Bueno, eso ha ido bien, ¿no? En mi primer día en Skywood he sido acusada de invasión y dos policías me han visto en pijamas, ¡lindo! ¡Muy lindo! Alguien tuvo que ver las luces o el Jeep en la entrada para llamar a la policía, ¡genial! Resoplé frustrada y entré a ducharme, por fortuna, todo parecía seguir funcionando bien.
Debía salir a comprar provisiones y comer, decidí caminar hasta la panadería para evitar llamar más la atención con mi Jeep, el pueblo se veía muy diferente de día, con más vida y movimiento, los niños yendo a la escuela, las personas que van a sus trabajos y los colores vivos de la naturaleza al estar bordeados por bosque y montañas. Hasta parecía sacado de una de mis ilustraciones para los libros.
Se notaba que habían pavimentado hace poco, el asfalto oscuro y brillante con las líneas blancas y amarillas que aún estaban abultadas por la gruesa capa de pintura. El pueblo parecía haber cambiado, los colores de los negocios se veían más vivos al igual que las fachadas y las aceras.
Sky Bakery seguía manteniendo su gran letrero blanco con letras rojas cursivas, el contraste desgastado con la entrada en color amarillo resultaba muy particular, pero visualmente atractivo. Sonó la campana de la puerta al entrar y todos los ojos se posaron en mí, por supuesto, seguro ya todo el pueblo sabía de mi llegada. Me recibió la calidez y el aroma a pan recién horneado, paredes color crema y las vitrinas de cristal permitían ver los panes y los dulces.
—¡Iris, cariño! —Sonreí al ver una cara familiar detrás del pequeño mostrador de madera con la caja, Amanda Tremblay era la mujer más dulce y amable del mundo, llevaba como siempre, su cabello negro recogido en un moño, un vestido amarillo con el delantal de la panadería. Sus ojos marrones me escudriñaron casi de forma maternal, digo, tenía la edad de mi madre.
—¡Amanda, Dios mío! —Caminé hacia el mostrador y ella levantó la pequeña puerta de madera al costado para salir y darme un abrazo, ¡su aroma a pan recién hecho, qué delicia!
—No podía creer cuando me dijeron que viniste, niña, ¡mírate nada más! —Dio un paso atrás y me hizo girar en mi eje—. ¡Estás hermosa! ¡Dios, lo mucho que te pareces a Frida! —Mis ojos picaron un instante y sacudí la cabeza.
—Vengo a quedarme un tiempo, necesito alejarme de todo —admití y me acarició la mejilla con dulzura.
—Cuando quieras hablar, aquí tienes un buen oído para escucharte, ¿sí? —Asentí—. Asumo vienes por algo de desayunar, ¿no?
—Sí y necesito provisiones, además de los panes deliciosos que hacen aquí, ¿sigues haciendo ese capuchino especial? —Ensanchó la sonrisa.
—Ve a sentarte y ya te sirvo algo rico. —Deslizó la mano hasta mi hombro y lo apretó un poco.
Giré para ver hacia las personas que me seguían observando y sonreí antes de acomodarme en la mesa de dos puestos del fondo, deslicé los dedos por la superficie de madera y me deleité con las fotografías antiguas de la inauguración de este lugar hace casi cien años. Sky Bakery se alzó con la fundación del pueblo.
Amanda me trajo en poco tiempo bagels de tocino con huevos fritos, un bol de yogurt con frutas de los que venden aquí y prepara ella misma, además del café, le agradecí y empecé a comer, mi estómago rugió en aprobación porque todo sabía delicioso.
Había algo reconfortante en este lugar, tal vez eran los recuerdos de cuando mi abuela nos traía a desayunar a mi hermano y a mí, Peter es dos años menor que yo, tiene treinta y cuatro, casado con Emilia y tienen a mi princesa Nina de solo tres años, he ahí la presión de mis padres para casarme, creí que había encontrado al ‘correcto’, resultó un fiasco.
Al terminar de comer, le pagué a Amanda quién me entregó un vaso térmico con más café para tomar el resto del día, una bolsa de bagels y panecillos dulces, se lo agradecí muchas veces, también me indicó dónde comprar provisiones y con quién debía hablar para el internet satelital.
Me sentí más segura luego de desayunar y crucé la calle para caminar un par de cuadras hasta la tienda de comestibles, en cuatro pasillos con anaqueles y un mostrador con dos cajas podías encontrar muchas cosas, metí en mi carrito los víveres necesarios más algo de carne, pollo, pescado fresco del día y vegetales.
Era consciente de las miradas curiosas, más me limitaba a sonreír y saludar cortés a las personas, no quería tampoco que pensaran que era una citadina odiosa, peor aún, una invasora.
Tuve que comprar un par de bolsas de tela para cargar los víveres y maldije el no traer mi Jeep, pero no podía flaquear ahora, por lo que caminé al final de la calle para hablar con Roy, el encargado de instalar lo necesario para tener internet en la casa. Sonreí al ver la tienda azul brillante llena de aparatos electrónicos comunes, como celulares, laptops, computadoras de escritorio y tabletas. Las paredes repletas de portadas de discos de vinilo antiguos me encantaron.
—¡Hey! —Un joven saltó detrás del mostrador y el cabello rubio largo le cayó en la frente, sonrió de tal forma que se le marcaron hoyuelos y sus ojos verdes chispearon con diversión—. Eres la nueva, ¿no? La nieta de Frida.
—Las noticias vuelan rápido aquí, pero sí, soy Iris, la nieta de Frida y me dijeron que hablara con Roy para instalar internet en la casa.
—¡Soy tu hombre! —Palmeó su pecho con orgullo—. Al cerrar aquí puedo ir a hacer la instalación, al final de la tarde si está bien para ti, a menos que lo necesites con urgencia.
Editado: 04.09.2025