El desastre de Thea

83. Pasos

Elevó su mirada, sonriendo hacia donde ella, quien junto a sus hijos, comenzaban a bajar. Aunque el día tenía un toque de nostalgia, era ciertamente hermoso: soleado y con unas corrientes de viento que lo hacían cómodo. En los brazos de ella estaba la hermosa Aurora, quien amplió su sonrisa al ver a su padre. Este no dudó en tomarla y apretarla contra su pecho. Su bebé había llegado al primer año de su vida, una vida que él se encargaría de llenar de amor, luz, seguridad y confianza, donde el miedo y la duda no volverían a alejarlo nunca más de su lado.

Si bien el evento tenía un sentido de respeto y hasta solemnidad, los padres habían decidido que los niños celebraran a Heaven como mejor les pareciera. Por eso no les sorprendió que, en lugar de lucir negro, llevaran colores hermosos, pasteles y delicados que combinaban muy bien con ese día de verano. Las niñas llevaban una diadema a juego, las tres, mientras Benny lucía un corbatín del mismo color, integrándose como una sola familia.

—¿Listos, mis amores? —consultó Darcy.

—Listos, papá —respondieron los tres al mismo tiempo.

—¡Papá, yo! —señaló Aurora, indicando que también estaba lista.

Él asintió con una amplia sonrisa, le dio un besito en la mejilla, y todos buscaron la salida, con Dorothea siempre de la mano de su prometido. La camioneta lujosa, nueva y brillante en un tono negro incomparable, los esperaba. Darcy aún no le decía si era la misma que ella había destruido por segunda vez, pero un día llegó con ella y, desde entonces, era la que usaban para sus salidas familiares.

Una camioneta más pequeña aguardaba por los empleados que asistirían al evento, y ambas partieron una tras otra hacia la misa en conmemoración a Heaven. Celebraban su legado de amor, convertido en cuatro niños que crecían sanos, felices y rodeados de lo que ella, como madre, siempre había soñado: una familia que los hacía sentir seguros y especiales cada día.

Cuando Dorothea, sentada de copiloto junto a su señor máquina, volteó hacia los niños, recibió sus amplias sonrisas. Benny ajustó los nuevos lentes que había cambiado para el regreso a clases, que ya estaba a apenas dos semanas. Millie acomodó el cabello corto que Charlotte lucía de manera encantadora, mientras la jovencita suspiraba, acomodándose las joyas que había elegido para ese día, algunas de su madre.

—Se ven hermosos, todos se ven hermosos —comentó Thea.

—Gracias, mamá. Tú también luces muy linda —respondió Charlotte.

—Gracias, mi amor.

Notaron cómo Darcy tomó la mano de Dorothea y besó sus nudillos. Entre las cosas que los niños habían apreciado en esos días era cómo ellos dos se amaban. Lucían más seguros, más enamorados, y no era nada nuevo para ellos encontrar a sus padres dándose un beso, un abrazo, o incluso leyendo juntos en el salón.

Siguiendo con los planes que se había propuesto, algunos de los cuales Darcy se había ofrecido a costear, pero que ella estaba pagando con su propio dinero, Dorothea se encontraba ahora en un curso intensivo de inglés en línea. También estaba cursando uno de administración de empresas, inclinado a un técnico que terminaría en ocho meses. Si le gustaba, tenía la opción de continuarlo como licenciatura, y estaba convencida de que lo haría.

Le encantaba lo que estaba aprendiendo y disfrutaba del espacio que Darcy le había hecho en la casa: una pequeña oficina solo para ella y sus planes. Él apoyaba sus proyectos, comenzando por darle horas de privacidad para que se concentrara mientras él pasaba tiempo con los niños, cocinaba o jugaba con ellos.

InnovaPropiedades apenas había visto al imponente empresario en esos meses, pero todos sabían que se debía a que estaba dedicando la mayor parte de su tiempo a su familia. Ya no había razones para que Darcy huyera de su casa, de su vida o de su culpa. Nada de eso lo atormentaba más. Por el contrario, disfrutaba pasar tiempo con sus hijos, verlos crecer, escucharlos hablar con soltura, o incluso notar cómo se quedaban en pijama hasta casi mediodía cuando dormían hasta tarde.

Como padre, en esos meses, Darcy se había sentido mucho más conectado a una versión de sí mismo que le encantaba. Una noche, mientras veía una película con Millie, ella le confesó, en confianza, que había dado su primer beso. Ante la respuesta amorosa que él le dio, la jovencita se soltó a contarle cómo había sido su primera cita. Lo que más le emocionaba era saber que podría seguir viviendo esas experiencias, y lo estaba haciendo.

Había tenido dos citas más con el apuesto Chase, quien llegaba por ella con flores y se comportaba como todo un caballero de dieciséis años. La trataba con dulzura, y Darcy no podía estar más satisfecho de ver a su hija disfrutando de una etapa tan especial de su vida, sintiéndose querida y respetada.

Estuvo ahí para Benson en su primer día de natación, un acto que lo llevó a sentirse no solo bien, sino también presente para su hijo, quien se llenaba de confianza cada vez que lo buscaba. Claro que tener a Meyris, Saint y Emily, que llegaron junto a Édison, lo ayudó a sentirse seguro. De pronto, esos días de práctica se volvieron una salida casi habitual con Édison y sus dos hijos, con quienes Darcy había forjado una conexión especial. Su relación con su cuñado había crecido tanto que Édison estaba considerando la posibilidad de dejar el banco y trabajar con Darcy.

La vida se había llenado de luz, de esa energía que, incluso en el reposo, no se apagaba. No era extraño para ellos encontrarse en los pasillos mientras se despedían de los niños, hacer planes antes de quedarse dormidos o perderse en esos besos y caricias que aliviaban un poco la carga de necesidad y deseo, que por el momento no podían satisfacer hasta que Dorothea cumpliera, de acuerdo con las indicaciones médicas, al menos doce semanas.




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