El desastre de Thea

67. Perfecta

Elevó su mirada cuando él ingresó al salón. Estaba concluyendo una llamada, pero al ver a la familia reunida y expectante, ahora con sus hijos incluidos, solo pudo ampliar la sonrisa, acercándose al sillón donde yacía su hermosa novia, que había recuperado un poco del brillo en sus ojos tras lo ocurrido por la tarde y con su excuñada. Sin dudarlo, se acercó a ella, le dejó un beso en la frente y se sentó a su lado, explicando lo que había concluido con algunos de los joyeros más reconocidos de la ciudad.

Al día siguiente, Édison o bien el señor Aurelio tendrán la facilidad de reunirse con tres de ellos para llevar las joyas que deseen evaluar. Los Winter se sentían emocionados, ansiosos y hasta nerviosos ante lo que habían descubierto. Los tesoros que la abuela Doris dejó para ellos habían empujado levemente una puerta de posibilidades que quizás no los hacía afianzarse con rapidez a la idea de que eran millonarios, pero sí les daba un sentido de posible tranquilidad ante la posibilidad de cancelar sus deudas y crear un fondo de ahorros para los eventos futuros.

—¿Creen que todas las joyas son reales? —consultó Georgina a sus hijos mayores.

—No creo que todas —fue el mismo Édison quien respondió—. Aunque lo ideal sería tener una idea de lo que puede ser real y qué no, para que no nos den mala información o gato por liebre a la hora de evaluarlos. —Miró hacia Darcy, quien asintió.

—He contactado a los mejores para evitar eso. Ellos saben que si cometen alguna de esas acciones se verán más que afectados, y dudo mucho que quieran poner en riesgo su reputación. Considero que las joyas de Boucheron, lo mejor que se puede hacer es llevarlas a la tienda original —Thea observaba con atención a Darcy—. Y pueden partir de ellas para que los joyeros vean los tres diamantes que están sueltos. Solo ellos pueden significar una cantidad significativa para empezar.

—Sí, porque aun cuando esta nueva esperanza ha sido presentada para nosotros, no vamos a actuar como si fuéramos millonarios —señaló Georgina con suavidad—. Porque podríamos condenar antes de tiempo lo que aún no tenemos.

—Y yo que ya estaba pensando en comprarme un Ferrari —murmuró Chase, logrando la risa de todos.

Los Winter se quedaron, aunque ya la noche había llegado. Darcy no sabía nada en realidad de la familia materna de sus hijos. Esperaba que para ese momento, al menos Isidora se hubiera pronunciado con una llamada, pero no ha sido así. Cuando se encontró con la mirada de Dorothea, esta le sonrió, pero él no dudó en rodearla por los hombros, dejando que ella se recostara en su pecho.

Amorosamente, le besó la cabellera, la sien, y aun cuando sus suegros yacían ahí, no se perdió el momento de elevarle el mentón con delicadeza para darle un beso en los labios. Ella sonrió con debilidad, rozándole la mejilla. La pareja se daba su propio espacio, envolviéndose en burbujas cómodas y seguras porque se sentían de esa manera con quienes los rodeaban.

Escuchaban las alegres voces de los niños indicando qué comprarían si fueran millonarios, y cada vez parecían exagerar un poco más. Como Charlotte, que quería comprarse un ballet completo, y Benny, el Lego más caro de todo el mundo. Millie quería una isla privada para ella sola, y así iban recitando con emoción sus compras extravagantes cuando tuvieran mucho dinero.

—¿Estás nervioso, cierto? —le consultó Dorothea, viéndolo a los ojos.

—Un poco —ella le rozó la mejilla—. Mucho, sigo esperando la llamada de Isidora. Le diré la verdad, por supuesto, lo que Céline hizo no puede ser ni justificado, ni mucho menos visto como un error mínimo, cuando no solo hurtó cosas de valor, sentimental y monetariamente hablando, también te agredió.

Él rozó esa mejilla suave, aunque a Dorothea no le dolía nada, y el leve dolor de cabeza ya se había ido. Sin duda, se sentía incómoda con lo que había pasado, más nerviosa de lo que podía expresar.

—Sé que me defendí, pero también sé que debí haber intentado manejar la situación de otra manera —él escuchó con atención—. Temo que mi agresividad despierte en esas mujeres como una búsqueda para hacerme… —frunció levemente el ceño—. Para hacerme peligrosa ante los niños, que sabes bien no es así, jamás sería así —él asintió—. Pero no dejo de tener miedo por lo mismo.

—Lo sé, también lo he pensado, pero no dejaré que eso suceda —Darcy le acunó más cómodamente el rostro—. No dejaré que nadie pretenda convertirte en algo distinto a la luz y unidad más que especial que has traído a esta casa, a esta familia, a este corazón —ella escuchó con atención—. Espero a Isidora porque sé que vendrá. Puedo estar seguro que si intentará minimizar lo que Céline hizo… —Thea pasó saliva—. Pero no permitiré que sus acciones se transformen en algo que pueda dañar lo que hemos construido. Porque, aun con esa cláusula aún vigente, nada de lo que yo esté haciendo o lo que tú hayas hecho, incluido defenderte, puede ser más fuerte que la realidad que vivimos. Céline robó, más que broches y relojes, tomó la información de la tarjeta de mi hija, y te agredió. Te defendiste, y si Isidora quiere medir poderes legalmente, me iré con ella a lo mismo.

Dorothea suspiró de forma pesada, recibiendo ese besito en los labios.

—A partir de ahora creo que hay que mantener la calma, que los chicos convivan, compartan, hagan sus cosas, de manera que nada, ni siquiera una gripe, sea usado en nuestra contra.

La sonrisa en Darcy fue tierna.




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