El deseo de Sarah

CAPITULO 11 FLAVIO (PRESENTE )

Estaba platicando con mi primo, mientras Madison platicaba con unas amigas, cuando escuchó una discusión, reconozco la voz de Oliver a sí que le doy un golpe a Orestes para que me siga, nos acercamos, ahora veo que también está Amaia y Naty la novia de Oliver.

No entiendo lo que están diciendo, hasta que llegamos y lo escucho más clara las palabras de Naty

—yo no puedo seguir a si ya te lo dije Oliver o soy yo o esta mujer, acéptalo Oliver no es tu marido, él está muerto —pero que le pasa a esta mujer.

La amiga de Amaia se está acercando, lleva una cara de pocos amigos, pero se para en seco, por qué Amaia le ha dado una cachetada a Naty, Naty le quiere responder, pero Oliver no se lo permite, me sienta mal que Naty le haya hecho ese comentario tan fuera de lugar, Simone llega y se va en contra de Naty, veo que Amaia sale corriendo, hacia la calle, yo la sigo no está bien, camino más rápido para darle alcance.

—Amaia espera —musito

 

Ella voltea a verme, sus ojos están rojos, y las lágrimas no han dejado de caer.

—Acá está mi coche

Camino hacia él, y Amaia me sigue, le abrí la puerta del copiloto y sube, la ayudo con el cinturón, huele a frutas, joder por qué estoy oliendo a Amaia. Borro de mi mente este momento.

Veo salir a Oliver, le hago una señal para que esté tranquilo, él asiente, y regresa, tomándose con Simone, subo al coche, Amaia sigue llorando, de la guantera saco un paquete de toallitas y se las doy, ella las toma sin verme.

—gracia

—de nada.

—gracias por sacarme de ahí —por fin habla.

—no te preocupes Amaia.

—¿Puedes dejarme en mi casa, por favor?—mejor llévame a casa de los papás de Oliver, iré por Maia

—¿Segura? 

—no lo sé —me contesta 

mi celular suena, lo tengo conectado al coche, veo quien es, es Orestes a sí que decido contestar

—tengo el altavoz — es lo primero que digo, no quiero que mi primo cometa alguna indiscreción

—¿te fuiste?

—si vengo con Amaia —veo de reojo a Amaia ella no me ve, sigue llorando 

—está bien, llamaré a Carlos para que venga por nosotros, cuídense 

cuelgo la llamada, estoy manejando, pero no tengo idea a donde vamos, es obvio que no llevaré a Amaia por su hija, ella no se encuentra bien.

 

Dos horas después llegamos al pueblo donde mi primo tiene una hacienda, la compro hace algunos años por qué aquí vivía Madi, lo primero que hago es buscar un lugar donde cenar, ya son las diez de la noche, Amaia no ha dejado de llorar en todo este tiempo, no quise entablar una plática, por qué sé que está a si por las palabras dichas por naty, y la entiendo que le duelan, a mí aún me duele Sarah, me duele mucho todavía y es algo que me dolerá toda mi vida lo sé.

—¿Dónde estamos? —Amaia se percata que ya no estamos en la ciudad.

—aquí en este pueblo, nació y creció Madi, pero después de perder a su abuelita se mudó a la ciudad, a ella le gusta venir mucho, aquí tiene sus mejores recuerdos con su abuela.

Veo como ella se relaja, ya se ha calmado un poco. Veo una taquería, me estacionó y bajo del coche camino rápidamente Amaia está abriendo la puerta, pero logró ayudarla, el vestido se le sube un poco, no puedo negar que se le ve espectacular de, nuevo me sorprende mis pensamientos.

 

Llegamos a la primera mesa que está disponible, no sentamos, noto que Amaia se estremece, aquí es muy cambiante el clima. Me levanto y le digo que vaya pidiendo por mí, le digo que yo quiero un taco y una quesadilla, ella asiente sin preguntarme adónde voy, voy al auto, sé que atrás traigo una chamarra, junto a una maleta que en su interior hay ropa, zapatos y hasta toallas para los niños y también hay para mí por qué uno nunca sabe qué pueda pasar cuando hay niños de por medio.

Regreso a la mesa.

—ya he pedido —dice Amaia 

Camino hasta ponerme atrás de ella y acomodarle en sus hombros mi chamarra.

—gracias tenía frío.

Los tacos no tardan en llegar, veo que ella pidió lo mismo que yo, comenzamos a comer en silencio, hace tanto que no convivo con una mujer, sin contar a madi claro que me resulta extraño estar con una, por más que todos me insisten en que vuelva a enamorarme no estoy interesado, solo me importa mis hijos ellos son todo lo que tengo, son el deseo de Sarah, ella me dejó su más grande deseo y se lo cumplí, lo cumplí para los dos, gracias a mis hijos salí adelante, nos costó mucho a su mamá y a mí nos costó mucho, por a si decirlo, pero este dolor aún lo tenemos muy latente.

El teléfono de Amaia suena, 

—es la abuela de Maia —menciona antes de contestar.

—sí.—contesta

—estoy bien, gracias por preocuparse, lo se conozco a Oliver, jamás pensaría algo a si, 

no escucho lo que la señora le dice, pero creo que están hablando del malentendido de hace rato.

—si, solo me dolió lo que me dijo de Osvaldo, sé que es la realidad, pero me duele —sus lágrimas vuelven a salir.

—sí, llámeme por cualquier cosa, —cuelga la llamada

yo le entiendo una servilleta para que limpie sus lágrimas.

—te agradezco que me sacaras de casa de Oliver, no estaba de humor para aguantar más a naty.—por fin Amaia decide hablar

—te entiendo, duele mucho la realidad, y duele más saber que no la podemos cambiar —mi voz suena melancólica.

—sé que desgraciadamente me entiendes —¿tu esposa murió en el parto?

No pensé que ella me haría esa pregunta, me tenso un poco. Decido que debía contarle un poco de lo que fue perder al amor de mi vida al fin de cuentas ella también perdió al suyo

le relato como fue que me dejo, como quede destrozado por su abandono, hasta que tiempo después supe la verdad, la encontré para perderla para siempre, fue un dolor verla en la condición que la encuentre, primero estaba enojado por haberme dejado, pero la perdone, no podía estar enojado con la mujer que amo. Amaia estaba sorprendido de como fue que nacieron mis hijos, le platique como fue que mi Sarah me pidió que le cumpliera su mayor deseo y que yo se lo cumplí.




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