Ya tenía internet. Funcionaba perfecto, incluso Roy me dejó su número por si surgía cualquier problema. Por supuesto, sé que fue un poco más que eso, igual no me interesan tan jóvenes. No entiendo cuando hombres de treinta ven a niñas de diecinueve o veinte y creen que son muy ‘maduras’, eso no nos pasa a las mujeres en el caso contrario, al menos no a mí.
El problema no era mi internet sino el hecho de que llevaba tres días sin salir de la cabaña, mirando ni laptop abierta con las notificaciones titilando en la pantalla, acechándome como un cruel recordatorio de la vida que dejé atrás.
Sí, debí darle a ‘no permitir’ para sincronizar todos mis dispositivos.
¡Estúpida nube!
En vez de revisar mis correos y mensajes porque no había sacado mi teléfono del modo avión, he estado revisando los cuadernos de mi abuela y dibujando. Mucho. Todo el pueblo, incluso a la pequeña Kaylee con esos grandes ojos brillantes.
Dibujé a mi abuela, nos puse juntas aquí en la cabaña, será por estar en su hogar que la sentía tan cerca y a la vez la extrañaba más que nunca.
Ojalá hubiéramos tenido más tiempo.
Ella sabría qué decirme con todo este desastre, sabría cómo confortarme y hacerme sentir mejor con alguna frase o comida caliente deliciosa.
Mi estómago protestó al pensar en los platillos deliciosos de mi abuela y pareció enroscarse en un nudo como un recordatorio de que no había comido nada desde ayer tarde y ya pasa del mediodía.
Observé la pila de hojas y colores regados a mi alrededor, había papeles arrugados y rasgados con muchos intentos fallidos. Siempre dibujaba a mano y en papel antes de pasar a la tableta para digitalizar. Manías raras de artistas, me llevaba más tiempo, pero así me funcionaba y los bocetos eran parte del trabajo que le entregaba al cliente para que usaran en sus promociones. Los más bonitos, obviamente.
Mi estómago rugió con más fuerza esta vez y me levante del diván dando un brinco. Con cuidado de no pisar las hojas regadas, le di un último vistazo de la pantalla antes de pasar a la cocina.
Encontré una vieja radio de mi abuela que aún funcionaba con algunas estaciones, pasan buena música, así que la encendí para tener algo de compañía mientras cocinaba para no morir atacada por mi propio estómago. Lo creía capaz de torcerse hasta ponerse negro y provocar mi muerte por no meterle nada de comida durante tanto tiempo. Un poco dramático, si me lo preguntaban, pero yo no gobernaba a mis órganos, era todo lo contrario.
La emisora se quedó muda y traté de sintonizar otra hasta escuchar una bonita voz masculina.
—Bienvenidos a Radio Wood FM, tu espacio de radionovelas favorito, en el capítulo de hoy, Francesca y Raúl viven un momento intenso que cambiará su relación. —Me convenció con eso, así que lo dejé. No sabía que aún transmitían radionovelas, a mi abuela le gustaban y mi madre siempre le prohibía que escucháramos eso.
Me serví una copa de vino y saqué de la nevera lo que quedó del arroz de ayer, me provocó algo con toques asiáticos, así que sería con pollo agridulce, algunos vegetales salteado para preparar arroz frito.
—¡Diablos, déjala respirar, mi amor! —exclamé al escuchar a Raúl declararle sus deseos a Francesca como una ametralladora, ¡vaya, qué voces tan bonitas! No me sentía tan perdida escuchando el capítulo porque dieron un resumen antes de empezar.
Francesca trabajaba como pasante en el estudio de arquitectos de Raúl, un cliché, pero ¡podían matarme si no disfrutaba un buen cliché! Para cuando terminé de preparar mi arroz frito, el capítulo terminaba también para empezar otra historia, esta vez, la de Liz y Tyler, un par de jóvenes viviendo un tórrido romance de verano.
¡Diablos! ¿Cómo podía entretenerme con estas cosas?
Pero disfruté sentada en el mesón de la cocina el capítulo mientras comía. Sí, esta definitivamente sería mi estación de radio favorita a partir de ahora.
Di un respingo ante al fuerte toquido en mi puerta, me bajé de un brinco, apagué la radio y dejé el plato en el lavabo para correr a abrir, encontrándome con la pequeña Kaylee y otra chica joven con algunos rasgos similares, ojos miel y cabello rubio, una adolescente, sin duda.
—¡Iris, hola! —Movió ambas manos—. Ella es mi prima Ruby, tiene quince años y accedió a traerme. —La joven me dio una cálida sonrisa, ¡qué bella! Larga cabellera rizada, piel tan blanca como la nieve, una cintura estrecha y caderas anchas que vestía con ropa holgada.
—Hola, Kaylee no dejaba de hablar de ti, te busqué en internet, eres famosa y creo tus ilustraciones son geniales, lamento que… —Kaylee le pateó la pantorrilla—. ¡Kay!
—¡Ruby! ¿En qué quedamos? —Kaylee se cruzó de brazos y frunció el ceño, lo que la hizo parecer muchísimo a su padre, me reí un poco.
—Iris no vive debajo de una piedra —resopló—. ¿O sí, Iris? —Alcé mis cejas.
—A menos que Skywood esté escondido bajo una gran roca y el cielo sea una ilusión, creo que vivo muy bien encima de las rocas. —Ruby le sacó la lengua a Kaylee que sacudió la cabeza con molestia.
—Pasen, por favor, disculpen el desastre, pero he estado dibujando mucho. —Entré corriendo para recoger las hojas y apilarlas en el diván—. Acabo de almorzar, ¿quieren un jugo o algo? Tengo helado de fresa que es mi favorito.
Editado: 04.09.2025