El desastre de Thea

73. Historia

El elegante hombre, en su traje pulcro, con el cabello húmedo tirado hacia atrás y oliendo de maravilla, solo posó sus cansados ojos en el espejo retrovisor de su camioneta. Tras un pesado suspiro, tomó la documentación que yacía en el asiento del copiloto, achicando la mirada cuando, entre las costuras del cuero, divisó un pequeñito destello. Sin dudarlo, humedeció el dedo con saliva, tomando en su yema ese delicado punto de brillantina que, después de meses, un lavado profundo, tapizado incluso, y una vida que le cambió con la llegada de ella, seguía ahí, brillando.

Para ese punto, aquel elemento no lo sentía como algo del demonio, sino como una bendición, un recordatorio de que lo que es bueno, noble y especial brilla en cualquier momento, incluso con el tiempo que corra. Que el amor puede volver a tocar la puerta luego de que el dolor habitara en uno mismo, y la nueva esperanza puede llegar luciendo su diadema más bonita y sus prendas más coloridas para demostrarte que no todo está perdido.

Sin saber qué más hacer, se pegó el punto pequeño en ese dedo anular donde podría estar, si el futuro se lo permite, en unos meses o años, el anillo de bodas que lo unirá con el amor de su vida, con la mujer que derritió los glaciales de su cuerpo, su corazón y mente, por la que llegó con su energía, inexperiencia y luz a su casa, envolviéndola por completo desde el primer día. La que fue agua, abono y nutrición para sus hijos, convirtiéndolos en los más hermosos tulipanes. La mujer que amaba tan profundamente que sigue haciéndolo andar, porque sabe que no puede quedarse quieto mientras ella duerme ese inducido sueño.

Con los documentos en mano, Darcy bajó hacia la comisaría, donde yacían apresadas su alterada suegra, que ha maldecido y amenazado a todo el personal, más esa Céline, que solo lloraba. A veces culpaba a su madre, pero ella solo lloraba, indicándole a todo el que podía que lo único que quería era continuar con su vida de heredera, disfrutando con sus amigas, conociendo chicas y despilfarrando.

La oficial que se encontraba en recepción lo miró con atención, pero de manera inmediata se puso de pie, como si esperaran por él para dirigirlo hacia donde el teniente, que ha estado viendo de pronto demasiados casos relacionados al empresario. Suspiró en alivio al verlo llegar.

—Señor Jenkins —se puso de pie para acercarse a él y estrecharle la mano.

—Teniente, buenas tardes, disculpe la demora.

—No se preocupe, me alegra que haya logrado venir —él asintió, pasando a la oficina donde se ubicó ante el escritorio del teniente—. ¿Cómo sigue su hijo?

—Bien, físicamente recuperándose, aunque tuvimos un golpe duro hace unas horas —el hombre frunció el ceño—. Mi novia, Dorothea Winter, fue atropellada en la calle que cruza el hospital —el teniente abrió grandes ojos—. Un accidente terrible que la ha dejado en coma inducido por al menos una semana. Espero realmente que sea menos. Apenas soy persona en este momento… —confesó Darcy—. Pero sé bien que ante la situación y gravedad no puedo quedarme de brazos cruzados, no cuando las responsables de ese accidente, después de todo, están aquí.

El teniente tuvo que procesar bien la información, se acomodó en su lugar para luego limpiarse la frente de un sudor algo frío que le cubrió.

—Espere, ¿de qué manera Isidora y Céline Rolland son responsables del accidente de su novia?

Darcy le hizo al oficial un resumen indicando cómo sucedió la situación. Dejó entrever que sin duda había culpa en sí mismo, una culpa que cargaría cada día hasta que se encontrara de nuevo con los castaños ojos del amor de su vida, de esa curvilínea que espera volver a abrazar, besar y amar, mientras le deja claro que la mujer con la que él quiere un futuro es ella, tan solo ella.

El teniente fue comprendiendo las conexiones, y aunque en la mente de Darcy y la de él mismo aquella situación podría conectarse con el accionar de chantaje que Isidora y su hija ejercieron sobre él, sabe bien que legalmente no es algo que le puedan imputar a las dos detenidas. Sin embargo, podría ser un causal de peso al momento de los juicios, ya que era más que claro que ese proceso iba para largo.

—Pese al dolor que cargo y la necesidad de solo estar con mi familia, estoy aquí —señaló Darcy con seriedad—. Necesito que esto avance, necesito que estas personas, que ya no puedo tildar como familia de mis hijos, reciban su merecido, todos ellos —fue seguro—. Porque aunque ya Forrest y Clari hayan obtenido esos seis meses de prisión, nada me saca de la cabeza la idea de que estaban aliados con Céline o incluso con la misma Noa, quien fue despedida de mi casa por enviar fotografías e información de mi familia a mi excuñada —el teniente asintió—. Y ya que he preguntado de ella, ¿dónde se encuentra?

—Fue arrestada el día de hoy tras hacer check-in para viajar a España, de donde es natal ella —Darcy asintió ante las indicaciones del teniente—. La misma indicó que podía hablar, que diría todo, pero necesitaba comunicarse con su familia. Se le dio la oportunidad, un abogado de oficio, y se espera que su hermana menor se encuentre el día de mañana aquí.

Darcy solo suspiró, pero asintió.

—Noa, ha cometido graves errores, pero los datos de la tarjeta de mi hija los tomó Céline, posiblemente con la intención de evitarse verse acusada por esta mujer. Pensó que era buena idea que se fuera o incluso que cayera como ya lo hizo, porque quiero pensar que hay algo de inteligencia en ella y sabía que yo recibiría una llamada o aviso del banco al ejecutar la compra —el teniente asintió—. Por lo tanto, Céline Rolland, además de robar joyas valiosas de mis hijos en tres ocasiones, también robó la información de la tarjeta de mi hija: doscientos dólares, y atentó contra dos de ellos. La vida de Benson Jenkins estuvo en completo peligro, de no ser por el actuar rápido de su hermana, ahora mismo estaría enterrándolo.




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