El Diario De Rem

Entrada 77: Doce Canciones Para Volver a Casa

Las paredes del estudio ya no estaban cubiertas con horarios imposibles o carteles de dieta. Ahora colgaban hojas arrancadas de cuadernos, tachones con plumones de colores, frases que parecían poemas inacabados, garabatos de corazones y firmas improvisadas. El estudio ya no era un campo de entrenamiento: era nuestra casa creativa.

Así trabajábamos:

Akira llegaba siempre tarde, pero con melodías grabadas a escondidas en los pasillos de la universidad de actuación. Su voz temblaba, llena de eco de salones vacíos.

Anya escribía letras en servilletas manchadas de café. Decía que en esos pedazos de papel salía lo más honesto, lo que nunca se atrevería a escribir en un cuaderno bonito.

Sindo golpeaba las baquetas contra cualquier superficie, inventando ritmos que a veces parecían ruidos… hasta que alguien tarareaba encima y se convertían en canciones.

Nura y yo llegábamos con los “pasos prohibidos”: coreografías que nacieron en nuestra sala, entre tropiezos, carcajadas y bailes que eran mitad broma y mitad rebeldía. Algunos terminaron siendo parte oficial del show.

El disco se llamó “Free9”. Un guiño a nuestra gira de despedida, pero también una declaración: siempre fuimos infinitos, pero ahora éramos libres.

Canciones clave del álbum:

“Adiós con Cicatrices”:
“Te dedico esta bala / la que no disparé / cuando me pediste mentir.”

“Stay (Versión Verdadera)”: la letra original, por fin con el “ella” intacto. La sala entera se quedó en silencio la primera vez que lo cantamos.

“El Amor Que No Pudieron Matar” (Rem & Nura): nuestro secreto a voces, ahora convertido en un himno que todos quisieron cantar con nosotras.

La convivencia era distinta: después de grabar, no había regaños ni castigos. Nos tirábamos al piso frío del estudio, tarareando melodías, dibujando flechas en hojas arrugadas, riendo hasta quedarnos sin aire. Había noches en que las luces se apagaban solas y nos encontraban aún ahí, hablando de sueños, de miedos, de lo que vendría después.

En la última sesión de grabación, Mina no pudo contenerse y rompió en llanto justo en el puente de “Free9”.
—“¿Por qué tuvo que doler tanto para llegar aquí?” —sollozó, con la voz rota.
Nura, sin decir nada, le pasó un pañuelo arrugado, aún manchado de lápiz labial.
—“Porque lo bueno duele cuando es real.”

Por primera vez, un disco era nuestro y solo nuestro. Y cada canción era un pedazo de nosotros mismos que el mundo nunca había escuchado.




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