Yo nací niño. Al menos eso decía el mundo.
Tenía nombre de niño. Ropa de niño. Juegos de niño. Pero por dentro, había algo más. Algo suave. Algo que florecía en silencio, como una flor que crece en una habitación sin ventanas. Nadie lo veía. Yo tampoco entendía qué era.
Mi madre fue la única que me dio un respiro, sin saberlo. A ella le encantaba coser, y a veces hacía vestidos para sí misma. La miraba y me parecía mágica. Brillaba. Sus colores, su forma de caminar, su voz… Cuando se agachaba a arreglar los dobladillos, yo me imaginaba haciéndolo también. Soñaba con usar su ropa. Soñaba con que mi reflejo fuera como ella.
Pero cada vez que decía algo tierno, me corregían. "Eso no es de hombres." "Hablas como niña." "Llora, pero en tu cuarto."
Aprendí a quedarme callado. Aprendí a golpear las paredes en vez de llorar. Aprendí que sentir estaba mal. Y si estaba mal, entonces yo también lo estaba.
Así crecí. Como niño. Como hombre. Como algo que no era yo.
La ropa que me daban me apretaba… no por talla, sino por lo que representaba. Yo quería ser libre, pero la libertad para mí era "rara". La libertad era "confundida". La libertad era "ridícula".
Y entonces, me escondí. Me guardé como se guarda algo valioso que no sabes si es permitido tener. Me convertí en actor de mi propia vida. Y cada sonrisa falsa era una capa más que me alejaba de mí misma.
Pero, aunque todos los días me vestía con ropa que no elegí, aunque respondía a un nombre que no sentía mío, aunque el mundo me decía quién debía ser…
Dentro de mí, una pequeña voz seguía ahí. Pequeña, pero terca. Dulce, pero firme. Y cada día, esa voz se parecía más a mí.
Firmado: —Rem
#1213 en Novela contemporánea
#2232 en Otros
#553 en Relatos cortos
romance, kpop baile y canto, historia cruda sobre crecer distinto
Editado: 28.08.2025