Nuestras canciones en pijama tenían un sonido crudo, imperfecto, pero auténtico. Y el internet lo notó.
En los foros, las comparaciones eran inevitables:
Pantalla izquierda: un video nuestro, yo riendo a carcajadas después de tropezar con una escoba mientras Nura gritaba un estribillo.
Pantalla derecha: el nuevo MV de Infinity9, con coreografía impecable, luces de diamante y cero errores visibles.
El comentario más votado brillaba como un cuchillo:
“Esto es como comparar un atardecer real con un Photoshop. #VuelvanRemyNura.”
Los hashtags se multiplicaban como ecos imparables:
#Infinity9Comeback: “Necesitan a Rem y Nura o serán otro grupo genérico.”
#NTEM_RealMusic: “Ellas no necesitan escenarios caros para emocionar.”
Nura leía en voz alta los tweets mientras yo removía un ramen instantáneo que ya se había pasado de cocción.
—“¿Somos… mejores que ellos ahora?”, preguntó en voz baja, como si la duda le pesara más que la guitarra en sus rodillas.
El vapor del ramen empañó mis lentes. Dejé el tenedor en el suelo. Esa pregunta era fuego, y ambas sabíamos que nos estaba quemando.
El tono de llamada del manager sonó en la sala como un disparo. Nura lo dejó sonar tres veces, su mano temblando sobre el móvil antes de contestar.
—“Chicas… necesitamos hablar.”
Y entonces, los mensajes de los chicos comenzaron a llegar:
Demba: “Los fans no paran de preguntar por ustedes en los fansigns. Se siente raro sin ustedes.”
Mina: una foto de nuestro viejo locker, vacío, con un simple “Se siente distinto sin ti.”
Al principio sus mensajes parecían felicitaciones sinceras, pero pronto el silencio reemplazó las palabras. Cuando las comparaciones en redes se volvieron crueles contra ellos, dejaron de escribir.
Esa noche, la habitación estaba tan callada que podía escuchar mi propio corazón golpeando contra el anillo de plata que apretaba en mi pecho.
—“¿Y si… les decimos que sí?”, murmuré, sin saber si hablaba de volver, de perdonar, o de rendirme.
Nura me miró con los ojos vidriosos, como si hubiera escuchado el pensamiento que yo misma no quería aceptar: extrañábamos el escenario.
Pero había una diferencia.
Ya no éramos las mismas.
Si volvíamos, esta vez, las reglas serían nuestras.
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Editado: 18.09.2025