras personas, el delito es menor y…

—Teniente —lo cortó Darcy, suspirando—. No voy a llegar a ninguna mediación con estas personas. Puede que el delito sea menor, pero si tiene una pena de seis meses o un año de prisión, quiero que la cumplan. Que lo vivan —Clive se mostró impresionado—. No quiero a esta joven, Clari, en las calles buscando cómo causar problemas o exponiendo a mis hijos. Sabrá que soy un hombre muy preocupado por la seguridad de mis hijos. Cerré un periódico completo cuando divulgó fotografías del cortejo fúnebre de mi esposa —el teniente se removió incómodo en su asiento—, y créame que no me costará nada usar ciertas influencias para proteger completamente a mi familia.

—Entiendo, señor Jenkins.

Notó cómo los dos oficiales se miraron por un momento.

—Por otro lado, el señor Blanco tiene una deuda bastante grande con nosotros. Desde hace unos meses, prácticamente su presencia en mi empresa ha sido gratuita porque ha comprometido todo su salario para cancelarla. Mis abogados pueden proporcionarles todas las pruebas, recibos y pagarés firmados por él mismo —el teniente asintió—. Le doy, siendo benevolente, un mes para cancelar ese dinero. De no hacerlo, ustedes se encargarán de asignarle una buena celda.

El teniente se acomodó en el sillón, mirando a su compañero.

—Señor, nuevamente debo indicarle que los delitos que está presentando son menores. El sistema buscará mediaciones o incluso arreglos a nivel civil, porque…

—Teniente —Darcy se acomodó en su lugar, sonriendo débilmente. Desde su espacio, Clive solo cubrió sus labios, sabiendo que venía el poder de Darcy Jenkins—. No estoy cuestionando los procedimientos. Mis abogados ya me han explicado lo mismo. Solo quiero que actúen. Quiero a estas dos personas lejos de mi familia y de mi empresa. Que Forrest Blanco pague su deuda y que la señorita Clari reciba una pena por haber expuesto a mi familia. Es todo —afirmó con tal seguridad que el teniente tragó saliva—. Si usted no está en la capacidad de hacerlo, hágamelo saber, para que pueda hablar directamente con su superior.




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