Se puso de pie despacio cuando miró al alterado hombre llegar al lugar. Él buscó a sus padres, quienes, entre los llantos que venían y se iban, le dieron la noticia. Pronto, la mirada acusatoria de Édison se posó en él, pero se mantuvo firme, asumiendo una culpa que no saldría de su cuerpo hasta que cualquier médico saliera de la sala donde habían llevado al amor de su vida para indicarles que estaba bien, que no iba a perderla, que su luz no se apagaría.
Pasó saliva cuando Édison se acercó, casi vengativo. El ceño fruncido era intenso, la mandíbula apretada dejaba claro lo mucho que el hermano mayor se estaba conteniendo, y Darcy no pudo poner ninguna resistencia cuando fue tomado de la camisa. Apenas lo movió, pero los dos hombres altos y fuertes se vieron a los ojos. Ambos estaban asustados, alterados y cargados de una incertidumbre que no les permitía apuntarse.
Fue el mismo Aurelio quien movió a Édison hacia las sillas. Georgina, quien había llorado toda esa espera, tomó a su hijo mayor de las manos y le pidió calma. En su corazón, aun cuando lloraba por la incertidumbre de lo que podría pasar con Dorothea, no tenía la capacidad de culpar a Darcy. No podía señalarlo como el responsable de aquel accidente porque sabía bien que él sí amaba a Dorothea, que se había enamorado de ella, y que para llegar al punto de intentar dejarla, algo mucho más grande que él lo amenazó.
Elevaron su mirada cuando el chofer, que ya había llegado con Melani y otra empleada que ahora cuidaba de los niños, les ofreció una botella de agua a cada uno, más un té tibio para Georgina, quien fue tomando pequeños sorbos, animada por su hijo mayor.
—¿Dónde está Saint?
—Lo dejé con Diana —pasó saliva, solo llevándose el cabello hacia atrás—. Íbamos al apartamento de ella, veníamos de almorzar cuando Chase hizo la llamada, tan alterado estaba que simplemente la dejé y vine en su automóvil. ¿Sabes dónde están él y Meyris?
—Arriba, con los hijos de Darcy —Édison solo negó.
—Lo mejor es que bajen y estén aquí con la familia, esperando indicaciones sobre Thea.
—No, están bien ahí —Georgina fue firme. Édison la miró a los ojos—. No sabemos qué pasó, no tenemos todo el contexto, y no vamos a juzgar a un hombre que nos ha abierto las puertas de su casa, que nos invitó a su mesa… —le tomó el rostro a su hijo para verlo a los ojos—. Y que, sobre todo, nos demostró de muchas maneras cuánto amaba a Dorothea, cuánto deseaba una vida con ella. —Édison no parecía convencido, por lo que Georgina suspiró—. Su hijo está aquí, hospitalizado, y sé que lo sabes porque Thea lo dijo en el grupo…
—¡Exacto! —Édison fue firme—. ¿Cómo pasa mi hermana de estar en la casa de él, sabiéndose segura, a estar ella y Benny en el mismo hospital, él casi ahogado y ella atropellada? No es algo que deberíamos tomar tan a la ligera, mamá…
—Y no lo hago, hijo —Georgina fue firme—. Pero puedo estar más que segura de que tu hermana, cuando se recupere y sepa la verdad de la situación, entenderá y sabrá perdonar, porque eso es Dorothea —su voz se quebró—. Ella ha sanado más que nuestras vidas, ha sido luz para más personas que nosotros, y no es justo apuntar con el dedo a un hombre que se enamoró perdidamente de tu hermana.
—Su amor la llevó a ese accidente, por lo que veo —Édison fue firme.
Tuvo que tomar agua para calmarse un poco, pero al final buscó a Darcy, quien lucía abatido. Se miraba incluso un poco envejecido, le notaba unas manchas de sangre en el cuello, la mandíbula tensa y el miedo en la mirada, un miedo profundo y de esos que parecen apagar muchísimo más que la presencia, como si consumiera toda la energía del alma.
Sin dudarlo, buscó a su padre, quien yacía de pie, andando en el pasillo mientras elevaba oraciones en su mente, pidiendo por su pequeño desastre. A veces se limpiaba las lágrimas, pero terminaba cediendo de nuevo al ritmo de espera y desesperación que en su alma cargaba. Cuando Édison volteó hacia donde su madre estaba, le apretó la mano fuerte.
—La familia de su esposa tiene todo que ver con esto —Georgina le indicó a su hijo, quien la miró con confusión—. No nos ha explicado bien qué sucedió, pero sí nos dijo que su suegra o exsuegra hizo una denuncia sobre Dorothea. —Édison se acomodó en la silla, viendo a su madre con grandes ojos—. Y al parecer, sobre nosotros, acusándonos de que las joyas que tenemos en nuestro poder son realmente de ella —Georgina soltó un suspiro, posando su mirada en Darcy—. En un momento crítico, donde la preocupación de ese hombre yacía en el bienestar de su hijo, que sintió perder por ahogamiento, vinieron estas mujeres y le amenazaron de esa manera. ¿Vas a culparlo por querer evitar que tu hermana vaya a la cárcel? ¿Vas a señalarlo por que intentó hacer lo mejor para que nosotros mismos no fuéramos a prisión?
La mandíbula apretada de su hijo la llevó a negar, pero le tomó la mano para verlo a los ojos.
—Los dos sabemos que contra personas de gran dinero y poder, pobres como nosotros no podemos hacer nada. Isidora Rolland pudo haber sido muy persuasiva, ¿y cuánto tiempo hubiéramos estado tras las rejas mientras se prueba la verdad? ¿Cuánto no hubiera sufrido Dorothea encerrada, acusada de un atentado tan cruel como el accidente de ese niño?
—Se hubiera vuelto loca, peor si la visten de naranja —murmuró Édison, solo negando—. Mínimo se hace bolita y se encierra para que no la usen de calabaza de Halloween.
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Editado: 14.01.2025