La sonrisa en la heredera se amplió cuando notó la mirada curiosa de su amiga, quien con una lupa especial revisaba el hermoso reloj que hasta ese momento pudo llevar. La observó acomodarse en su escritorio, tras una computadora elegante, por lo que ella esperó con paciencia. Para ese punto, podía estar segura de que podría incluso recibir más de lo que le dieron por el broche, de lo que ya había gastado mucho en las compras que por la mañana hizo en tiendas de lujo.
Mientras su amiga, directora y propietaria de una joyería de alto nivel en la ciudad, parecía hacer comparaciones y sumas, ella solo buscó el celular que vibraba en el interior de su nuevo Chanel. Al ver el número de Noa, solo volteó los ojos. Tuvo las intenciones de negarle la llamada, pero terminó aceptándola.
—Dime, Noa —saludó de manera firme.
—Señorita… —Céline frunció el ceño cuando la escuchó llorar—. Necesito ayuda, por favor, le pido que me ayude.
—Ay, ¿y ahora qué sucede, Noa? Siento que eres un maldito imán para la desgracia, y sinceramente eso no me hace bien —le sonrió a su amiga cuando esta le buscó la mirada—. ¿Y bien, qué pasa?
—Señorita, ayúdeme a irme, por favor —Céline suspiró, pero tras pedirle un minuto a su amiga, se puso de pie—. Mire, no sé qué está pasando, no entiendo bien qué sucedió con Forrest, el exnovio de Dorothea, pero recibí una llamada de él hace unos días donde me dijo que lo tenían preso —Céline no pudo evitar su sorpresa—. La realidad es que creo que el señor Darcy ha tomado decisiones muy grandes para cuidar de esta mujer, y yo no puedo ir presa, no puedo hacerlo…
—¡Ay, no vas a ir presa, Noa! —le indicó, seria—. Además, que Forrest posiblemente era un idiota que hizo algo más, no te pongas histérica —su voz era firme—. Mira, no hay pruebas de nada que te involucren, y si acaso este hombre da tu nombre, tú solo dices que lo conocías por ser empleado de tu exjefe —miró hacia el frente, pero luego observó la hora en su reloj, suspirando.
En realidad, temía más la idea de que Noa, quien sí sabía mucho, fuera de chismosa con Darcy sobre lo que ellas habían planeado, lo que le ordenaba Céline cuando aún era una empleada en la casa y la manera en que, desde el primer día, no solo le ordenó que cuidara de todos, sino también le dejó entrever que ella volvería para tomar el lugar como la dueña de la casa.
Sabía bien que la enfermera, ahora alterada, podría ser realmente peligrosa en ese momento, donde las cosas estaban saliendo casi de maravilla. Además, le convenía deshacerse de los puntos de debilidad de su plan, y si Noa estaba lejos, ella no tendría por qué temer al proceder con su acusación más grave y directa, la que le haría a Dorothea.
—Mira, como las cosas entre nosotras no terminaron bien, podría negarte la ayuda, porque sinceramente te pasaste de atrevida en la última llamada que me hiciste —le soltó firme—. Pero soy una mujer buena, que no deja desamparados a los necesitados. Te ayudaré a comprar el pasaje, búscalo en línea y cuando tengas el link de compra, me lo pasas para ejecutar la misma, así te regresas a tu casa. Y escúchame bien, Noa —le demandó firmemente—. Si me doy cuenta de que ya lejos buscas cómo hablar con Darcy, Melani o quien sea de la casa de los Jenkins para acusarme, te voy a dar cacería y te haré pagar lo mismo. ¿Entendido?
—Sí, sí, sí, claro, señorita. Yo no pretendo hacer nada en su contra, solo quiero… —pasó saliva—. Solo quiero irme.
—Y lo harás. Hazlo pronto, que luego se me olvida, tengo demasiadas cosas que hacer.
—Ahora mismo, señorita, ahora mismo.
La misma Céline colgó la llamada, pero revisando el equipo, solo pudo ampliar la sonrisa cuando miró las fotografías que tenía. Dio una vuelta por la joyería, viendo los hermosos artículos exhibidos, y en un intento de tener un lugar superior a Dorothea, se acercó a los broches exhibidos. El que había vendido recientemente se encontraba en limpieza para luego ser enviado a una subasta especializada en joyería de esa marca, pero entre los exhibidos había otro, siempre de abeja, más pequeño y menos lujoso, pero a su parecer sería suficiente para ganarse a su sobrina una vez más.
Regresó con su amiga, quien la miró con una sonrisa. Sin dudarlo, tomó lugar ante ella.
—¿Y bien? ¿Encontraste algo bueno?
—¿De dónde has sacado estas piezas, Céline? ¿Tienes algún coleccionista en tu lista de conquistas?
La risa de Céline fue elevada, falsa en todo su esplendor, negó ante su amiga.
—¿Me creerías si te digo que en una tienda de antigüedades? —la joyera achicó la mirada—. Las tenían como baratijas en descuentos, me parecieron bonitas, pero como alguien que se ha movido en el mundo de la joyería de alta gama por mucho tiempo, presentí que había encontrado tesoros en lo que ellos tenían como chatarra.
—Y vaya que sí —respondió la joven—. ¿Dónde queda este lugar? Me gustaría darme una vuelta para ver qué puedo encontrar.
—Ay, amiga, eso fue en Francia, en uno de esos kioscos de ropa de segunda y baratijas que venden los fines de semana en París —respondió segura, mintiendo, por supuesto—. Compré un par de cositas que ahora me arrepiento un poco de haberles dado a mis sobrinos —se puso a reír—. Pero los amo, y aun cuando cuesten miles de millones, ni por cerca se los quitaré —la joyera solo amplió la sonrisa.
—Bueno, la colección de Lumina constaba de seis broches con temática de insectos y seis de diferentes flores. La colección completa podría costar entre cuatro y cinco millones de dólares —Céline no pudo evitar abrir los ojos de par en par—. Y eso es un precio muy redondeado, tomando en cuenta que la joyería ya no existe y sus artículos se vuelven cada día muchísimo más exclusivos. En la última subasta en la que participé, un broche de un enorme lirio precioso, recubierto en diamantes y perlas, se vendió, solo el broche, en dos millones quinientos mil.
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Editado: 14.01.2025