Ahí estaba yo… Destruido. Vacío. Sin nada.
¿Qué más puede pasar?, me preguntaba. Ya lo viví antes. Ya estuve solo. ¿Pero esta vez… saldré adelante?
No lo creía.
Llegué a casa. Todo parecía… extraño. Mi padre en el sillón. Mis hermanos en silencio. El ambiente… denso. Oscuro.
Algo no estaba bien.
—¿Qué pasa? —pregunté.
Mi padre me miró. Frío. Como si no supiera cómo decirlo… O como si no le importara del todo.
—Tu mamá se fue. No sabemos nada de ella. No hay nada de ella en la casa.
Sentí cómo se me fue el alma del cuerpo. Mi mochila cayó al suelo. Mi mente entró en shock.
No. No puede ser. No ella.
Mi padre y mis hermanos hablaban, pero yo ya no los escuchaba. Solo oía un zumbido. Un eco lejano. Como si me estuviera hundiendo en el fondo de un lago helado.
Subí corriendo a la habitación de mis padres. Abrí el clóset. El lado de mi madre… Vacío.
Abrí los cajones. Vacíos.
Las fotos. Sus perfumes. Sus cosas. Todo… desaparecido.
Mi madre se fue. Así, sin más.
Sin despedirse. Sin decirme una palabra. La mujer que era mi refugio. La que cantaba conmigo. La que me abrazaba cuando nadie más lo hacía. Se fue.
Ese día… mi corazón terminó de morir.
No pude contenerlo. No fingí. No escapé en un videojuego. No escribí un diario. No me escondí.
Lloré.
Como nunca en mi vida. Como si mi alma se hubiera roto en mil pedazos. Porque así fue.
Esa noche no dormí. Solo lloré. Lloré toda la noche. Repitiendo en mi mente, como una maldición:
"Prepárate, porque de aquí en adelante, la vida se pone más difícil."
Tenías razón, papá.
Pero jamás pensé que el primer golpe vendría de ella.
#1228 en Novela contemporánea
#2249 en Otros
#559 en Relatos cortos
romance, kpop baile y canto, historia cruda sobre crecer distinto
Editado: 28.08.2025