El desastre de Thea

74. Madre

El cansado hombre parpadeó con rapidez, esbozando una débil sonrisa cuando miró a su hijo, ya de pie y cambiado, abrazado a sus dos hermanas. En los brazos de la señora Georgina yacía la pequeña Aurora, siendo paseada en el largo de esa habitación, donde un nuevo día había empezado y avanzado, aún cargado de la tensión y el caos que todos habían cargado desde la mañana del día anterior.

Más de 24 horas que se sentían como de terror, una pesadilla completa de la que apenas se empezaba a despertar. Porque, aunque él sabía bien que ya estaba actuando, y que sobre todo haría lo imposible para conseguir la justicia que sabía su hijo merecía, no podía negar que el miedo seguía allí, latente, cargado de esa culpa que no lo dejaría tranquilo hasta que de la boca de su curvilínea saliera que lo perdonaba.

Corría después de las once. Benny había sido dado de alta y la familia Winter había llegado refrescada para quedarse la tarde con ellos, haciendo el turno para el cuidado de su hija, quien seguía en cuidados intensivos, pero de acuerdo a las indicaciones médicas que él recibió muy a las seis de la mañana, hubo una mejoría leve, pero significativa, en la presión, lo que esperanzaba a los médicos a continuar con el tratamiento, sorteando la posibilidad de trasladarla a una habitación hasta el día siguiente.

Aunque ese día, cargado de situaciones, miedos, información y desastres, concluyó, ese que ahora vivían y corría parecía poseer lo mismo. Si bien recibió el mensaje de Édison sobre dónde había encontrado el broche y reloj hurtados a sus hijos, no pudo llegar porque la atención en la policía se tornó un poco más caótica ante la llegada de los abogados que fueron puestos al día sobre lo acontecido.

La denuncia se procesó sin problemas y las detenidas pasaron a una prisión preventiva de 72 horas en las que los abogados de Darcy debían encargarse de presentar las pruebas, declaraciones y, de ser posible, hasta testigos para que el caso no fuera desestimado. Si bien se esperaba que hablara con Noa ese mismo día, al final el teniente no lo logró, pero lo citó para esa misma tarde, luego de que ellos se encargaran de tomar las declaraciones de la implicada, y así no comprometer ningún proceso.

Sin dudarlo, se separó de su espacio y fue hacia donde su hijo, cuando este lo miró a los ojos. Lo tomó en sus brazos, y con esa reserva de fuerzas que tenía, Darcy lo cargó. Benson se rodeó de su cuello, se acomodó entre su hombro y cuello dejándose envolver por el amor y seguridad que su padre le daba.

—Debo aprender a nadar, papá.

—Sí, mi amor, claro que sí —él fue suave—. Lo haremos antes de nuestro viaje a la playa —le animó suavemente—. Porque sé que lo tendremos, que disfrutaremos de ese momento con nuestra luz, con nuestra Thea.

—¿Puedo verla?

—No, hijo, no aún, nadie puede verla.

El jovencito se separó, dejándole un beso en la mejilla antes de ser dejado en el piso. Darcy le acarició con dulzura la mejilla, sonriéndole con debilidad y dándole un beso en el centro de la frente.

—Por ahora deben ir todos a casa. Quiero que se alimenten, que descansen y yo estaré enviando información a través del tío Clive o Bernardo…

—Papá, tú no has dormido nada —indicó Melisande, preocupada—. Además, sé que ayer no comiste, solo lo que habías consumido con Thea en el desayuno, y has estado muy preocupado. Puedes colapsar y eso no le gustará a ella.

La sonrisa en Darcy fue dulce. Los padres de Dorothea también sonrieron. Era claro que su hija se había hecho un espacio seguro, familiar y de complicidad en esa familia que encontró rota, necesitada y separada. Para ese punto, ninguno negaba el amor único que los niños y el mismo Darcy le tenían a Dorothea, y esperaban que ese amor fuera suficiente para darle a ella el entendimiento para lo que encontraría cuando regresara.

Darcy abrió su otro brazo, donde Millie se acomodó, pero los tres sonrieron cuando Charlotte se abrazó al frente. Tenía a sus tesoros allí, con esa Aurora que en la distancia lo miraba con grandes sonrisas.

—Ahora mismo mi prioridad son ustedes. Que estén bien, alimentados y descansados. Cuando termine de hacer todo, me iré a casa, Édison se quedará hoy en la noche —él asintió ante los niños que lo miraban—. Pero ahora papá debe ser papá, ¿sí?

—Pero debes comer algo, y en cuanto termines, vienes a casa —la orden fue clara en la voz de la adolescente—. Tío Édison… —él mismo sintió una sensación agradable que lo llevó a sonreír, miró a Diana, que lo había acompañado ese día nuevamente—. Si pasas con él, por favor que coma algo, porque si no se descompensará y Thea, al despertar, se va a enojar con él, y con todos.

La sonrisa en Édison fue amplia, le asintió a la chiquilla.

—Lo haré comer, no te preocupes.

—Me gusta tener nuevos tíos y abuelitos —le susurró a todo volumen Charlotte a su padre—. Además, que son más amables, y dulces, nos hablan bonito, y no me dicen que debo dejar de usar mis diademas. Eso es especial, ¿verdad papi?

—Lo es, mi amor, es muy especial.

Darcy miró a Georgina, quien le sonrió con dulzura, y es que así, tan delicada como la misma luz, dos familias muy diferentes, cuyos caminos se cruzaron por una decisión de venganza y brillantina, terminaron unidas por una sola persona: ella, la curvilínea que los hace inmensamente felices. Parecieron entrelazarse fuertemente en lazos que iban sintiéndose muy profundos, pero sobre todo familiares.




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