El Encuentro.
Pronto Ernesto y Luz volvieron a tener una cita en el mismo restaurante. Era una noche mágica en la ciudad, las luces brillaban con intensidad y el aire estaba impregnado de la fragancia de las flores en primavera. Luz, emocionada, se arreglaba frente al espejo. Aquella noche era especial, ya que celebraría su primer aniversario con Ernesto, un médico respetado que había conquistado su corazón con su amabilidad y dedicación.
Luz había admirado el compromiso de Ernesto con su profesión y su capacidad para escuchar. Era un hombre apasionado por ayudar a los demás, y eso la había atraído desde el primer momento. Al mirarse en el espejo, se preguntaba cómo sería la noche. Sabía que Ernesto había planeado algo especial, y su corazón latía con anticipación.
Cuando llegó el momento de salir, Luz tomó un taxi hacia el elegante restaurante que Ernesto había elegido. El lugar estaba adornado con luces tenues y velas que creaban un ambiente romántico. Al entrar, vio a Ernesto esperando en una mesa junto a la ventana. Su sonrisa iluminó la habitación y, al acercarse, pudo ver el destello de amor en sus ojos.
—¡Te ves hermosa! —exclamó él, levantándose para abrazarla.
La cena comenzó con una deliciosa selección de aperitivos, y cada bocado parecía mejorar la velada. Conversaron sobre sus sueños y anhelos, compartiendo risas y miradas cómplices. Ernesto le contó sobre sus experiencias en el hospital, los retos que enfrentaba cada día y cómo encontraba en su trabajo un propósito profundo.
—A veces, es difícil, pero cuando veo a mis pacientes recuperarse, siento que todo vale la pena —dijo Ernesto, su voz llena de pasión.
Luz lo escuchaba con atención, admirando su dedicación y la forma en que hablaba con tanto amor de su profesión.
—Eres un verdadero héroe —respondió ella, tocando suavemente su mano—. Haces una diferencia en la vida de las personas.
La cena continuó con platos exquisitos y una botella de vino que disfrutaron lentamente, saboreando cada momento. Al terminar, Ernesto pidió el postre y, cuando llegó, era un exquisito pastel de chocolate que ambos devoraron con gusto.
—Este es mi favorito —dijo Luz, sonriendo mientras disfrutaba de la dulzura—. Pero creo que esta noche es aún más dulce porque estoy contigo.
Cuando salieron del restaurante, un repentino aguacero los sorprendió. Las calles brillaban con el reflejo de las luces y las gotas de lluvia caían suavemente. Ernesto, riendo, tomó la mano de Luz y la guio hacia una pequeña sombrilla que llevaba en su mochila.
—Vamos a refugiarnos —dijo, mientras la protegía con su cuerpo.
Bajo la sombrilla, se abrazaron, sintiendo la calidez del otro en medio del frío. La lluvia caía con fuerza, pero eso solo hacía que el momento fuera más especial. Con cada paso, las risas y las conversaciones se entrelazaban en una melodía que solo ellos podían escuchar.
—¿Te gustaría bailar? —preguntó Ernesto, con una chispa traviesa en sus ojos.
—¿Bailar en la lluvia? —Luz se sorprendió, pero la idea la emocionaba.
Sin esperar respuesta, Ernesto la tomó de la mano y la guió a un pequeño claro donde la lluvia caía con más intensidad. Allí, comenzaron a moverse al ritmo de la música que solo existía en sus corazones. Cada giro y cada paso se llenaban de risas y abrazos, mientras las gotas de lluvia se deslizaban por sus rostros.
Mientras danzaban, la conversación fluyó entre ellos, llena de sueños y promesas.
—¿Alguna vez has pensado en lo que deseas lograr en la vida? —preguntó Luz, sintiendo que ese momento era perfecto para abrir su corazón.
Ernesto la miró con seriedad, pero su sonrisa nunca se desvaneció.
—Quiero ser un mejor médico y ayudar a más personas. Pero también quiero encontrar la felicidad en los pequeños momentos, como este —dijo, señalando la lluvia—. Quiero compartir mi vida con alguien que entienda la importancia de vivir plenamente.
Luz sintió que su corazón se llenaba de amor por él.
—Yo también deseo eso. Quiero explorar el mundo, conocer diferentes culturas y, sobre todo, disfrutar de cada instante —respondió.
La lluvia continuó cayendo, pero ellos eran ajenos a todo. En ese momento, el mundo exterior se desvanecía, y solo existían ellos dos, abrazados bajo la sombrilla, con el sonido de la lluvia como su banda sonora.
Finalmente, se detuvieron y se miraron a los ojos. La conexión entre ellos era palpable, y Luz sintió que era el momento de dar un paso adelante. Con un gesto suave, tomó la mano de Ernesto y la llevó a su corazón.
—Prometamos vivir plenamente cada momento que la vida nos ofrezca. No solo en la alegría, sino también en los desafíos —dijo Luz, con sinceridad.
—Prometido —respondió Ernesto, su voz firme—. Estoy listo para explorar juntos el camino que nos espera, lleno de posibilidades y sueños compartidos.
Con cada latido, sellaron nuevamente su compromiso en medio de la lluvia, con un beso que desató una oleada de emociones. Era un momento que jamás olvidarían, una promesa de amor y pasión que marcaría el inicio de un nuevo capítulo en sus vidas.
A medida que la lluvia comenzaba a cesar, Luz y Ernesto se dieron cuenta de que habían creado un recuerdo imborrable. Los caminos que tomaron esa noche estaban llenos de promesas y la certeza de que juntos podían enfrentar cualquier desafío.
Con la lluvia como testigo, regresaron a casa, sus corazones latiendo como uno solo. La noche no solo había sido una cena romántica; había sido el inicio de una aventura que los llevaría a explorar su amor, sus sueños y el futuro que les esperaba.
Cada día que pasaron juntos se convirtió en una oportunidad para profundizar su conexión. Desde viajes espontáneos hasta tardes de arte en casa, cada experiencia los unía más. Y así, mientras caminaban por la vida, sabían que estaban en el camino correcto, listos para enfrentar lo que el destino les tenía preparado.
#1312 en Otros
#295 en Relatos cortos
hombreenbuscadesuidentidad, mujersensiblequeenfrentasupasado, destinoconectordesuscaminosyexperiencias
Editado: 21.02.2025