Había pasado una semana desde que vi a Iris en la taberna y almorzamos con mi hija. La había estado evitando un poco, mis hermanas llevaban y buscaban a Kaylee a sus clases de dibujo, pero hoy ninguna estaba disponible y me tocaba buscarla.
Quién estaba actuando como un cobarde, era yo.
Me asomé por la ventana al escuchar música y las vi bailando en la sala, bueno, a ellas y a Ruby, que no sabía le tocaba clases hoy también. Mis ojos se fijaron en Iris meneando sus caderas al ritmo de la canción mientras batía su cabello de forma graciosa. Ella llevaba una falda blanca estampada con rosas y una blusa de tirantes rosada.
Mi hija reía feliz a carcajadas mientras daba vueltas en el vestido que le regalé, Ruby sacudía sus brazos y hacía extrañas figuras en el aire con sus manos. Las tres parecían perdidas en su propio mundo y esperé que terminara la canción antes de tocar la puerta. Iris me abrió riendo.
—Oh, pero si es el señor desaparecido, ¿cuál es que era tu nombre? —se burló y la risa de las niñas hizo eco tras ella, me rasqué la nuca.
—Hola, Iris.
—Hola, Gregory, ¿quieres pasar? —ofreció—. Hice pay de melocotón y hay helado, estaba a punto de servirle a las niñas.
—Emm…
—Mensaje captado, Gregory, le puedo poner el postre a las niñas en un envase para que se lo lleven. —Giró en sus talones y caminó apresurada hacia la cocina, solté una maldición. No sabía por qué actuaba como un idiota en su presencia.
—Lindo, pero bruto —dijo Ruby sacudiendo su cabeza y Kaylee me miraba fijamente.
—¿De verdad no te agrada Iris, papi? —cuestionó—. Ella es super linda y nos habla de tú a tú, no como los demás que creen que Ruby y yo somos tontas por ser niñas. —Se cruzó de brazos.
—Es complicado, hija —resopló.
—Los adultos se complican por todo, puedes quedarte afuera a esperar porque Ruby y yo vamos a comer el postre que hizo Iris. —Se dio la vuelta también y sacudí la cabeza.
Terminé de entrar y cerré la puerta tras de mí, ellas tenían razón, no podía seguir haciéndole desplantes a Iris de esta forma. No era correcto. Mis padres me darían una paliza, eso era seguro.
La observé reír con las niñas mientras servía las porciones de postre con una gran bola de helado de vainilla, el aroma hizo rugir mi estómago porque apenas pude almorzar, la alcaldesa salió de su cuarentena por influenza y tuvimos una reunión que se alargó más de la cuenta. Esas reuniones con Florence siempre eran un dolor de cabeza.
—Aquí tienes, Gregory. —Iris extendió un cuenco con un generoso trozo de pay y una gran bola de helado, lo probé sin chistar y estaba delicioso.
—¡Vaya, qué rico! Muchas gracias, Iris.
—Tengo mejores modales que tú, Gregory… —masculló—. Ya regreso, niñas —dijo antes de irse por el pasillo y no supe qué, pero algo me impulsó a seguirla con el postre en la mano.
Ella entró a uno de los cuartos que estaba vacío, se inclinó hacia la ventana para apoyar las manos en el marco y la vi respirar varias veces, dejé el cuenco en el piso y me acerqué con cuidado.
—¿Estás bien?
—Si. —El quiebre en su voz delató la mentira.
—Soy un idiota, Iris, un gran idiota y lo siento, lo siento muchísimo. —Me paré a su lado—. No sé cómo acercarme a las personas nuevas ni cómo superar mis idioteces para no lastimarte, no es lo que quiero hacer, créeme, por favor.
—¿Y qué quieres hacer, Gregory? —Se irguió para enfrentarme, sus ojos humedecidos me hicieron maldecir en mi mente—. No te entiendo, ¿sabes? Un día pareces estar bien, abogas por mí, tenemos una amena charla mientras comemos con Kaylee y luego desapareces. Tan solo dime si no quieres ni que te salude y puedo hacer como que no existes y manejo las clases de Kaylee con tus hermanas.
—No…
—¿Qué?
—¡Dije que no! —Sacudí la cabeza y se cruzó de brazos con expresión confundida.
—Ayúdame aquí, ¿quieres? Porque no sé leer la mente y no quiero que las cosas sean incómodas, suficiente con tener parte del pueblo creyéndome inmoral. —Resoplé, odiaba escuchar esas estúpidas quejas de las mujeres del pueblo—. De verdad no creo que seas un mal tipo, pero ya he tenido suficiente desgaste emocional en mi vida, Gregory, vine aquí buscando paz, estar bien, fortalecerme, crear una vida a mi gusto. —Una pequeña lágrima resbaló por su mejilla y no me contuve de deslizar el pulgar por su trayecto.
—Prefiero que estés peleando conmigo a verte llorar.
—Ese es el problema, una o dos ocasiones está bien, pero ¿todo el tiempo? Es agotador y yo no tengo fuerzas, Gregory, la verdad es que no, simplemente… no. —Esa última palabra la pronunció en un tono más bajo y triste, no me gustó en absoluto.
—Iris… ¿Sucedió algo más hoy?
—Le tomó un mes desecharme como si no valiera nada y anunciar que se casó con mi tía en toda la prensa y redes sociales, ¡pasamos años juntos! Y para él no significó nada, evidentemente, ¿tan poco valí? Es injusto, ¿sabes? Es injusto que él fue un desgraciado y la que reciba todo el odio y los cuestionamientos sea yo, ¡es horrible! —Apoyó las manos en mi pecho y empezó a llorar, por instinto la envolví entre mis brazos, su aroma a flores impregnó mi nariz y no pude evitar olisquear un poco su cabello.
Editado: 04.09.2025