El Diario De Rem

Entrada 69 — Todo reventó

El acoso no se detuvo. Seguimos asistiendo a ensayos, grabaciones y presentaciones, intentando aparentar que todo estaba bien, porque las fechas de la gira no se moverían aunque el mundo se nos viniera encima. Yo estaba acostumbrada… no es que no doliera, pero después de años sabía cómo poner una barrera para que no me derribara. Nura, en cambio, nunca había pasado por algo así.

Al principio, intentaba sonreír y bromear, como si nada la afectara, pero yo podía ver en sus ojos cómo el desgaste la estaba consumiendo. Cada insulto, cada titular, cada hashtag como #FueraRemYNura o #ElGrupoPrimero era una puñalada invisible. Su cuerpo empezaba a notarlo: dormía poco, comía menos.

Ese día, estábamos ensayando una de las coreografías más exigentes del show. La música sonaba, las luces del salón parpadeaban, y de repente… Nura se detuvo. Su respiración se volvió errática, sus rodillas cedieron y, en un instante, su cuerpo comenzó a caer.

Corrí y la atrapé antes de que tocara el suelo. Sentí el peso muerto en mis brazos y un frío recorriéndome el cuerpo.
—¡Nura! ¡Nura, mírame! —grité con desesperación, pero sus párpados no respondían.

Todos se acercaron de inmediato, el manager llamó a emergencias, y yo me quedé allí, arrodillada en medio de la sala, sujetándola como si con eso pudiera devolverle la fuerza. En ese momento lo entendí: mis actos, nuestras decisiones, ya no solo tenían consecuencias para mí… sino para la persona que más amaba en el mundo.

El trayecto al hospital fue un borrón. No recuerdo las calles, solo el sonido del monitor cardíaco portátil y mi mano aferrada a la suya. Imaginaba lo peor.

Cuando por fin despertó, horas después, la calma que sentí fue tan intensa como el miedo que me había acompañado. El doctor fue directo:
—Está sufriendo de desnutrición, insomnio y un cuadro severo de estrés. Si continúa así, podría tener complicaciones graves. Necesita descanso absoluto, buena alimentación y cero presión por un tiempo.

Mientras la veía conectada al suero, tan frágil, su piel pálida y las manos frías, supe que no podíamos seguir así. Esa noche, decidimos que había llegado el momento de tomar una decisión que cambiaría todo.




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