El destino mágico o algo que estaba esperando por ellos hizo que la conexión sea maravillosamente mágica, como si hubieran estado conectados desde siempre. Lo que estaba destinado a ocurrir se cumpliría, sin importar los obstáculos que se presenten en el camino.
La energía entre ellos era palpable, y cada palabra, cada mirada, y cada gesto parecía estar destinado a ser exactamente como era. “Era como si el universo mismo hubiera conspirado para unirlos en ese momento, en ese lugar y de esa manera.”
Luz sabiendo con certeza lo que iba a suceder, pensó que la vida se vive sólo una vez, que el momento era irrepetible, si ocurre no se repetiría, y simplemente no quería lamentarse, ella anhelaba mantener viva la llama de amor que había nacido en su corazón gracias a Ernesto.
Pronto Ernesto y Luz volvieron a encontrarse en el consultorio, esta vez para un nuevo control.
Ernesto, un médico apasionado por su trabajo, siempre dispuesto a ayudar a sus pacientes con dedicación. Años de estudio y esfuerzo lo habían convertido en un profesional respetado.
Luz, una mujer valiente que viene enfrentando una anemia severa, al no encontrar a su médico que la estaba tratando, la llevo a conocer a Ernesto en el hospital.
Era el día de su consulta médica, la ansiedad y la emoción llenaban el aire. Al entrar en la sala de espera, sus ojos se iluminaron al ver a Ernesto.
Aquí tienes el texto corregido:
—¡Luz! ¡Qué sorpresa verte! —exclamó Ernesto con una sonrisa. Ella se sintió aliviada al escuchar su voz familiar.
Luz entró al consultorio de Ernesto llevando consigo una carpeta con los resultados de las pruebas que se había realizado. Al entrar, se saludaron; se sentó en la silla que Ernesto le había indicado y sonrió.
Ernesto la miró con una sonrisa. —Hola, Luz. ¿Cómo estás hoy?
—¡Hola! Estoy bien, gracias —dijo—. Mi consulta es para que me vea los resultados de los estudios, doctor.
—Muy bien, Luz, veamos qué nos dicen los estudios —dijo Ernesto.
Ernesto asintió y extendió la mano para tomar la carpeta. —Excelente —dijo—. Déjame ver.
Luz le entregó la carpeta y Ernesto comenzó a revisar los resultados.
Durante la revisión de los estudios médicos, la tensión se desvanecía, Ernesto no podía evitar notar la forma en que la luz del sol que entraba por la ventana iluminaba el rostro de Luz, resaltando su belleza.
Después de unos minutos levantó la vista y la miró. Luz se sintió un poco nerviosa, pero al ver a Ernesto sonreír se sintió mas tranquila.
Luz por su parte, se sentía cada vez más cómoda en presencia de Ernesto. La forma en que el la trataba, con respeto y compasión, la hacia sentir segura y protegida.
De repente, Ernesto se detuvo en una página del informe médico y miró a Luz con una expresión de sorpresa y admiración.
—¡Luz, tus resultados son increíbles! —dijo. —Tu salud ha mejorado significativamente desde la última vez que te vi.
—Los estudios muestran que estás progresando muy bien —dijo—, no hay nada de qué preocuparnos.
Luz sonrió, sintiendo un gran alivio y felicidad. —Gracias, doctor —dijo—. Me siento mucho mejor ahora, ¡son buenas noticias!
Ernesto asintió con la cabeza, sonriendo. —Me alegra mucho escuchar eso —dijo—. También me alegra verte de nuevo. Te he echado de menos.
Luz se sintió un poco sorprendida por la sinceridad de Ernesto, pero también se sintió halagada y agradecida. —Yo también te he echado de menos, doctor —dijo sonriente.
La conexión entre ellos era cada día más fuerte y mágica; se sentían como si estuvieran conectados por un hilo invisible, un hilo que los unía y los hacía sentir completos.
Cuando la consulta terminó, Luz sintió una mezcla de gratitud y algo más. —Quiero agradecerte, Ernesto. No sólo por tu ayuda, sino por toda la confianza que has puesto en mí. Siempre estaré agradecida —dijo con sinceridad.
Ernesto sintió que su corazón latía más rápido. —Fue un placer ayudarte, Luz. Pero hay algo que quiero decirte también… Entiendo que es poco tiempo desde que nos conocemos, pero te tengo un gran respeto y cariño —confesó con una sonrisa nerviosa.
Luz se quedó sorprendida, pero también emocionada. La conexión que habían compartido durante la consulta había evolucionado en algo más profundo.
—Yo también siento algo especial por ti —respondió, sin poder contener la alegría que desbordaba en su corazón.
Ernesto se dio cuenta de que no quería que Luz se fuera. Quería pasar más tiempo con ella, quería conocerla mejor, y sentir su presencia cerca de él.
Y Luz, por su parte, se sentía igualmente. No quería dejar a Ernesto, no quería perder la conexión que habían establecido. Así que mientras se despedían, Ernesto le pidió a Luz que se quedara un rato más, que tomaran un café juntos. Y Luz, sonriendo, aceptó.
Ernesto se levantó de su silla y se dirigió hacia la máquina de café que había en un rincón del consultorio.
—¿Cómo te gusta el café, Luz? —preguntó.
Luz se levantó de su silla y se acercó a Ernesto.
—Me gusta con leche y azúcar —dijo.
Ernesto sonrió y comenzó a preparar el café. Mientras el café estaba listo, Luz y Ernesto comenzaron a charlar sobre diversos temas, desde la medicina hasta la vida personal.
El ambiente era relajado y agradable, y Luz se sintió cada vez más cómoda en presencia de Ernesto. Cuando el café estuvo listo, Ernesto lo sirvió en dos tazas y se sentaron juntos en el rincón del consultorio.
Ernesto se inclinó hacia adelante.
—Me alegra que hayas aceptado mi invitación, Luz —dijo—. Me gustaría conocerte mejor.
Luz se sintió un poco nerviosa, pero también intrigada.
—Me gustaría conocerte mejor también, doctor —respondió con una sonrisa.
La conversación fluyó fácilmente, y Luz se sintió como si ya hubiera conocido a Ernesto durante mucho tiempo. La conexión entre ellos era clara, y Luz se sintió atraída por la personalidad cálida y amable de su médico.
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Editado: 21.02.2025