En el gran salón, todos, incluidos los niños, yacían reunidos. El mayordomo y otra de las empleadas habían llevado té y cafés para los presentes. Aunque hacía casi una hora que la alterada mujer se había ido, aún persistía una sensación incómoda de pesadez en el ambiente, una tensión que había cargado a todos, incluidos los más inocentes, quienes presenciaron algo que nunca antes habían visto en su vida, al menos no de esa manera, y era la violencia física.
Con cuidado y dulzura, como solo ella podía impartir, Dorothea se encontraba rodeada de sus niños. En sus piernas yacía Charlotte, recostada en su pecho ancho, mientras tenía a Benny acomodado en un brazo, Millie en el otro, y sus hermanos a sus espaldas. La protección, la cercanía, el amor tan profundo y único que le daban a Dorothea servían tanto para calmarla como para calmarse ellos. Era parte de las tantas razones por las que Darcy, ahora cargando a su bebé, no podía dejar de verla como la mujer de su vida.
La voz pequeña de Charlotte le indicó que se había asustado mucho, y con cuidado, le revisó la mejilla a Dorothea donde Céline había dejado esa bofetada. Darcy estaba que ardía y tuvo que ser frenado, incluso por su mismo suegro y cuñado, cuando supo que Céline había elevado su mano contra su novia. Para ese momento, la necesidad de calmarse era clara, por lo que solo habían buscado estar unidos, en un solo lugar, aunque las palabras no se encontraran con la facilidad de ser liberadas.
Cuando él se encontró con la castaña mirada de Dorothea, ella intentó dibujar una débil sonrisa, pero la mueca apenas se percibía de esa manera. El miedo estaba presente, un miedo claro y hasta profundo que los hacía pensar en las peores posibilidades ante lo que había sucedido. Dorothea sabía que había cometido un error, que manejó con fuerza y violencia algo que debía haber sido manejado solo por Darcy, porque podía estar segura de que su accionar con la heredera Rolland no quedaría impune, y temía mucho las consecuencias.
—Hija, toma un poco de té —le susurró Georgina, acercándose a esa bolita de niños y adolescentes amorosos que cuidaban de Dorothea—. ¿Te duele algo? ¿El rostro, la cabeza?
—La cabeza un poco, pero estoy bien —miró hacia Darcy, quien, en su balanceo, había logrado dormir a Aurora—. Creo que hay que acostar a la bebé —le señaló—. Además, tengo algo importante que hablar con ustedes —miró a sus padres.
Con cuidado, la taza pasó de las manos de Millie a las de Charlotte, y cuidadosas, las dos niñas atendieron a Dorothea, dándole a beber del té tibio, un poco dulce y delicioso. La joven se dejó atender por todos ellos, tomando con una sonrisa un par de galletas de mantequilla que Chase casi le dio en la boca. Era la consentida de todas esas almas nobles.
—Ya me siento mejor —les indicó con una voz suave—. Quiero hablar con mis padres y Darcy. Iré a acomodar a Aurora en su cunita y ustedes pueden descansar, ver una película o jugar con sus legos.
—¿Y si queremos estar aquí, contigo? —consultó la adolescente Millie.
Dorothea le rozó la mejilla, pero pronto le besó el centro de la frente. Había una energía inocente y pura que la envolvía con una fuerza que, pese al miedo, no podía ignorar. Podía estar clara de que se vendrían consecuencias de sus acciones, pero por sus niños y el bienestar de los mismos, lo volvería a hacer todo de ser necesario.
—Esta conversación es de adultos —le señaló con voz suave, pero todos escucharon. Darcy, Édison y los padres de Dorothea miraban a esa joven luminosa siendo el sol para esos niños—. Lo que acaba de pasar con Céline fue algo que no debió haber sucedido. Me alteré, y lo manejé mal porque realmente su accionar me molestó. Creo que todos sabemos que tomar algo de otra persona sin autorización es un delito y se llama robo —el grupo de chiquillos asintió ante Dorothea—. Y ella empezó a ofenderme y yo me manejé a su misma energía, que no era la mejor...
—Te defendiste —murmuró Benny, apretándose a su brazo.
—Sí, pero podría haber tomado otras maneras para hacerlo. De igual forma, no me arrepiento de haber expuesto ese grave accionar —miró hacia Darcy—. Espero no cause problemas, pero si sucede, los asumiré como se debe. —Tras un suspiro, miró a su hermano—. ¿Por qué no van a organizar todo para la pijamada? Miren qué tenemos de golosinas, si hay que hornear algo, las bebidas —miró a Millie, quien le sonrió—. Queen bee, ¿me ayudas?
—Sí, sí, Thea.
La jovencita fue la primera en ponerse de pie, no sin antes darle un beso sonoro a Dorothea, quien solo le sonrió. Pronto, Chase hizo lo mismo. Meyris la abrazó por la espalda, luego Benny se puso de pie, animado por su nueva amiga, y cuando Charlotte se apretó al cuerpo de Thea, ella solo la abrazó fuertemente.
—Si alguien más te golpea, les daré una patada voladora y les tiraré mi diadema para que te dejen —señaló la niña. Dorothea le dio un beso en la frente.
—Gracias, mi amor, pero no volverá a pasar, te lo prometo. Anda, ayuda a tus hermanos.
—Okay, te amo, Thea.
—También yo, mi princesa bailarina.
Charlotte fue la última en salir del salón. El ambiente, sin la energía hermosa de los niños, se sintió incluso más tenso. Los Winter se cruzaban miradas, cargados de una preocupación que claramente solo se dirigía hacia Dorothea y su seguridad. Los padres no terminaban de procesar el nivel de vulgaridad que presentó una disque heredera de alcurnia al momento de hablarle tan feo a Dorothea, y la violencia que, de no ser por Darcy, hubiera ejercido sobre ella.
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Editado: 14.01.2025