El desastre de Thea

63. Vintage

Como se había sospechado, al menos ella así lo predijo, no se encontró nada del reloj especial que Benny había mantenido durante muchos días en su mesa de noche, listo para ser su accesorio favorito a la hora de salir. No fue sencillo animar al jovencito que lloró en el pecho de Dorothea, que intentó con todas sus fuerzas no hacer declaraciones sobre eso que ahora rondaba su cabeza, porque sabía bien que una acusación de esa magnitud podía poner en peligro a muchos, empezando con ella y su relación.

El desayuno no fue animado; por el contrario, había una especie de ansiedad en el aire que hacía que Benny y Millie se sintieran mal por sus pérdidas tan continuas. Darcy no sabía muy bien qué hacer, y aunque esperaban que la llegada de Chase, con Meyris y esa caja de joyas que tenían de la tienda de antigüedades, sirviera de algo, Thea y Darcy sabían que, más que reemplazar lo perdido, era el valor sentimental que ya le habían puesto a esos objetos.

Para ninguno de los niños fue extraño que Dorothea buscara la habitación principal con su padre tras el desayuno y haber cambiado a la pequeña Aurora. Aunque los besos fueron calmando los ánimos, los dos yacían más preocupados por los eventos recientes. Sin embargo, ella no tuvo la capacidad de decirle las sospechas que habían rondado su cabeza desde que la mucama le dijo lo que había visto.

Aunque tenía ropa nueva que sí quería estrenar, prefería llevar las cosas con calma y terminó alistándose en la habitación que ya le habían asignado, usando la ropa que empacó para esos días. Para la noche, la pijamada seguía programada, y lo único que animó a los niños fue el anuncio de la llegada de Chase y Meyris, quienes obtuvieron permiso de sus padres apenas Thea habló con los mismos.

Cuando salió, ya olorosa a pastelito de la habitación, se dirigió a revisar a los niños. Ese día, Charlotte no iría a clase y pasarían juntos en la casa. Al encontrar a Benny en su cama, mirando sus manos, no dudó en suspirar e ingresar para sentarse a su lado. El chiquillo buscó de inmediato su pecho, donde se abrazó.

—Vamos a encontrarlo.

—Nunca se me había perdido nada —murmuró él— y justo sucedió con eso tan importante para mí… —Benny pasó saliva, y tras limpiarse las nuevas lágrimas, buscó la mirada de Dorothea—. Thea, yo creo que fue ella.

Dorothea frunció el ceño.

—¿Quién, mi amor?

—La tía Céline. —La impresión fue clara en Dorothea—. El día que se quedó, que yo estuve haciendo la jaula de mis hámsters —Thea asintió—. Ella revisó el reloj, dijo que pensó que era de una marca reconocida, no recuerdo cómo se llamaba, pero cuando le dije que me lo habías dado tú, dijo que era una baratija. Ella revisó toda mi habitación, y quiso incluso tomar uno de mis legos —lo señaló. Thea volteó a verlo—. ¿Tú crees que lo haya tomado porque tú me lo diste?

Thea le acunó el rostro, dándole un besito tierno en la frente. Ya con eso, las sospechas eran más seguras; se dirigían con más obviedad hacia un solo nombre, y en unión con lo que dijo la mucama, parecía ser aún más real. Céline tomó el reloj, y puede que lo haya hecho en un afán de vengarse o deshacerse de los regalos solo porque Thea los había dado, pensando que sus sobrinos no merecían tener baratijas.

—No puedo decirte que no, porque eres un niño inteligente y sé bien que la idea ha rondado tu cabeza porque lo veo en tus ojos —él asintió—. Ahora mismo tengo una sospecha similar. Voy a hablarlo con tu padre y lo resolveremos como adultos, y por lo mismo, no quiero que te involucres, ni mucho menos que acuses a tu tía de eso. Darcy y yo lo veremos, ¿sí?

—Sí, está bien. —Ella le dio un besito en la mejilla—. ¿Ya vas a vivir con nosotros?

La sonrisa de Dorothea fue amplia; se alzó de hombros.

—Quizás. Aún tenemos ese gran secreto de la familia Tulipán que debemos cuidar, pero incluso si sale a la luz, ya tu padre y yo hemos hablado de que no nos vamos a ocultar —dibujó una dulce sonrisa—. No hay nada malo en lo que hacemos, en el amor que nos tenemos y, sobre todo, en el amor que ambos les tenemos a ustedes. Todo lo que queremos es que estén bien, que sean felices y que se sientan seguros en este lugar, siempre, para irse, para volver o para quedarse…

—Si te quedas para siempre, ninguno de nosotros se va a querer ir, nunca —señaló Benny, abrazándola de nuevo.

Dorothea lo apretó a su cuerpo y le dio un beso en la cabellera, pero ambos miraron a la puerta cuando la tocaron. Una de las empleadas llegó a indicarle a ella que sus hermanos habían llegado. Sin dudarlo, invitó al jovencito a bajar con ella. La sorpresa en Thea fue clara cuando miró a Édison con sus dos hermanos menores, pero ellos parecían más en shock ante lo que miraban en la hermosa mansión.

Benny, al ver a la chiquilla de su edad, con su bonito cabello castaño en una media cola adornada con un lazo, se acomodó los lentes y limpió sus manos en su pantalón, algo que Dorothea notó. Siempre a su lado, bajó, pero no dudó en recibir a sus hermanos con abrazos y besos, dándoles la bienvenida a su casa.

—Vaya, qué impresionante lugar —señaló Édison.

—¿Verdad que sí? Siempre me roba el aliento —él solo sonrió—. ¿Vas ya a la plaza?

—Sí, quería dejar bien a los chicos, y Darcy me llamó indicándome que, ya que ellos venían, podía irme con él, así no pago doble taxi —la sonrisa de Thea se amplió—. Te dejo la maleta de Meyris, Chase carga su mochila.




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