El Dibujo de tu Corazón

Capítulo 3: Gregory

Iris Ashworth.

Un verdadero dolor en el trasero.

Sentía odio por los citadinos, solo venían aquí queriendo alterar la paz o destruir nuestros bosques, están de paso y causan estragos que dejan huellas imborrables. Estábamos bien sin tantos turistas que solo me hacían trabajar más de la cuenta porque o se perdían en las zonas boscosas o causaban algún problema en los negocios locales con sus exigencias estúpidas. Peor aún, se embriagaban e iniciaban peleas que terminaban con cárcel, multas y mucha burocracia.

—Vi a la nueva salir despavorida de la tienda de Roy mientras estabas ahí, ¿qué le hiciste? —Jacob arrimó la silla, provocando un chillido metálico en el piso, la giró y se sentó a horcajadas frente a mí—. Es una belleza, ¿le viste las…? —Hizo un gesto con sus manos como si sostuviera algo, sacudí la cabeza.

—¡No seas idiota! —resoplé y sus ojos rasgados se achicaron aún más—. Es otra citadina que viene a molestar.

—No creo, Amanda me dijo que la nieta de Frida llegó para quedarse un tiempo. —Di un golpe al escritorio de metal desgastado y resoplé.

—Los citadinos odian los pueblos y solo causan problemas…

—Deja de proyectar tus traumas en todos, ¿quieres? No todas las mujeres son como Mikayla. —Gruñí al levantarme y Jacob sacudió la cabeza en desaprobación.

No dije nada más porque odiaba la sola mención de Mikayla, ella se fue sin importarle nuestra hija.

Caminé directo a la sala de descanso que pintamos de beige hace poco y ahora colgaban en sus paredes las fotos de cada jefe de policía hasta el actual que era yo, la sala consistía en dos sillones largos grises, una mesa de madera para comer y el espacio con cafetera, una nevera pequeña y microondas.

Me froté las sienes al sentir un leve palpitar en mi cabeza y serví una taza de café para ayudar a que ese dolor no empeorara. Cuando vi a esa mujer manoseando a Roy, supe que causaría problemas, mujeres como ella solo son problemas, les gusta ser el centro de atención y herir a todos sin importarles nada más.

Roy es muy joven, no sabe de eso, solo estaba dejando que sus hormonas reaccionaran a un buen par de pechos, labios carnosos y aroma a flores, es biología básica, nada más. Y la forma en que me enfrentó, ¡diablos! Ninguna mujer había hecho algo así, la mayoría solo buscaban coquetearme y yo lo hacía con algunas, digo, no busco una madre para mi hija, menos una pareja, pero soy hombre y tengo necesidades que satisfacer.

Sacudí la cabeza por el hilo de mis pensamientos y me dispuse a seguir con mi trabajo. Siendo un pueblo tan pequeño, la tasa de criminalidad era casi inexistente, nos conocíamos entre todos y los problemas era principalmente riñas entre habitantes, jovencitos fugándose, lo más caótico era la temporada de pesca de Lucios y Percas por los turistas que invadían el lago para la competencia que fue hace quince días, coincidiendo con el inicio del verano y la temporada de desove.

Una semana infernal, si me lo preguntaban. Congestión en las calles, la posada abarrotada, hubo que alquilar habitaciones de las casas familiares y vigilar a los que acampaban en el bosque.

¿Fue una buena entrada de dinero para el pueblo? ¡Sí!

¿Me gustó? ¡En absoluto!

Pero mi deber en la policía era asegurar el orden y proteger a mi gente, pese a mis creencias.

Volví a mi puesto para terminar con la burocracia del papeleo, nuestra estación era pequeña, apenas con tres escritorios, una recepcionista que ordenaba los documentos y recibía a las personas que venían a poner alguna queja. Todo el lugar era bastante sobrio en tonos grises, en las paredes colgaban mapas antiguos y actuales del pueblo, así como una copia del acta de fundación de Skywood hace 99 años.

Nos turnábamos las guardias nocturnas, pero durante el día, Jacob y yo siempre estábamos, de necesitar refuerzos, llamábamos a los otros dos agentes disponibles que también hacían labores de bomberos y paramédicos. Aquí éramos de todo un poco y nos iba bien, además de que siempre había un joven queriendo capacitarse.

Vi la hora y me apresuré a salir, subí a mi patrulla y conduje el corto trayecto hasta Skywood Tabern, el lugar para almorzar y cenar de todo el pueblo, yo dejaba la cocina para los fines de semana, el resto de los días me encontraba aquí con mi hija para comer juntos después de la escuela.

Al entrar, sonreí al verla en la barra, balanceando sus piernas que quedaban colgando del alto taburete de madera, su larga cabellera negra iba recogida en dos trenzas con coletas de mariposas, ella estaba hablando con Ryle, el encargado de la barra y su padrino de nacimiento.

La taberna, contrario a lo que se pueda pensar, era un lugar de reunión familiar, pisos y mesas de madera de pino, lo que le daba un aroma grandioso a todo el espacio, las paredes llenas de fotografías en blanco y negro de los fundadores y celebridades que llegaron a comer aquí. Una mesa de billar, grandes candelabros colgando del techo que daban un aspecto de antaño.

—Kay, princesa. —Me acerqué para besar su cabeza.

—¡Papi! —chillo moviendo más sus piernitas y me moví un poco para alzarla, ella me miró con esos grandes ojos verdes como los míos y una amplia sonrisa que había heredado de su madre, ¡diablos! Con apenas siete años, se parecía mucho a ella, a veces me resultaba difícil verla a la cara por mucho tiempo.




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