La distancia entre Ernesto y Alicia fue breve, y la espera fue corta; pronto se volverían a encontrar. Una tarde, la voz de Ernesto sonó clara y cálida a través de la línea telefónica, invitando a Alicia a un café íntimo. Ella se arregló con rapidez y salió al encuentro de su enamorado, sintiendo una mezcla de emoción y anticipación.
Llegó a la acogedora cafetería llevando consigo su sombrilla negra brillante en las manos, y con una sonrisa radiante se refugió bajo el techo de la entrada. Miró a su alrededor, sintiendo el ambiente cálido y el aroma del café recién hecho, y vio a Ernesto sentado en una mesa cerca de la ventana, sonriendo hacia ella con una expresión que iluminaba su corazón.
La lluvia caía suavemente, creando una melodía tranquila, y convirtiendo el encuentro de dos almas en un momento único y especial. Alicia sintió que el mundo a su alrededor se desvanecía mientras la lluvia caía, y solo existían ellos dos.
Ernesto, con una sonrisa al verla, dijo:
—¡Hola, Alicia! Me alegra que hayas venido.
Se levantó de su silla para abrazarla.
—La lluvia le da un toque especial a este encuentro, ¿no crees? —susurró en su oído.
—¡Ernesto! ¡Me alegra verte! —respondió ella, devolviéndole el abrazo.
Se acomodaron en la mesa y solicitaron dos cafés. Mientras esperaban, se quedaron contemplando la lluvia que caía suavemente más allá de las ventanas.
—Es un buen momento para ponernos al día —dijo Alicia, sonriendo mientras miraba a través de la ventana.
—Definitivamente. Me gustaría saber cómo has estado —respondió Ernesto, con curiosidad en sus ojos.
—He estado reflexionando sobre muchas cosas, especialmente sobre el futuro —confesó Alicia, sintiéndose cómoda al compartir sus pensamientos.
—El futuro siempre es incierto, pero creo que lo mejor es tomarlo como viene —comentó él, asintiendo con comprensión.
—Tienes razón. A veces, lo inesperado puede ser lo más hermoso —respondió ella, sintiendo que el momento entre ellos se llenaba de nuevas oportunidades.
—Adoro el sonido de la lluvia —dijo Alicia con una sonrisa radiante.
—Hay algo mágico en el ritmo de las gotas de lluvia —respondió Ernesto, contemplando cómo caían.
Mientras observaban la lluvia, la mesera, una mujer amable con un delantal impecable, se acercó con los dos cafés y preguntó:
—¿Les gustaría acompañar su café con algo para comer?
—Me encantaría una porción de pastel de chocolate —dijo Ernesto con entusiasmo.
—Yo también —agregó Alicia—. ¡Podemos compartir!
La mesera asintió con la cabeza y se retiró. Mientras tanto, Ernesto y Alicia volvieron su atención hacia la ventana y contemplaron la calle. Los coches pasaban lentamente, con las luces encendidas, y la lluvia creaba una capa de agua en el asfalto, produciendo un efecto hipnótico.
Minutos después, la mesera volvió con sus pedidos y ellos se acomodaron para disfrutar de su deliciosa merienda, rodeados del ambiente acogedor y de la suave lluvia que caía afuera.
—Este pastel de chocolate es increíblemente rico —dijo Ernesto, saboreando su primer bocado.
—Esto es un pedazo de cielo —respondió Alicia, disfrutando del sabor del pastel.
Mientras degustaban su merienda, Ernesto y Alicia compartieron historias de nostalgia.
—¿Recuerdas aquel día que nos vimos por primera vez? —preguntó Alicia, riendo.
—¡Cómo olvidarlo! Es un recuerdo que no podría olvidarlo —contestó Ernesto, sonriendo ante el recuerdo—. Pero fue un gran día.
Continuaron hablando de sus aspiraciones y proyectos a futuro, creando un vínculo cada vez más profundo.
La lluvia que caía suavemente afuera creaba un ambiente cálido y acogedor en la cafetería, como si el mundo exterior se hubiera detenido para permitirles disfrutar de ese momento especial juntos. En ese instante, el tiempo y el espacio se detuvieron, y solo existieron ellos dos, inmersos en su propio universo. La cafetería se convirtió en un refugio íntimo, donde la conexión entre ellos era la única realidad que importaba.
—Me alegra que hayamos podido vernos —dijo Alicia, mirando a Ernesto a los ojos.
—A mí también. Prometamos no esperar tanto tiempo para el próximo encuentro —respondió él, con una sonrisa sincera.
Las miradas y los sonidos del entorno se difuminaron, y solo quedó la intensa y única energía que compartían, una conexión que los hacía sentir como si estuvieran en un mundo propio, donde nada más existía. Después de un rato de intimidad en la acogedora cafetería, Ernesto y Alicia decidieron aventurarse bajo la lluvia, abrigados bajo la sombrilla y listos para explorar la noche.
Alicia sonrió radiante y Ernesto la estrechó entre sus brazos, abrigándola cálidamente bajo la sombrilla. La lluvia seguía cayendo suavemente, pero para ellos, era como si estuvieran en una burbuja de amor, aislados del mundo exterior. Cada gota que caía parecía intensificar el romance que los envolvía, mientras caminaban juntos, disfrutando del sonido tranquilizador de la lluvia que los acompañaba en su paseo.
—¿Te gustaría dar un paseo? —sugirió Ernesto mientras caminaban juntos.
—¡Sí! Me encantaría —respondió Alicia, emocionada por la idea.
Mientras hablaban, cada paso bajo la lluvia hacía que Alicia sintiera algo muy profundo que comenzaba entre ellos. Abrazados bajo la sombrilla y sintiendo cómo los salpicaba el agua fresca, creaban un instante de paz y conexión sin necesidad de palabras. Cada gota de agua era como una suave nota musical que celebraba el reencuentro de la pareja, convirtiendo la noche en un hermoso sinfonía de amor. El ritmo de la lluvia se entrelazaba con sus risas y sus miradas, amplificando la magia del momento.
—Me fascina la manera en que interpretas la vida —dijo Ernesto con ternura—. Siempre encuentras la belleza en cada detalle.
Alicia sonrió, sintiéndose valorada.
—Me gusta cómo me haces sentir amada y valorada —respondió ella.
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Editado: 15.08.2025