El doble error del multimillonario

Capítulo 7-1

Sigo fingiendo estar enojada. Me envolví en una toalla y me cerré en la habitación.

Artem me mostró el ala de la casa en la que él vive, fui allí a cambiarme y ponerme su chándal, me encerré y no salgo.

Primero pedía perdón, ahora envía a Marcel. Él se esconde y me lo enseña por la ventana. El gatito araña el vidrio y maúlla, y mi aguante se va agotando.

— Deja de torturar al animal, — le digo seriamente.

— Entonces sal, — Artem pone al gatito en su hombro, y yo secretamente me regocijo por los bomberos australianos.

Los chicos ni siquiera saben de la suerte que tienen de que a Artem no se le ocurrió lanzar un calendario. Entonces nadie compraría sus calendarios.

Le echo una mirada rápida a la habitación. No hay nada innecesario. Una cama, una mesita de noche y un armario, el conjunto estándar. La vivienda típica para el personal de servicio.

Lo extraño es que no hay nada en la suyo en la habitación. Artem trajo la ropa para mí del garaje, mientras yo llamaba a mi abuela. Le dije que accidentalmente resbalé y caí a la piscina, así que me quedo a dormir en la casa del tío de Yana.

Otra vez no le conté nada sobre Artem. Para que no se preocupe. Teniendo en cuenta el estado de sus vasos sanguíneos y su corazón, lo único que faltaba es que le contara que me quedo a dormir sola en una casa con un hombre. En ese caso habría que esperar o un ataque al corazón o una crisis hipertensiva. Así y todo, está preocupada porque puedo resfriarme.

Es mejor que piense que estoy sola en la casa. Yo siquiera estube allí, aunque traje la llave. Agarré la misma bolsa cuando vine aquí.

No sé por qué, pero no le tengo miedo a Artem, aunque nos conocemos muy poco. Hay algo en él que inspira seguridad. Y confianza.

— Al, te estamos esperando, — Artem golpea el vidrio, sosteniendo al gatito.

Salgo y cojo a Marcel. Lo sostengo las dos manos y froto la mejilla contra él.

— Hola, cariño.

Es suave y esponjoso, pero yo también lo bañaría.

— Bueno, ¿ya no te sientes ofendida?, — sus brazos musculosos me abrazan junto con el gato, y creo que los tres nos veríamos muy bien en el calendario.

— Por poco me ahogas. Me asusté mucho.

— Espera... — Artem arruga la frente y luego frunce el ceño. — ¿De verdad no sabes nadar?

— No, — niego con la cabeza.

— ¿Quieres que te enseñe? Vamos a nadar, Al, la noche es sofocante. Yo iba a nadar, pero en ese momento encontré a tu gato.

Miro a esos ojos que me perforan como un láser Y entiendo que Artem tiene en cuenta algo completamente diferente. Lo que quiere no es nadar. Pero le estoy agradecida de que sea tan discreto.

Lo principal es que siento que no hará nada sin mi consentimiento. Y dentro de mí todo tiembla por la espera.

Me encantó besarme con Artem. Estas son sensaciones completamente nuevas y desconocidas, como si estuvieras sumergiéndote en otra dimensión. Y me estaría mintiendo descaradamente a mí misma si no admitiera que estoy esperando a que me bese de nuevo.

***

Encuentro el traje de baño en el bolso. No recordaba si lo había puesto allí o no, así que decidí: si está allí, voy a nadar con Artem. Si no, me encierro en la habitación con el gatito y voy a dormir. Independientemente de que aún no haya oscurecido.

Pero supongo que ayer estaba tan inquieta por la desaparición de Marcel que me olvidé del traje de baño por completo.

Me cambio rápidamente y trenzo mi cabello.  Ato la trenza en la nuca y voy a donde está Artem. Él ya está nadando en la piscina junto al borde, — Marcel lo sigue corriendo.

— Él piensa que me estoy ahogando y está tratando de sacarme, — me grita Artem, y yo trato de ocultar mi turbación con la risa. Me echa una mirada tan hambrienta que incluso me siento turbada.

El agua me enfría agradablemente, esta noche es realmente demasiado sofocante.  Al principio me siento inhibida, pero Artem me enseña cómo hay que mantenerse en el agua, y lo intento, agarrándome a su mano.

Al principio, las cosas se ven bastante relajadas, ambos bromeamos y nos reímos. El gatito duerme acurrucado sobre una toalla.

Pero a medida que el crepúsculo se espesa, crece la tensión entre nosotros. Es como si el aire se hiciera más pesado y caliente.

Las miradas que me hecha Artem también son más pesadas. Ya no sonríe, en sus movimientos se siente el fuego que trata de precipitarse hacia afuera.

Ahora se parece a un volcán activo, un poco más, y la lava caliente se desbordará en una corriente, quemando todo a su paso. Y a mí también. Queda muy poco para que se dispare el mecanismo.

Y se dispara.

Me vuelvo hacia Artem, pero no tengo tiempo para decir nada. Él me atrae por los hombros, me besa en la boca, y yo emito un gemido sordo.

Es algo encantador. Así nunca nadie me ha besado. Y cuanto más profundo es el beso, más fuerte es la sensación de que me estoy sumergiendo bajo el agua.




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