El desastre de Thea

70. Diabólico

Se quedó recostada contra la pared, intentando calmar sus emociones mientras miraba a las niñas, Charlotte y Millie, abrazando a su hermano. Ese Benny, que parecía un poco desenfocado en la habitación donde se encontraba, les daba palmaditas en la espalda a cada una, mientras ellas no solo le decían que lo amaban, sino también lo asustadas que se habían sentido en esas horas que habían pasado.

Un poco más de cuatro horas tuvieron que esperar en ese lugar. Con dinero de Darcy y acompañados por el chofer y Bernardo, Chase y Millie llevaron a los demás a desayunar a la cafetería del hospital. Darcy no quería moverse, tenía miedo de hacerlo y que el médico saliera a buscarlo con malas noticias, por lo que, al volver los niños, fue Dorothea y la pequeña Aurora, que en las piernas de su niñera tuvo un mejor desayuno.

Aunque el estómago se le cerró a la curvilínea, terminó comiendo un poco para mantenerse activa y con energía, llevándole un batido con un panecillo a Darcy, que prácticamente comió bajo las órdenes de su novia y sus hijas, quienes insistieron en que lo hiciera. Un poco después de mediodía, las enfermeras anunciaron que ya iban a trasladar al menor a una sala y ellos no dudaron en ir tras ellas, con autorización, quedándose en el pasillo para verlo ingresar.

Iba un poco mareado y somnoliento, pero se miraba activo y despierto, demostrando lo mismo cuando saludó a todos. El momento en que padre e hijo se encontraron fue amoroso. La preocupación de Darcy se liberó en esas lágrimas que Benny con cuidado le limpió, pero se dejó atender, apretar y abrazar por ese Darcy que le indicaba con voz grave y suave cuánto lo amaba y lo preocupado que en esas horas se había sentido.

Thea solo limpió sus lágrimas, sonriéndole con debilidad a Benny cuando éste posó su mirada en ella.

—Ve —la animó Darcy, tomando a la pequeña Aurora en sus brazos. La niña se estaba quedando dormida—. Ve, mi amor —fue suave con ella.

Tuvo que expulsar un pesado suspiro, sonriendo para el niño y las dos niñas que se separaron de su hermano. Cuando Benny abrió sus bracitos, Thea no dudó en abrazarse a él, apretándolo a su cuerpo, y fue ahí donde el asustado Benson también lloró. Su llanto se liberó en la confianza y el amor que esa mujer le había dado. Los dos se abrazaron con fuerza, se apretaron con suavidad, pero él se refugió en una mujer en quien confiaba de gran manera, quien le había hecho sentir especial desde el primer momento que llegó a su vida.

—Ya, mi amor, tranquilo —le susurró ella sin despegarse de sus brazos—. Estamos aquí y tú también. Los doctores que te están atendiendo son los mejores, y cuando te des cuenta, volverás a casa con nosotros. —Él asintió—. Mi Benny valiente, mi niño bueno. —Él la apretó un poco más a su cuerpo—. Estará todo bien, mi amor, lo prometo.

—Quise llegar a la orilla —confesó delicadamente—, pero me dio un calambre.

—Está bien, mi amor, lo hiciste maravilloso, sí. Cuando te recuperes por completo, vamos a ir a una academia, los dos, para que aprendas a nadar —él asintió. Poco a poco, Dorothea se fue separando de él—. Pero ahora lo que importa es que estés bien, que te recuperes, y hoy toca descansar mucho, sacar de tu cuerpo el agua que has tragado, ¿sí?

Ella con dulzura le acunó el rostro, le besó el centro de la frente y con suaves movimientos le fue limpiando las húmedas mejillas. Todos en ese lugar lloraban, entre la emoción de saber que el jovencito se iba a recuperar bien y el miedo a lo vivido que aún causaba. Thea le dio otro beso, pero pronto la risa encantadora del niño se escuchó en la sala cuando la curvilínea le llenó de muchos besitos el rostro, el cabello, hasta las manitas un tanto arrugadas.

—¡Mis hámsters! —señaló Benny alterado cuando miró a Meyris.

—Tranquilo, mi amor, los encontraron, están bien —explicó Thea. Su hermana Meyris le asintió—. Al parecer estaban en su bolita de acrílico, ¿los encontraste en la piscina?

Darcy escuchó con atención la pregunta de Dorothea, viendo a su hijo intentar recordar lo que había sucedido.

—Soñé que estaban ahí —indicó Benny con delicada voz—. En realidad, escuché como una voz que me decía que ahí estaban, y cuando me desperté, me di cuenta que estaba en el salón con todos dormidos aún. No sé por qué pasé directo a la piscina y vi su pelota flotando, solo me tiré —miró a su padre y luego a Thea—. Solo me tiré para salvarlos. Tomé la pelota, que no la podía empujar mucho porque se podía llenar de agua e intenté nadar a la orilla, pero la pierna se me detuvo, sentí un dolor como de calambre, así que tiré con toda mi fuerza a los hámsters, pero luego… —solo negó— sentí como si algo me jaló hacia el fondo de la piscina.

Thea buscó la mirada de Darcy, quien ya tenía a Aurora dormida en sus brazos.

—¿Reconoces esa voz que te dijo que estaban ahí tus hámsters, hijo?

—No, no, papá —fue suave viendo a su padre—. Siento que fue un sueño o un presentimiento de padre.

Darcy amplió su sonrisa de orgullo y dulzura para su hijo.

—O quizás fue mamá —miró a Thea—, advirtiéndome que estaban en peligro mis adoradas mascotas, esas que ella misma me regaló.

Thea tomó las dos manos de Benny y besó las mismas.

—Estoy segura que quizás fue ella, porque sabía que te iba a doler perderlos, aunque hablaré con Heaven para que los próximos mensajes que quiera darles me los comunique a mí —la sonrisa fue amplia en todos, quienes ya estaban envolviéndose en la energía y dulzura de Dorothea—. Así no arriesgamos a ninguno de ustedes.




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