Un delicado suspiro se escapó de sus labios mientras avanzaba en silla de ruedas hacia el área de radiología, donde le harían el primer ultrasonido y ecografía vaginal de su embarazo, al menos con ella bien consciente y clara de la situación que ahora vivía. Era su maravilloso Darcy, quien llegó fresco, oloroso y con ojos brillantes desde muy temprano, con un desayuno abundante para ella y sus padres, quienes se quedaron con ella, quien la empujaba.
Aunque Georgina tenía mucho que hacer, dejó a su hija lo mejor bañada posible, ayudándole a deshacerse de toda la pintura y brillantina que se había metido en rincones del cuerpo donde sabía que no hubo exposición, pero por eso era tildada como una cosa del demonio. Incluso, tras ese baño largo, Darcy le hizo notar un par de brillitos en su seno derecho, lo que lo llevó a sonreír.
Fue él quien se encontró unos en la nalga. No tenía idea de cómo llegó ahí antes de meterse al baño, pero ese hombre no solo había tenido el sueño más ligero, lo que menos se sabía era que estaba cansado o agobiado. En ese punto, Darcy Jenkins solo se podía describirse como inmensamente feliz, y es que así estaba.
Ya que Dorothea iba a salir temprano, luego de sus análisis y pruebas, los niños no llegaron con él. De la misma manera, apenas él llegó, Georgina y Aurelio se fueron, ya que le tocaba a la madre preparar una buena tanda de pollo frito para complacer a la enfermita que ahora se vale de una poderosa frase: “es que ahora como por tres”.
Cuando llegaron al área, donde fueron guiados por un enfermero, ella colocó su mano en el hombro y él delicadamente la tomó, empujándola al interior. El médico había sugerido caminatas cortas y no hacer demasiado esfuerzo en la pierna, pero también mantener el ejercicio de ella, y cuando llegara para verificar que la fractura de muñeca se había sanado por completo, podría mandar al menos unas semanas de fisioterapia para darle una recuperación completa a Dorothea.
Ha recomendado, de acuerdo a su experiencia y trabajo en el hospital, a un par de colegas gineco-obstetras que son de lo mejor en la materia, y ya Darcy tenía la primera cita de control para el lunes, permitiéndose ese fin de semana disfrutar de ella, de sus hijos, de la unidad familiar y todo eso que le hacía bien a él y a sus pequeños tulipanes que en casa esperaban ansiosos el regreso de la luz brillante que había cambiado tanto ese hogar.
En las manos de él se apoyó para acomodarse en la camilla. Aún llevaba la bata nueva del hospital y sin ropa interior.
—Me ventilé un poquito allá abajo cuando veníamos de camino —le indicó a Darcy, quien solo se puso a reír.
Él no dudó en rozar su mejilla, dándole un besito en los labios.
—Cuando puedas, le preguntas a la doctora que nos atenderá si es posible que me des…
—¿Qué, mi amor? ¿Qué quieres?
Ella achicó la mirada, pero su risita malévola la delató de inmediato.
—Que me des —fue su respuesta suave—. Duro y profundo, como lo has hecho, como dejaste esos dos en mi cuerpo —explicó ya más detalladamente—. Aunque, con lo poderoso que eres, señor máquina, corro el riesgo de que los dupliques, y la idea no me alegra demasiado, así que mejor no.
Darcy no pudo evitar la risa. Le apretó las mejillas, dándole un beso en ese piquito estirado.
—Te voy a dar siempre y cuando sea posible, porque de acuerdo a lo que sé, es un método más que infalible para aliviar dolores, malestares, migrañas y malos humores —ella lo miró con atención—. Y yo te quiero sana, feliz y disfrutando, así que cada mañana —los grandes ojos de Thea se abrieron con sorpresa—. Te daré… —pronto se ruborizó—. Amor, mimos, atención, dulzura —coqueto, se acercó a ella—. Y al menos unos cuatro o cinco orgasmos que te dejen noqueada mientras te preparo el desayuno.
—Hecho —aceptó ella, extendiendo su mano para sellar el provechoso trato al que habían llegado con tanta facilidad.
Se dieron un besito como firma y solo se sonrieron con amplitud cuando la joven doctora llegó. La misma se presentó ante la emocionada pareja, comenzando con la ecografía transvaginal, la cual explicó que les daría una precisión más exacta sobre la posición de los embriones, así como del tamaño y peso de cada uno.
La mirada de ambos se posó en la pantalla mientras la doctora iba indicando lo que en la misma aparecía. Todo parecía tener un aspecto normal, posiciones correctas, y aunque dentro del útero notaban una especie de agujero, que ella explicó era la bolsita gestacional, fue difícil para la pareja dar con los dos pequeños puntos hasta que fueron aumentados y casi señalados con flechas.
Thea frunció el ceño ante lo mismo, pero entonces casi los vio parpadear, como si fueran una partícula única de brillantina que ante sus ojos brillaba. Pronto las lágrimas le alcanzaron las castañas pupilas y, cuando miró a ese Darcy, que ya lloraba de emoción, solo pudo rozarle la mejilla, aunque él le besó los labios.
—Sí, son dos —susurró ella con delicadeza—. Míralos, son como dos partículas pequeñitas de brillantina, mira cómo brillan.
Darcy le apretó un beso en la mejilla, asintiendo.
—Eso que parece que parpadea son los corazones —explicó la doctora. Thea la miró maravillada—. Tenemos una posición correcta para el tiempo indicado, estamos entrando en la sexta semana. Esta es una semana muy, muy importante —continuó—. Empieza a desarrollarse el cerebro y la médula espinal, comienzan a formarse las piernitas y los brazos.
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Editado: 14.01.2025