El deseo de Sarah

CAPITULO 12 AMAIA

Estoy llorando en los brazos de Flavio, que es alguien que acabo de conocer, pero sé que él es el único que me puede entender, ya que pasó lo mismo que yo, él sabe cómo se siente, las palabras de Naty me dolieron, sé que Osvaldo está muerto y no puedo cambiarlo, que más quisiera yo poder cambiar esta realidad, antes no me caía mal, pero después de insinuar que Oliver y yo, joder ni puedo pronunciarlo, la odio espero no volver a verla, odia que haya nombrado a Osvaldo, mi amor no se merece ser nombrado por ella.

—vamos te llevaré a la habitación de Madison, ella tiene ropa aquí, puedes usar la que quieras.

—no quiero abusar —le contesto rápidamente.

—no te preocupes, ella justo me mandó un mensaje para que te dijera que puedes tomar lo que quieras.

Flavio se pone de pie y yo lo sigo. Subimos las escaleras, en la pared se puede ver dos fotografías del mismo tamaño, una es una señora ya de edad avanzada, supongo que es abuela de Madison y la otra foto la reconozco, es Sarah, era muy bonita, está sonriendo para la cámara.

—llegamos a la habitación, es muy amplia y muy bonita.

—puedes dormir aquí, que pases buenas noches.

Sin decir más se da la vuelta y entra a la habitación de enfrente.

Y yo entro a la mía.

Estoy sorprendida por como sucedieron las cosas, lo que sería una noche relajada para mí, se convirtió en esto.

Mi celular suena, contesto sin fijarme pensando que es Simone, pero es Oliver.

—hola Amaia, ¿Estás bien?

—si estoy bien Oliver ¿Y tú?

—un poco dolido, pero estaré bien.

—lo siento Oliver, no pensé que nuestra relación afectará a Naty.

—no es culpa tuya, por más que le explicará que tú y mi sobrina son importante para mí.

—pero no es justo que eso te afecte Oliver, tú la amas.

—la amo, pero ya me di cuenta de que no es la mujer correcta para mí, es egoísta, por qué jamás le di motivos para desconfiar de mí, no confío en mi Amaia, no importaba nada de lo que hiciera.

—lo siento. —digo.

—yo siento lo que dijo de mi hermano, joder, sabemos que se fue, pero duele escucharlo, era mi hermano, mi mejor amigo.

—él te amaba y confiaba en ti, sabes una cosa, cuando no sabíamos que sería niña, y estábamos eligiendo nombres, Oliver fue el primer nombre que digo, decía que quería que nuestro bebé se llamara como la persona que más amaba en el mundo.

Escucha a Oliver sollozar, sé cuanto le dolió la muerte de Osvaldo con él se fue su otra mitad, y es verdad Maia nos ayudó a superar su muerte.

—sabes que siempre voy a estar con ustedes, se lo prometí a Osvaldo, y aunque no se lo hubiera prometido, lo haría, siempre serás mi cuñada, aunque encuentres otro hombre y rehagas tu vida, siempre lo serás para mí.

Sus últimas palabras me retumban en mi cabeza, rehacer mi vida, me he rehusado hacerlo, no podría hacerlo cuando mi corazón late por Osvaldo.

—No tengo intenciones —me limito a contestar.

Escucho que alguien dice el nombre de Oliver, reconozco esa voz antes de preguntar, Oliver se despide y cuelga.

Me voy directo al baño para tomar una larga ducha, al salir busco una pijama en el vestidor de Madison, tiene ropa muy bonita, tendré que agradecerle después por dejarme usarla

Despierto sobresaltada, no estoy en mi cama, pero rápido me doy cuenta donde estoy, voy al baño gracias al cielo, encuentro un cepillo de dientes, anoche ni siquiera me los lave, vi un vestido muy bonito floreado color celeste, decido ponérmelo, me queda muy bien busco entre sus zapatos, algo cómodo, encuentro unas chanclas muy lindas color azul. Me peino con una cola alta, y ya estoy lista para salir, salgo, la puerta de Flavio está abierta, supongo que está abajo, me llega el aroma a huevos con tocino, y me gruñen las tripas, bajo las escaleras, y voy directo a la cocina, Flavio está frente a la estufa no trae camisa puedo ver sus anchos y fuertes hombros, me quedo un rato viéndolo, hasta que él se da la vuelta y me ve.

—buenos días, Amaia ¿dormiste bien?

—sí, gracias la cama estaba muy cómoda

—si es de los mejores colchones del mundo, Madi los compro y los amamos— pero siéntante el desayuno está listo.

Tomo asiento en la silla de la barra, mientras Flavio empieza a poner los platos y las tortillas en la barra, después se da la vuelta y se sienta a mi lado.

—espero te guste el café

—si me gusta, no sobrevivo sin él.

Comemos en silencio, pero no es un silencio incómodo, siento que Flavio y yo tenemos muchas cosas en común, nuestro dolor por haber perdido al amor de nuestras vidas.

—gracias Flavio por ayudarme a irme de ahí

—no tienes por qué darla esa chica fue muy grosera contigo.

—no sé qué le pasa, nunca hemos tenido nada que ver, Oliver es el hermano de mi esposo y lo único que hace es cuidarnos a mi hija y a mí.

—Solo es celosa e insegura

—Simone la desgreño —le comento a Flavio

—lo sé, Madi me lo dijo.

—simone no deja que nadie me haga daño.

—Recuérdame cuidarme de ella — me dice sonriendo.

Yo le respondo de la misma manera.

—después de desayunar iremos a pasear, el pueblo es pequeño, pero muy bonito, podemos ir al kiosco y comer haya.

—debo llamar a mis suegros, solo para asegurarme que mi bebe esté bien.

—claro me iré a cambiar —Flavio se levanta y se va.

Llamo a mi suegra para preguntarle como está mi hija,

—hola hija, ¿cómo estás?

—estoy mejor, gracias, ¿ustedes, cómo están?

—Maia y el abuelo han ido a sacar a bob, no deben tardar

—¿Durmió bien anoche? —pregunto

—sí durmió con nosotros.

—le gusta dormir acompañada.

—si aunque pregunto por ti, pero su abuelo la distrajo y se durmió tranquila.

—la extraño

—ella también Amaia, y no sabes lo que agradecemos que nos permitas tenerla unos días con nosotros es como sentirlo a él cada que la abrazamos.

Derramo una lágrima, al escuchar eso, yo siento lo mismo cada que abrazo a mi hija es como abrazarlo a él.




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