La distancia entre Ernesto y Luz fue breve, y la espera fue corta, pronto Ernesto y Luz se volverían a encontrarse. Una tarde la voz de Ernesto sonó clara y cálida a través de la línea telefónica invitando a Luz a un café íntimo. Luz salió al encuentro de su amado bajo una sombrilla de color negro brillante en sus manos, la lluvia caía suavemente convirtiendo el encuentro de dos almas en un momento único. Mientras hablaban, cada paso bajo la lluvia, Luz sentía algo muy profundo que comenzaba entre ellos, abrazados bajo la lluvia compartiendo una sombrilla, y sintiendo que los salpicaba el agua mesclado de un aire creando un ínstate de paz sin necesidad de palabras.
Luz se arregló con rapidez y salió a encontrar a Ernesto, llegó a la cafetería llevando consigo su sombrilla negra brillante en mano, y con una sonrisa radiante se refugio bajo el techo de la entrada. Miró a su alrededor y vio a Ernesto sentado en una mesa cerca de la ventana, sonriendo hacia ella.
Ernesto, con una sonrisa al verla, dijo:
—¡Hola, Luz! Me alegra que hayas venido.
Se levantó de su silla para abrazarla.
—La lluvia le da un toque especial a este encuentro, ¿no crees? —susurró en su oído.
—¡Ernesto! ¡Me alegra verte! —respondió Luz, devolviéndole el abrazo.
Se acomodaron en la mesa y solicitaron dos cafés. Mientras esperaban, se quedaron contemplando la lluvia que caía suavemente más allá de las ventanas.
—Adoro el sonido de la lluvia —dijo Luz con una sonrisa radiante.
—Yo también —respondió Ernesto—. Hay algo mágico en el ritmo de las gotas de lluvia.
La mesera, una mujer amable con un delantal impecable, se acercó con los dos cafés y preguntó:
—¿Les gustaría acompañar su café con algo para comer?
—Puedo pedir una porción de pastel de chocolate, por favor —dijo Ernesto.
—Me gustaría compartir la experiencia —dijo Luz—. Una porción de pastel de chocolate para mí también, por favor.
La mesera asintió con la cabeza y se retiró. Mientras tanto, Ernesto y Luz se volvieron hacia la ventana y contemplaron la calle. Los coches pasaban lentamente, con las luces encendidas, y la lluvia creaba una capa de agua en el asfalto, produciendo un efecto hipnótico.
—La lluvia le da un toque mágico a la ciudad, ¿no te parece? —dijo Luz con una sonrisa.
—Sí, es como si la lluvia calmara el ritmo de la ciudad y la llenara de serenidad —respondió Ernesto.
La camarera volvió con sus pedidos y ellos se acomodaron a disfrutar de su deliciosa merienda, rodeados del ambiente acogedor y la lluvia suave que caía afuera.
—Este pastel de chocolate es increíblemente rico —dijo Ernesto con una sonrisa de satisfacción.
—Esto es un pedazo de cielo —respondió Luz, saboreando el pastel de chocolate.
Mientras disfrutaban de su merienda, Ernesto y Luz compartieron historias de nostalgia, hablaron de sus aspiraciones y proyectos a futuro, creando un vínculo cada vez más profundo.
La lluvia que caía suavemente afuera creaba un ambiente cálido y acogedor en la cafetería, como si el mundo exterior se hubiera detenido para permitirles disfrutar de ese momento especial juntos.
En ese instante, el tiempo y el espacio se detuvieron, y solo existieron Ernesto y Luz, inmersos en su propio universo. La cafetería se convirtió en un refugio íntimo, donde la conexión entre ellos dos era la única realidad que importaba.
Las miradas y los sonidos del entorno se difuminaron, y solo quedó la intensa y única energía que compartían, una conexión que los hacía sentir como si estuvieran en un mundo propio, donde nada más existía.
Después de un rato de intimidad en la cafetería, Ernesto y Luz decidieron aventurarse bajo la lluvia, abrigados bajo la sombrilla y listos para explorar la noche.
Luz sonrió y Ernesto la estrechó entre sus brazos, abrigándola cálidamente bajo la sombrilla. La lluvia seguía cayendo, pero para ellos era como si estuvieran en una burbuja de amor, aislados del mundo exterior.
—Cada gota de agua es como una nota musical que celebra nuestro reencuentro —dijo Luz.
Ernesto sonrió con ternura. —Me fascina la manera en que interpretas la vida —dijo—, siempre encuentras la belleza en cada detalle.
—Me encanta la forma en que me haces sentir amada y valorada —dijo Luz con una sonrisa.
Ernesto la miró con una mirada llena de amor. —Te amo, Luz —dijo con una voz llena de emoción.
—Siento lo mismo por ti. Te amo, Ernesto —respondió Luz, con el corazón latiendo con más fuerza.
Y en ese momento, bajo la lluvia mágica, rodeados de la esencia romántica de la ciudad, supieron que su amor era auténtico.
Luz miró pasar los autos y dijo: —Es como si la ciudad se hubiera quedado en silencio, solo por nosotros. Aquí todo parece más tranquilo, más mágico.
—Parece que el mundo entero se hubiera detenido, y solo quedáramos nosotros dos —dijo Ernesto.
—Y a veces, en medio de la tormenta, encontramos nuestro refugio —expresó Ernesto, sonriendo, mientras se acercaba un poco más a Luz bajo la sombrilla.
—Y en medio del ruido, encontramos nuestra melodía —contestó Luz, sonriendo suavemente.
Tomando la mano de Luz suavemente, Ernesto dijo: —Y en este mundo, solo importamos tú y yo. ¿Te gustaría que hiciéramos esto más seguido?
Luz, sintiéndose cálida por dentro, respondió: —Me encantaría. Cada encuentro es como un susurro en medio del ruido de la ciudad.
Con una mirada profunda, Ernesto añadió: —Mientras la lluvia siga cayendo, quiero seguir compartiendo momentos así contigo.
—Entonces, hagámoslo. Que los coches pasen, que la lluvia caiga; aquí, bajo esta sombrilla, solo somos nosotros —respondió Luz, sonriendo.
Ambos se quedan en silencio un momento, disfrutando de la tranquilidad que han creado, mientras el sonido de los vehículos en la calle se convierte en una suave melodía de fondo.
Sus miradas se encontraron en un momento de intensa conexión, como si el mundo se hubiera detenido, sólo existían ellos dos y el ruido del agua que caía a su alrededor en una de las aceras de la calle dónde por fin se dieron su primer beso, la lluvia seguía cayendo y cada gota parecía una melodía que conmemoraba el reencuentro. Seguían caminando bajo la sombrilla donde compartían un refugio, el abrazo de Ernesto fue cálido, un gesto que hizo que Luz se sintiera segura y protegida, en ellos resplandecía una chispa de amor rejuvenecido. Cada palabra y cada mirada se convertía en una chispa de conexión mágica.
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Editado: 21.02.2025