La estilizada y hermosa heredera había estado pendiente de cada movimiento que Dorothea y los niños hacían. Al final, para evitar pasar mucho tiempo con ella, Benny invitó a Meyris a su habitación, donde compartieron un tiempo con los hámsters y luego se movieron al área de juegos, donde en la mesa especial armaron un lego durante casi dos horas.
Chase y Millie compartieron juntos en la terraza. Él le enseñó a jugar ajedrez y, tras una partida donde ella resultó ganadora, terminaron dando un paseo por el patio, conversando sobre sus planes de vacaciones y lo que esperaban que sucediera en el siguiente año escolar. Por otro lado, Édison apenas se había movido del sillón donde fue ubicado. No le gustaba para nada la manera en que la mujer que llamaban Céline miraba a su hermana, quien había intentado mantener la serenidad y un ambiente calmo para Aurora y Charlotte.
Un poco antes de las doce, Aurelio y Georgina llegaron a la hermosa mansión que vieron con esos grandes ojos de impresión. Si bien habían imaginado, por la misma descripción que tenía, un lugar precioso y enorme, nunca pensaron que sería de aquella manera. Tan lleno de lujo, de decoraciones que parecían sacadas de una revista, pero al mismo tiempo con ese toque de hogar que dejaba entrever que aquel espacio era habitado por una familia.
Al abrazarlos, Dorothea les hizo a ambos la aclaración de la visita de Céline y que hablaría con ellos sobre esa cosa muy importante cuando terminaran el almuerzo, porque necesitaba esperar a Darcy para lo mismo. Para la una, la mesa fue servida con todos los espacios llenos para la nueva familia que había llegado y la misma Céline, quien tuvo que ubicarse en la cabecera. Afortunadamente, antes de que todos tomaran sus lugares, Darcy estacionó su camioneta en la casa y bajó con rapidez.
Había intuido que algo malo había pasado, además de que tenía noticias que comunicarle a su novia, a quien no pudo tomar en sus brazos ni besar cuando la primera en saludarlo fue la misma Céline.
—Tienes casa llena, querido —le indicó con voz suave, un poco burlesca—. Debo admitir que me llama la atención que esta chica tenga el poder de invitar a quien sea mientras tú no estás, se me hace un poco… —achicó la mirada—. Peligroso, tomando en cuenta que los niños sí están aquí y bueno, hay muchas cosas de valor.
—¿Y qué demonios insinúas con eso, Céline? —preguntó él, firme.
—Nada, nada, por favor, no te lo tomes a mal. Yo no los conozco —ella respondió con rapidez, viéndole la seriedad en el rostro a Darcy—. Pero me veo en la obligación, como la tía de los niños, de hacerte el comentario. Aunque estoy segura, quiero pensar en realidad, que jamás vas a permitir, por complacer a tu niñera, que algo malo le suceda a tus niños.
—No tienes por qué pensarlo, cuando es una completa realidad —Darcy fue firme ante ella—. Y sí, sí conozco a los Winter, son personas de confianza en mi casa y para mi persona —ella asintió, aunque no muy convencida—. Y son bienvenidos en mi hogar, incluso si yo no estoy, como tú, que puedes venir cuando se te antoje sin aviso…
La dejó con la indignación que le entreabrió la boca. Luego, buscó a sus hijos, saludó a los padres de Dorothea, al mismo Édison, y tras sonreírle a su novia, quien también quería romper la distancia que debían establecer, solo suspiró.
—Muero de hambre —señaló Darcy—. ¿Pasamos al comedor?
—Sí, sí, por favor, también tenemos hambre —respondió Millie.
El grupo fue pasando sin indicarle a Céline que ya debía hacerlo o incluso invitarla. Estaba por avanzar hacia el lugar cuando recibió el nuevo mensaje de Noa. La había ignorado por completo, aunque solo pudo voltear los ojos cuando llegó la llamada. No quería escuchar a la enfermera rogarle, así que no dudó en abrir el link y ejecutar la compra, pero lo hizo con los datos de la tarjeta de Millie, sonriendo ante los agradecimientos constantes que llegaron de inmediato.
Buscó, altanera y segura, su lugar en la mesa, mientras todos ya estaban ubicados. Dorothea continuó casi a la derecha de Darcy, porque Charlotte era la que tenía ese espacio. Entre ellos yacía Aurora y ambos lados de ella, Édison y Aurelio se habían ubicado. La mesa se llenó de bandejas llenas de comida, deliciosa y humeante, que mantuvo al menos el hambre que algunos, pese a la tensión, cargaban.
Darcy buscó la mirada de Dorothea, quien le pasó la bandeja de comida. Iba a tomarla, pero entonces su celular vibró en la chaqueta que no se había retirado. Miró con el ceño fruncido el mensaje, buscando la mirada de su hija adolescente, pero sin dudarlo, ante la llamada, se puso de pie.
—Buenas tardes.
—Buenas tardes, señor Jenkins. Le saludamos del Banco Las Américas. Nos encontramos ahora mismo con una transacción por un valor de tres mil dólares en la tarjeta que termina en 0428, a nombre de Melisande Jenkins —Darcy, a una distancia del comedor, buscó a su hija—. El límite de compra establecido para esta tarjeta es de dos mil dólares, ¿desea autorizar la misma?
—¿Puede indicarme en qué fue ejecutada esta compra?
—Sí, un pasaje de avión sin retorno hacia Madrid, España.
—Entendido, por el momento la puede mantener en pausa. Quiero hacer una consulta.
—Por supuesto, señor.
Céline elevó su ceja cuando Darcy, de manera segura y con el rostro serio, se acercó al área de su hija. Melisande lo miró con el ceño fruncido, se puso de pie ante las indicaciones de su padre, quien pidió disculpas para ambos. Thea miró lo mismo con confusión, y aun cuando hubiera deseado ir a ver qué pasaba, dejó que padre e hija se fueran de la zona. Tras mirar a todos en la mesa, puso su mirada en Céline unos segundos, quien le sonrió con suficiencia antes de tomar su bebida, aunque el jugo parecía no serle de su agrado.
#15 en Novela romántica
#8 en Chick lit
#7 en Otros
#6 en Humor
padre soltero millonario, chica curvy humor, amor familia humor
Editado: 14.01.2025