Salimos al escenario. El mundo se volvió un mar de luces y gritos. El bajo retumbaba en el pecho.
La primera nota sonó y, como un reflejo, nuestros cuerpos comenzaron a moverse. Todo el entrenamiento, cada ensayo, estaba ahí.
Podía escuchar a la gente corear partes del estribillo, ver luces de celular moviéndose como estrellas, sentir el calor de los reflectores en la piel. En un momento, crucé la mirada con Sindo; levantó una mano hacia el cielo, como dedicando la canción a su hermano.
Demba bailaba con una precisión hipnótica, y en un giro rápido me sonrió, como diciendo “lo estamos logrando”.
Kaiyon y Akira compartieron una risa en pleno coro, esa complicidad que siempre les unía. Mina… brillaba como si el escenario hubiera sido hecho para ella.
Y Nura, a mi lado, me guiñó un ojo antes de un paso clave, asegurándose de que no perdiera el ritmo.
El público reaccionaba a cada movimiento, cada nota alta, cada transición. Incluso vimos un par de pancartas improvisadas con nuestros nombres.
La última canción terminó y hubo un segundo de silencio… antes de que la ovación nos envolviera.
Saltamos. Nos abrazamos. Algunos lloraban. Yo… no podía dejar de sonreír.
Esa noche, el cansancio no pudo vencerme. Me quedé mirando el techo de mi cuarto, abrazando la almohada. “Lo logré, mamá…” pensé, con el corazón latiendo tan fuerte como en el escenario.
A la mañana siguiente, el ensayo se convirtió en una celebración. Todos estaban ya ahí, pegados a sus teléfonos.
— “¡Miren esto!” — gritó Nura, corriendo hacia mí.
En redes había videos, fancams, fotos. Comentarios como:
“La nueva sensación del festival.”
“No esperaba nada… pero me quedé con ganas de un show completo.”
“¿Quién es la chica del cabello claro en el segundo coro? Necesito saber más de ella.”
El manager entró con una sonrisa orgullosa:
— “Prepárense… porque esto acaba de empezar.”
Y así… entre risas, cansancio y la certeza de que habíamos conquistado algo, la historia de Infinity9 empezó a escribirse en serio.
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Editado: 28.08.2025