No pudo evitar cerrar los ojos cuando su padre la abrazó nuevamente contra su pecho. Para ese momento, toda su familia estaba reunida en la habitación, acomodados en las sillas que un par de enfermeros había traído, todos envueltos en el riquísimo aroma de las flores que, con sus colores, habían transformado el espacio. La luz dorada del atardecer llenaba el cuarto, añadiendo calidez al ambiente.
La nostalgia y el inmenso cariño que le tenían se reflejaban en las lágrimas de felicidad que no dejaban de derramarse. De vez en cuando, la apretaban, la rozaban y la miraban con dulzura, dándole una bienvenida que Dorothea sentía, en lo más profundo de su corazón, como un bálsamo. Después de lo vivido, que recordaba claramente, saberse amada con tanta profundidad por su familia, por los niños que adoraba como sus hijos y, aunque aún no lo diría, por ese hombre que le había robado un beso tan apasionado, era un alivio claro para su mente.
Posó sus ojos en Édison, quien sostenía con naturalidad a Emily, la hija de Diana, mientras esta servía agua en la mesita para Saint, quien estaba de la mano con ella. Al encontrarse con la mirada de su hermano mayor, este le dedicó una amplia sonrisa. No era así como lo había planeado. En realidad, no era la forma en la que quería presentar a la mujer de la que cada día se sabía más enamorado. Pero, al mismo tiempo, comprendía que la realidad había creado sus propios cimientos para que el momento resultara igualmente perfecto.
—¿Saben cuánto tiempo estaré aquí? —consultó Thea.
—No, hija. El doctor dijo que hoy claramente no te daría de alta. Imagino que quieren asegurarse de que todo esté bien contigo y, sobre todo, de que no haya nada que pueda afectarte al salir. Así que, por nosotros, es mejor esperar. Te venimos a ver a diario —respondió Georgina—. ¿Te duele algo?
—La muñequera se me hace extraña, aunque no me duele realmente. Me dijeron que mi rodilla se dislocó —se sobó un poco la zona—. Tendré que llevar esta cosa al menos tres días más, porque, aunque no hubo fractura, no quieren que suceda de nuevo. La zona es delicada.
La familia asintió mientras ella suspiraba.
—El doctor comentó que, pese a la velocidad a la que iba el conductor, el impacto no causó más complicaciones que las que tuve. Por lo general, hay más huesos rotos o fracturas peores.
—Sí, mi amor, también nos dijo eso —añadió Aurelio—. El joven era un residente del hospital. Salía de turno y buscaba la calle principal cuando te cruzaste. Claramente no lo esperaba. El chico vino muy apenado a buscarnos, quiso llegar a un acuerdo de dinero, pero le dijimos que no. Era un muchacho como de tu edad, posiblemente.
Thea asintió.
—Eso sí, se encargó de que pusieran un par de reductores de velocidad en la zona. Siempre que podía, nos daba información sobre tu avance. Eso ayudó mucho con la paciencia. Nos asustamos mucho.
—Lo imagino, papito —respondió ella, suspirando mientras miraba las flores—. ¿Ya saben por qué sucedió?
Notó cómo la familia intercambiaba miradas entre ellos. Georgina le sonrió con debilidad antes de hablar.
—Sí, él habló con nosotros apenas llegamos. Chase nos avisó —dijo, mientras Thea apretaba la mano de su hermano adolescente, con Meyris al otro lado—. Nos contó la verdad, toda ella. Y lo hemos comprendido, aunque para hablar de la misma es con él con quien debes hacerlo.
Dorothea tragó saliva, y su ceño se frunció profundamente, casi con indignación. Aunque tenía una sonda en la mano y el pulsómetro en un dedo, se cruzó de brazos contra su pecho, mirando a su madre con una expresión de negación.
—Entonces no les dijo la verdad si lo están entendiendo.
—Sí lo hizo, Thea —dijo Édison con suavidad, mientras acariciaba el cabello de la pequeña que tenía en brazos—. Lo hizo. Además, más allá de hablar con la verdad, vimos cómo actuó. Contigo ese día tan caótico, con nosotros como tu familia, con sus hijos, con nuestro futuro y patrimonio.
Dorothea frunció aún más el ceño.
—Como mamá dijo, no somos nosotros quienes debemos aclararte las cosas, pero puedo decirte que Darcy Jenkins ha hecho muchísimo por ti y por tu familia en estos días.
—¿El señor máquina?
—Sí, ese mismo —respondió Édison, mirándola de frente mientras ella suspiraba—. Su hijo fue dado de alta al día siguiente, y creo que pasó al menos 48 horas sin dormir.
Georgina asintió.
—Aunque, por órdenes de su adolescente, Millie, fue a dormir —añadió Édison con una sonrisa—. Ella se puso los pantalones de mandona y cuidadora de su familia.
Todos rieron suavemente mientras Chase intervenía:
—Todos los días venía, dos veces al día. En la mañana, antes de hacer sus gestiones, y en la tarde-noche, después de terminarlas. Nos traía cena si estábamos aquí —continuó el jovencito—. Y Millie me dijo que una vez lo descubrió llorando en su habitación.
Thea se sintió conmovida al escucharlo.
—Esa noche todos durmieron con él, hasta la bebé —finalizó Chase.
Dorothea fue aflojando sus brazos, pero terminó mirando sus manos mientras reflexionaba sobre lo que su hermano le había compartido. Por un lado, no entendía muy bien por qué su familia parecía haber perdonado a Darcy tan rápido, si acaso les había dicho toda la verdad sobre sus acciones y las circunstancias de su accidente. Por otro lado, sentía que incluso ella lo perdonaría si lo veía derramar algunas lágrimas. Aunque, en ese momento, su mente le decía que no debía perdonarlo tan fácilmente.
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Editado: 14.01.2025