El Diario De Rem

Entrada 16 – "El monstruo en el espejo"

Los días pasaban. Y yo también… pasaba. Sin vivir. Sin avanzar. Sin sentir. Solo existía.

Mi padre se hundía en su trabajo. Salía temprano, regresaba tarde. Como si evitara su realidad. Como si ya no quisiera ser parte de esta casa.

Mis hermanos seguían su vida… como si nada. Como si todo estuviera bien. ¿Y yo?

Encerrado. Muriendo lentamente. Desapareciendo en vida.

Después de graduarme no estudié, no busqué trabajo. Solo… me apagué. Me volví un fantasma dentro de mi propio hogar. Mi mundo era mi cuarto, la oscuridad, el silencio, el teclado de la PC, y una simulación perfecta en la pantalla.

Ese mundo falso era lo único que me quedaba. Ahí sí podía vivir. Ahí sí podía sentir.

O eso pensaba…

Pero la verdad era otra: No era feliz.

Mi risa no era real. Mis lágrimas no eran por un juego. Mi alma gritaba dentro de mí, pero nadie la escuchaba. Ni yo.

Hasta que un día… un día cualquiera, pensé yo… me levanté de la cama. No había nadie en casa. El silencio pesaba.

Salí tambaleante a buscar papel de baño. Entré al cuarto de mi padre. Todo estaba como siempre: orden militar, cama firme, su olor… todo él, incluso en su ausencia.

Y ahí… el espejo.

El espejo de mi madre. De cuerpo completo. El que ella usaba cada mañana para arreglarse, para sonreírse.

Yo lo había ignorado mil veces. Era solo un mueble más…

Hasta que lo vi.

Me vi.

Me detuve en seco.

—¿Quién es ese?

No lo supe. No podía ser yo.

Era… enorme. Redondo. Hinchado. Hundido.

Mi rostro ya no era mío. Mis ojos estaban vacíos. Mi cuerpo… irreconocible.

Gordo. Más de lo que jamás imaginé ser. Ropa que apenas me quedaba. Piel marcada por el encierro, por el abandono.

—Soy un monstruo.

Eso fue lo primero que pensé. Y lo único que podía repetir en mi mente mientras lloraba frente al espejo.

Un monstruo.

Las lágrimas no paraban. No por el peso. No por la imagen.

Sino porque ese reflejo… era el resultado de todo lo que no dije. De todo lo que aguanté. De todo lo que no me permitieron ser.

Y ahí estaba. Rem. El niño que se esforzó por encajar. El adolescente que se enamoró. El hijo que lo dio todo por amor y recibió abandono.

Hecho pedazos. Hecho silencio. Hecho carne acumulada… y dolor escondido.




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