¿Escribo o canto?, ¿Canto o grito?, cuál es la diferencia si ambos van hilados de la pluma que se esfuma en la corriente de la palabra, que se encuentra envuelta en las plegarias de la letra, ¿Cuál es la diferencia entre la letra y la palabra?, cuando ambas recorren los escombros escondidos de la levedad de la escritura, no es escribir, cantar sin más, pequeños monosílabos recorren las huellas del lápiz.
Letras de despedida, letras de bienvenida, ¿Qué son ambas?, más que la parábola de la ida y vuelta que confusa sensación de tener que despedirse cuando los pies se está comprando al recuerdo que ayer emigró a la sensación del mañana con una calidad canción ella vendrá y después con una fría frase se despedirá. Ay qué cansando es llegar y irse, que extraño es buscar palabras que reconforten el papel gastado en la escritura de las palabras que se mueven entre lianas esperando así dar un pasó más.
Recorrido armonioso, de la tiza y el papel, ¿Cantó o grito?, ¿Lloró o río?, ¿Rimo o declinó?, lo cierto es que yo escribo en la bruma del dilema que nace por la vivadez del sonido que crea la metáfora, aquella que se esconde en la rima y en un grito sonoro se convierte en un canto armonioso de todo mal, esta letra no se irá a ningún lado.
El rasgado papel la atrapó, una letra que se vuelve carta, es igual que una despedida que se acompaña con la melancolía de la bienvenida, las primeras letras no sé olvidan, ¿Entonces porque lloramos bruma a la adiós que se asoma? Si la letra que lleva su nombre nunca se irá, guarda en la inicial de si tartamudez quedará, una letra que se vuelve carta es igual a un grito que llora porque no puede ser igualado a un doliente canto.
La carta que se entrega en forma de letra es aquella que siempre una buenaventura alberga en los rincones del papel rasgado
se encuentra una adiós que difícilmente se llega a evitar.