El Diario De Rem

Entrada 68 – La tormenta no terminó, recién comenzaba

Pensamos que, después de la conferencia, el fuego se apagaría un poco. Que al menos, ya no habría especulación, porque la verdad estaba dicha. Pero no. Apenas fue gasolina para un incendio más grande.

Los titulares de los medios no hablaban de nuestro mensaje, sino del morbo.
"Idols confiesan polémica relación", "El romance prohibido que sacude al K-pop", "¿Verdad o estrategia publicitaria?". Nadie mencionaba que habíamos hablado de respeto y amor. Solo buscaban clics.

En redes, lo que empezó como insultos aislados se volvió una campaña organizada. Hashtags como #FueraRemYNura, #TraidorasDelGrupo, #NoMásEscándalos, y #FalsaFamilia subían a tendencias. Miles de mensajes nos llamaban egoístas, vergüenza, y hasta “enemigas del K-pop”.

Y no solo nosotras recibimos ataques. Los demás integrantes también fueron acosados. Les escribían acusándoles de encubrirnos, de ser cómplices, de traicionar a los fans. Algunos perdieron patrocinios temporales porque las marcas no querían “verse envueltas en la polémica”.

Pero, a pesar de todo, estuvieron ahí. Después de la rueda de prensa, cuando bajamos del escenario con el corazón latiendo como tambor, nos rodearon. Nos abrazaron fuerte, como si con eso pudieran blindarnos del odio. “Estamos con ustedes”, nos susurraban. En el grupo de chat, mandaban mensajes de ánimo, memes para sacarnos una sonrisa, y recordatorios de que el grupo era una familia, no solo un contrato.

Aun así, el acoso pasó de digital a físico. Un día, al llegar al ensayo, un grupo de fans nos lanzó un vaso de café frío. No fue el café lo que dolió… fue la risa burlona y la mirada de desprecio. Otra vez, afuera de la empresa, había pancartas con frases como "Los verdaderos idols no tienen pareja" y "Rem y Nura destruyen el grupo". Incluso alquilaron camiones con bocinas que gritaban mensajes de odio mientras pasaban una y otra vez frente al edificio.

En menos de un mes, Nura estaba irreconocible. Había perdido peso, sus ojeras eran profundas, y su voz había perdido fuerza. Yo intentaba animarla, pero sabía que el peso que cargábamos no se quitaba con simples palabras. Sin embargo, al ver a nuestras compañeras resistir con nosotras, entendí que no estábamos solas… aunque el mundo quisiera hacernos sentirlo.




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