La conexión entre Ernesto y Luz se intensificó cuando él tomó sus manos y, con un acto de confianza, le pidió compartir sus vidas juntos, unidos por una promesa de amor, lealtad y compromiso. Ernesto miró a Luz con ojos llenos de emoción y pidió que le prometiera estar siempre a su lado, que no lo dejara solo. Luz miró a Ernesto con ojos llenos de amor y lealtad, y le prometió que nunca lo abandonaría, que siempre sería su refugio, y que si se presentaba algún obstáculo en el camino, lo esperaría sin importar el tiempo, con paciencia y amor.
Tuvieron una vida plena y feliz, pero pronto Ernesto volvería con su exesposa, dejando a Luz devastada sin dar tanta explicación y cortando toda comunicación con ella.
Mientras la primavera se alejaba, la deslealtad pronto se hizo presente. Luz no sabía que caminaba hacia un amor que estaba prohibido. La relación entre Ernesto y Luz llegó a un abrupto final cuando él decidió volver con la madre de su hijo, cortando toda comunicación con ella.
La traición de Ernesto dejó a Luz en un estado de dolor profundo. Su alma estaba llena de heridas abiertas y una tormenta emocional la dejó devastada; las lágrimas de la vida la habían consumido.
Un día, el teléfono sonó. Luz, con el corazón latiendo con fuerza, respondió. Era Ernesto al otro lado de la línea. —Lo siento, Luz, pero voy a volver con mi exesposa. Lo hago por mi hijo —dijo él, su voz fría y distante.
Las palabras resonaron en su mente como una campana de duelo. La traición del otro lado de la línea le llenó de heridas que la dejaron aún más devastada. Cada sílaba era un eco de su sufrimiento, y el dolor se apoderó de ella como una ola arrasadora.
Luz sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Las promesas que una vez compartieron se desvanecían en el aire, y el amor que había creído eterno se convirtió en un recuerdo doloroso. Su corazón se rompió en mil pedazos, y las lágrimas comenzaron a fluir, una corriente interminable de tristeza y desesperación.
Mientras colgaba el teléfono, y sin poder responder una sola palabra, la realidad la golpeó con fuerza. Se sentó en el suelo, rodeada de sombras, sintiendo que todo lo que había construido se desmoronaba. La traición y la soledad la envolvían, dejándola atrapada en un laberinto de dolor del que parecía imposible escapar.
Con un suspiro profundo, murmuró: —No sé cómo llegué aquí. ¿Por qué nadie me advirtió? Las lágrimas comenzaron a brotar, y se cubrió el rostro con las manos. —¿Cómo puedo salir de esto? —preguntó en voz baja, como si esperara una respuesta de las paredes que la rodeaban.
La oscuridad parecía cerrarse a su alrededor, y se sintió completamente perdida. —Todo se siente tan vacío —admitió, sintiendo que su voz se quebraba. A pesar de la desesperación, una pequeña parte de ella aún anhelaba encontrar la salida, aunque no sabía cómo.
Pero en medio de la devastación, Luz sabía que debía encontrar la fuerza para seguir adelante. Aunque el camino sería difícil.
Luz se sentía perdida, como si el sol se hubiera ocultado detrás de nubes eternas. Las risas compartidas, las promesas y los sueños que una vez florecieron en su corazón ahora eran solo ecos lejanos. Cada día era una lucha, y el vacío que dejó Ernesto en su vida era abrumador.
Se pasaba horas mirando por la ventana, anhelando los momentos felices. Mientras observaba el paisaje, murmuró para sí misma: —¿Dónde fallé? ¿Por qué no vi las señales?
La traición había erosionado su confianza y sumido su espíritu en una oscuridad que parecía no tener fin. Con un suspiro profundo, se habló en voz alta: —Nunca pensé que alguien a quien amaba pudiera hacerme esto.
Entonces, recordó las risas y las promesas, y una lágrima resbaló por su mejilla. —¿Cómo pude ser tan ciega? —preguntó, sintiendo que las respuestas se le escapaban entre los dedos.
A pesar del dolor, una pequeña chispa de resistencia comenzó a encenderse en su interior. —No puedo seguir así —decidió, levantándose de su asiento—. Debo encontrar una manera de sanar. Pero solo eran chispas de resistencia que no podía controlar por el dolor que le tenía el alma en pedazos.
La falta de sensibilidad de Ernesto hacia el bienestar emocional de Luz había sido lo más devastador. Su insensibilidad se convertiría en un recordatorio amargo de su relación, un eco constante que la acompañaría en su camino hacia la sanación. Luz tuvo que aprender a vivir con el dolor de saber que su amado no se preocupó por sus sentimientos, como si ella nunca hubiera sido más que un capítulo cerrado en su vida.
A pesar de haberse entregado por completo a la relación, Ernesto se alejó sin mirar atrás, olvidando todas las promesas incumplidas que habían compartido. Las palabras que alguna vez habían sido un refugio se convirtieron en dagas que le atravesaban el corazón. Luz se sintió traicionada, como si su amor hubiera sido en vano.
Cada día, la ausencia de Ernesto pesaba en su pecho. Recordaba los momentos felices, las risas y los sueños compartidos, pero esos recuerdos ahora estaban teñidos de tristeza. La deslealtad de Ernesto la había dejado con un vacío profundo, y cada intento de seguir adelante parecía un esfuerzo inútil.
La espera fue difícil. Luz tenía la plena conciencia de la ausencia de Ernesto y temía al futuro por el abandono. Aterrorizada por lo que estaba por venir, se refugió en su caparazón, incapaz de lidiar con la realidad que la rodeaba. Ignoró lo que había visto y sentido, intentando bloquear el dolor que la consumía.
La incertidumbre que la atormentaba había dado paso a una dura realidad. Cada día se sentía más atrapada en un ciclo de tristeza y ansiedad. Las horas se arrastraban, y la soledad se convertía en su única compañera, recordándole constantemente lo que había perdido.
Luz evitaba cualquier lugar que le recordara a Ernesto. Cada rincón de su vida había sido tocado por su presencia, y la simple idea de enfrentarse a esos recuerdos la llenaba de angustia. Se sumía en sus pensamientos, tratando de entender cómo algo tan hermoso había terminado en dolor.
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Editado: 21.02.2025