Desperté tarde. El cuerpo me pesaba. Las piernas… el cuello… hasta el alma.
Pero, aun así, no dejé de sonreír.
Hablé con mamá por la mañana. Le conté todo lo que había pasado. El ensayo. La presión. La mirada del manager. Y… lo que dijo.
Me escuchó en silencio. Como siempre. Con ese tono cálido que solo ella tiene.
— Tú no eres un extra, — Eres una estrella que aún no brilla en el escenario correcto, me dijo.
Sus palabras me dieron fuerza. No por lo que dijo… sino por cómo lo dijo. Con fe. Con amor. Con verdad.
Llegó la tarde. Hora de la práctica.
Fui la primera en llegar… o eso pensé. Pero al asomarme por la ventana de la puerta, todos ya estaban dentro.
Anya estaba sentada en el suelo, estirando sus piernas como una bailarina de ballet. Los chicos, en la esquina, bromeaban entre risas. Mina, sentada con una pierna cruzada, revisaba su celular mientras bebía café como si el mundo girara en cámara lenta.
Me quedé de pie. Frente a la puerta. Nerviosa.
Respiré profundo. Intentando calmarme. Contando los segundos.
Entonces, de pronto, una voz detrás de mí:
— ¿Piensas entrar hoy… o vas a esperar hasta mañana?
Me sobresalté. Volteé.
Era Nura. La chica de Singapur.
Tenía una sonrisa leve. Casi traviesa. Con ese aire de rudeza relajada que parecía parte de su ADN.
Solté una risa tonta. Nerviosa. Me limité a asentir mientras abría la puerta.
Entramos. Y aunque creí que todos nos miraban… solo fue un segundo.
Nada más. Y comenzó la práctica.
Algo había cambiado.
Mis pasos eran más firmes. Mi cuerpo más ligero. Mi mente menos nublada.
Me sentía mejor. Más presente. Más yo.
Cometí uno o dos errores. Pero no como antes. Ya no era la que todos tenían que esperar. Ya no era la carga.
Y al final del ensayo… Justo cuando pensaba que todo terminaría en silencio…
Una voz se escuchó:
— Parece que la niña sí sabe bailar.
Era Anya. Con su tono seco. Directo. Casi burlón.
Pero por alguna razón… sonó a reconocimiento. O al menos… no a rechazo.
Los demás no dijeron nada. Pero no hizo falta.
Porque en ese momento, una pequeña luz se encendió en mí.
Y por primera vez desde que entré al grupo…
sentí que podía pertenecer.
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Editado: 28.08.2025