Mi peor miedo ya no estaba en mi cabeza.
Estaba en todas partes.
Las notificaciones no paraban:
"Rem es hombre"
"Nos engañó"
"Esto es marketing barato"
En Twitter:
— “Me encanta su voz, pero esto ya es demasiado”
— “Que se vaya, arruina la imagen del grupo”
— “Trans o no, tiene más talento que la vocal original”
En YouTube, debajo de nuestros videos:
— “Se nota que no es 100% mujer”
— “Dejen de normalizar estas cosas”
— “Es mi bias y la voy a defender siempre”
Y en un programa de radio, un locutor dijo en tono burlón:
— “¿Y si mejor hacen un concurso y cada mes cambian de género? Así mantienen la atención.”
Encontraron fotos mías en uniforme escolar. En fiestas familiares. En momentos que creía olvidados.
Gente que apenas recordaba comenzó a hablar de mí como si hubieran sido parte de mi vida.
El pasado se volvió un espectáculo, y mi historia… mercancía.
Ese día, me encerré en el baño del estudio.
Escuchaba que me llamaban: Sindo, Demba… y Nura.
Pero no respondí.
Solo miré mi anillo. El que mamá me dio.
Ese que me recordaba que alguna vez creí que todo podía salir bien.
Pensé:
"¿Fue un error soñar tan alto? ¿Fue ingenuo creer que el mundo estaba listo para verme como soy?"
La puerta del baño seguía golpeando suave.
— “Rem… no tienes que enfrentarlo sola.” — era la voz de Sindo.
Demba no dijo nada, solo dejó deslizar un chocolate por debajo de la puerta.
Y Nura…
— “No eres la rara. Ellos lo son. Y aquí seguimos.”
Eran solo palabras.
Pero en ese momento, fueron lo único que me impidió quebrarme del todo.
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Editado: 28.08.2025