El desastre de Thea

84. Mazo

Se observó al espejo mientras se prensaba los labios para que el brillo que su hija adolescente le había aplicado se esparciera bien. Sonrió cuando se encontró con esa mirada de Melisande que, tras ampliar la sonrisa, no dudó en abrazarla y continuar con su arreglo, uno que llegaba muy temprano ese viernes lleno de cosas por hacer, empezando con la escuela a la que los mayores debían asistir. Sin embargo, había sido tanto el cariño y la emoción de su hija mayor que no había dejado de ayudarla, levantándose muy temprano para lo mismo.

Las dos voltearon cuando escucharon las risitas infantiles, pero Dorothea solo negó con la cabeza al ver a Aurora, quien, con unos tacones suyos, salía con una cartera colgada del codo y un sombrero. Charlotte venía tras ella, indicándole que le faltaban unas gafas, y la pequeña, que ya andaba suelta y apoderándose de toda la casa en ese mes que había pasado desde su cumpleaños, no dudó en dejárselas poner para mostrarle a su madre y a su hermana mayor su estilo.

—Qué linda luces, princesa mía.

—Mamá, tacones míos —indicó Aurora, continuando con su zapateado en tacones.

—Te robará los tacones antes que yo —le señaló Millie desde sus espaldas, mientras le acomodaba las dos hermosas cadenas que consideraba ideales para ese día, ambas obsequios de ese Darcy, quien en cada cita de control le daba algo especial—. Lista, mamá. Luces preciosa.

La jovencita se separó de ella, ofreciéndole su mano para que se pusiera de pie. Dorothea tenía doce semanas de gestación, y su cuerpo se había tomado muy en serio eso de mostrarle al mundo que estaba embarazada. Extrañamente, el primer trimestre no había sido tan asqueroso y caótico como había pensado; fue de poco vómito, aunque las náuseas habían pegado fuerte, haciendo que cosas de la casa desaparecieran, empezando por el champú de Darcy, el ambientador que usaban en los pisos y, muy a su pesar, el bacon.

—Quedé muy linda. Gracias, mi amor —le acunó el rostro a Millie, dándole un beso—. Ahora vayan, terminen de alistarse que ya no tarda el tío Édison en llegar para llevarlas a la escuela.

—Sí, sí, ya vamos. ¿Me la prestas? —preguntó Millie, tomando una de las diademas ahora exhibidas en un espacio especial que Darcy mandó a hacer para ellas.

—Sí, mi amor, claro que sí.

—Yo quiero la roja, Millie —señaló Charlotte—. Mami, ¿me la prestas?

—Sabes que sí.

Las dos salieron de la habitación, tras darle un abrazo, para terminar de preparar las cosas para la escuela. Mientras tanto, Dorothea se aplicó perfume y luego se acercó a Aurora, quien se revisaba en el espejo. La hizo chillar al tomarla en brazos y darle un beso sonoro en la mejilla, quitándole las gafas, pero dejándole el sombrero y los tacones, ya que no dejó que se los quitaran.

Cuando tocaron la puerta, volteó, notando a Melani, quien le dio una sonrisa. La niñera se había convertido en un elemento muy importante entre los Jenkins. Una vez que ese trago amargo de la desconfianza pasó de ambos lados, ella temerosa de ser despedida y ellos creyendo que había sido cómplice de Céline, las cosas, sin duda, se sintieron más ligeras, y comprendieron el gran trabajo que la preparada chica podía hacer.

Ingresó con respeto, tras la autorización de Thea, tomando a la pequeña Aurora de sus brazos, aunque la niña no quiso irse tan pronto con ella. Su madre alivió las quejas con besitos y un par de cosquillas, asegurándole que al volver iban a salir, ya que ese día tenían muchas cosas importantes que hacer.

—Para la tarde hay que prepararla para el evento. No quiero que vaya con ropa muy sofocante, pero sí que se vea linda porque, sin duda, le tomarán muchas fotos —acarició el cabello de su niña—. Quizás le haces ese peinado de varias colitas que le quedó precioso la otra vez.

—Sí, está bien. Así lo haré.

—El evento es algo tardado, entonces sería bueno llevar juguetes y golosinas para ella, aunque nada muy pesado porque luego tendremos una cena.

—Perfecto, pediré que le preparen cosas de picar, pero que no la llenen de inmediato.

—Gracias, Melani.

Acunó el rostro de su bebé y le dio un beso.

—Te amo, mi dulce princesa Aurora. Ya vuelve pronto, mamá.

Le dejó otro beso y la vio salir, ya entretenida por la niñera, para tomar sus clases de preparación y aprendizaje que le iban a dar las herramientas necesarias para no solo empezar el kínder, sino también hacerlo sin ningún contratiempo. Aunque Dorothea no deseaba que fuera tan pronto, Darcy indicó que, al igual que los otros niños, entre los tres y los cuatro años empezara a asistir a sus primeras clases presenciales.

Cómoda, como ahora se sentía, en la habitación buscó el clóset, negando al mirar sus tacones en la alfombra y algunos bolsos también, clara travesura de sus hijas menores. Tomó unas balerinas cómodas pero elegantes, que iban bien con ese estilo un poco estructurado, pero que cada día le estaba gustando muchísimo más.

En ella se notaba la curvatura del embarazo, doce semanas y dos pequeños creciendo sin ningún problema, posicionados como debían y cada día luciendo más humanos, más reales, pero siempre siendo para ella partículas brillantes de brillantina que amaba descubrir ahí en su cuerpo, alimentándose de ella, formándose en sus entrañas, siendo una parte importante de su vida y, sobre todo, siendo esperados por un hombre que cada noche les hablaba y hermanos que celebraban cada regreso de las citas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.