El desastre de Thea

61. Energía

Cuando llegó a la casa de los Jenkins, la primera en recibirla, estrellándose en su pecho, fue la jovencita que se apretó a ella. Su confusión fue clara cuando, tras unos minutos, Melisande no se separó de ella, por lo que la apretó un poco más, dándole incluso unos besos en su cabellera. Pero, al final, cuando escuchó lo que parecían sollozos, se sintió preocupada.

Su mirada se desvió hacia ese Darcy, que apretó los labios viendo la escena. No fue tan bueno conteniendo la pena de su hija, y es que no hubo manera de encontrar el broche, que ahora era más que claro resultaba una pieza importante para la jovencita, quien poco a poco fue separada por la misma Dorotea, que la miró con el ceño fruncido cuando le encontró los ojos llenos de lágrimas.

—¿Qué sucede, mi amor? ¿Qué pasó?

—Lo perdí, Thea, lo siento mucho, no quería…

Ella no parecía comprender. Le acunó el rostro en sus manos delicadas, limpiándole con suavidad las mejillas. La avergonzada y apenada Melisande le rozaba los brazos como intentando calmarse, pero Thea miró de nuevo a Darcy.

—¿Qué perdiste, mi amor? ¿Qué sucede? Ya me tienes preocupada.

Melisande se limpió la nariz, soltó un pesado suspiro y solo negó.

—Perdí mi broche —confesó—. Lo llevé ayer que salí con mi tía, y en algún momento ella me pidió verlo. Se lo mostré y te aseguro, Thea, te juro que sé que lo metí en mi bolso, pero no está en ninguna parte. Ayer papá y yo revisamos en todos lados.

Thea escuchaba con atención.

—Y la verdad me daba mucha pena porque era mi abejita y yo pensaba en ti cuando lo miraba y siempre me hacía feliz, porque tú me dices Queen Bee.

Pronto la voz juvenil se quebró.

—Thea, lo siento mucho, no quería defraudarte.

—Pero no lo has hecho, mi amor, no lo has hecho —dijo ella con suavidad, segura. Tras un suspiro, la separó de nuevo de su pecho—. Entiendo que estés molesta por lo mismo y hasta un poco alterada, pero no me has defraudado por perderlo. Me pone triste, porque cuando lo escogí, pensé de inmediato en ti…

Le notó el puchero a la jovencita.

—Pero tranquila, tranquila —le pidió con voz suave, acunándole de nuevo el rostro—. Cuéntame cómo pasó todo. ¿Dónde fue la última vez que lo viste?

Darcy le sonrió con debilidad, viendo a su hija avanzar hacia el comedor, amarrada a la cintura de Dorothea. Claramente, ella había manejado todo con esa dulzura que él esperaba, porque sabe bien que para Thea no hay nada que pueda ser más importante que el bienestar de sus hijos, y por eso mismo la amaba tanto. La curvilínea escuchaba atenta, mientras esa entristecida Melisande le contaba lo que hizo con su tía en el centro comercial y las sospechas de que se haya caído en el camino a alguna tienda o bien en esa donde compraron los dos vestidos.

Según la información, también su padre se había comunicado con su tía Céline, consultando sobre el broche, y la misma afirmó lo que la jovencita explicaba. Lo llevó en su cuello, y cuando su tía se lo pidió para verlo, se lo pasó, pero luego lo guardó en la cartera. La pena en Melisande era clara, pero Thea fue dulce, amorosa y calma, dándole una dosis de esa ternura que la hacía sentir tan especial.

—Mira, entre las cosas de la tienda hay una cajita con broches similares —le indicó—. La traeré mañana para que escojas otro lindo. No sé si hay otra abejita, pero escogerás el que más te guste, ¿sí?

—¿No estás enojada?

—No, mi amor, claro que no. Me pone triste verte triste, y sé que te gustaba, aunque no me dijiste que me amabas, y aún no lo haces.

Millie sonrió.

—No me molesta, porque fue un accidente, y aun cuando lo hayas regalado o algo similar, al final el obsequio era tuyo y podías hacer lo que quisieras con él.

—Pero sí, me gustaba, me encantaba.

—Lo sé, lo sé, y como no quiero verte mal, le diré a mamá que me envíe fotografías de los que tenemos disponibles y tú escoges —le llevó un mechón tras la oreja—. Quizás hasta venga Chase a dejarlo.

Las dos compartieron esa sonrisa cómplice, y cuando Thea empujó suavecito a Melisande por el costado, burlándose un poco de su rubor, la jovencita al fin soltó una carcajada. El corazón, que sentía que había cargado con mucho en los últimos días, de Dorothea se sintió encantado cuando de nuevo Millie la abrazó, agradeciéndole no solo haber sido paciente con ella en ese momento, sino por todo lo especial que siempre la hacía sentir.

—Iré a llamar a los chicos que se despertaron y de nuevo se pusieron a buscar conmigo —señaló.

—Claro, ve, ve.

Pasó sonriéndole a su padre, dejando que la pareja se buscara con una clara necesidad. Darcy tomó a Thea del brazo, atrayéndola a su pecho, donde ella delicadamente dejó sus manos acariciándolo sobre su camisa de botones. Esa caricia pasó a su nuca, y tras revisar a ambos lados, elevada en puntillas, le dio un beso en los labios que lo llevó a sonreír.

—Te soñé en la noche, y ese besito apenas es suficiente para lo que quiero hacerte esta noche —ella arqueó la ceja—. Creo que nos merecemos una cita —Thea escuchó con atención—. Y un pequeño paseo por nuestro apartamento favorito.




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