El desastre de Thea

81. Agradecimiento

Sonrió cuando él se apretó a su rostro con un tierno beso sonrojado que le dejó en la mejilla antes de regresar a la tanda de panqueques que estaban haciendo para los niños. El domingo había llegado, soleado, hermoso y con un despertar algo tarde, después de lo que parecieron días de descanso desde que la joven regresó a casa y, en esa misma tarde, se convirtió en la futura esposa de Darcy Jenkins, quien andaba como volando en una nube, con el cabello alborotado y sonrisas amplias, aun en su pijama.

Ya no había más tabletas, horarios, quehaceres, no había más límites o cuadritos donde se encierre la curiosidad, el crecimiento, el espíritu alegre de los niños, como el de esa preciosa Charlotte, que al llegar de nuevo a la cocina abrazó a Dorothea, se robó un poquito de chispas de chocolate y salió con los nuevos platos para poner la mesa junto a su hermano.

Han sido los únicos que han despertado, porque Aurora yace bien dormida y vigilada por ellos gracias al monitor, y la adolescente, que ese día tenía una cita, se acostó tarde escogiendo con Dorothea la ropa que llevaría para esa primera cita, autorizada por papá, con Chase, quien también dejó lista su ropa y hasta planchada para la misma.

Cuando Benny regresó, se ajustó los lentes, acercándose a Thea, a quien le dio un abrazo apretado.

—Te amo —le recordó el niño dulce, ella le dio un beso en la cabellera.

—Te amo, mi amor —respondió—. Lleva los panqueques que ya tiene tu papá hechos, y veremos si tus hermanas...

El grito logró que todos voltearan hacia el área del lobby. Darcy no dudó en buscar la salida con rapidez, pero entonces Melisande hizo el llamado.

—¡Mamá! —llamó agitada, buscando la salida de la habitación.

Thea no dudó en dejar el cucharón y el mandil, buscando por ella, con quien se encontró en las escaleras.

—Me salió un grano —se quejó, mostrándole la barbilla donde un pequeño granito de tensión le había salido—. ¡Y mira! Por acá viene otro. ¡No quiero ir granosa a mi primera cita con Chase! —indicó, ya agitada, refugiándose en el pecho de Dorothea.

—Tranquila, Queen Bee, déjame verlos.

Darcy solo suspiró viendo la interacción de las dos. Realmente, solo Dorothea tendría esa delicadeza de tratar emergencias de ese tipo, por lo que dejó a su adolescente en las manos más suaves y expertas, mientras él, con los otros dos, buscó la cocina para terminar de montar la mesa y el desayuno que ese domingo compartirían.

—Ven, vamos, que ya Aurora despertó también.

—Lo siento, no quería asustarla, es que yo también me asusté cuando me vi —indicó Millie, tomada de la mano de Dorothea mientras subían al segundo piso.

Fueron primero por la bebé, que al ver a la hermosa curvilínea alivió el puchero que ya estaba haciendo y dibujó la más amplia de las sonrisas, moviéndose en su cama hasta que, con agilidad, se puso de pie. Sin dudarlo, Thea la tomó en brazos, la balanceó de un lado a otro, dejándole un beso en su cabecita suave y aún perfumada.

Siempre con Millie como su sombra, le buscó ropa a la bebé, un pañal nuevo, y decidió cambiarla en la habitación de la adolescente, a quien mandó a lavarse el rostro con el jabón antiacné que había sido recomendado por una dermatóloga hace un tiempo. La jovencita así lo hizo mientras Thea cambiaba a la bebé, quien ya parecía conversar muchísimo más activa y con palabras más claras ante ellas.

—Ya viene tu cumpleaños, mi amor. Sí, sí, ya eres toda una niña grande. Un año va a cumplir mi pedacito de sol —le enseñó un dedito y Aurora repitió el gesto—. Sí, sí, eso mismo vas a cumplir, muñeca mía. Un añito de vida, de una vida que te aseguro será feliz y especial por siempre, mi muñequita.

La tomó en sus brazos con dulzura, le besó de nuevo la cabecita y, cuando Millie salió, no dudó en buscar en la cómoda de la jovencita los parches de estrella que tenían un componente especial, y con delicadeza le ubicó uno en cada grano que apareció o iba saliendo. Con dulzura, le elevó el mentón, haciéndola sonreír cuando le dio un beso en el centro de la frente.

—Te ves hermosa, y sé bien que mi hermano no tendrá ningún disgusto por un par de granitos, aunque hay que estar pendiente de tu cuerpo, para ver si es una reacción a tu periodo, que puede estar cerca —la jovencita asintió—. Ahora vamos, papá y yo hicimos el desayuno, luego te prepararé un buen baño como los que te gustan y te pondré una mascarilla si los granitos no han bajado, para que vayas fresca y más hermosa.

—Está bien, gracias, mamá.

—De nada, mi amor, vamos.

Con una mano cargó a Aurora y con la otra llevó a Millie a su lado. De pronto, en el ambiente había un sentido de naturalidad que Dorothea no habría imaginado posible en el pasado. No hubo dudas en nadie cuando despertó en la cama de ese hombre con quien había dormido abrazada toda la noche. Nadie se inmutó al verla en pijama y cocinando con él. Ni siquiera hubo arqueos de cejas cuando los niños, al despertar, comenzaron a llamarla de esa manera: mamá.

La energía que se manejaba en esa casa tenía un sentido de unidad, de familiaridad, y de ser totalmente natural, como si ella realmente hubiera estado usando ese lugar en el comedor, al lado de ese hombre y esos niños, desde hace muchísimo tiempo. En lo profundo, lo agradecía, porque lo hacía, a Heaven. Sabía bien que, de alguna manera, siendo un ángel de luz y guía para esa familia que había dejado en la Tierra, también le había dado a ella esa fascinante manera de sentirse parte de ellos, su familia tulipán.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.