El doble error del multimillonario

Capítulo 10

Alena

Artem me mira en silencio por un tiempo y debajo de mis pies, el piso se balancea como la cubierta de un barco. Primero el suelo, después me parece que yo también me estoy balanceando. Junto con el suelo. Me dan deseos de mover las manos, para recuperar el equilibrio.

Al fin, Artem habla, y preferiría no haber escuchado lo que dice.

— ¿Y la ropa de marca que vistes es de las casas que tu madre limpia? ¿O te la regalaron los dueños de esas casas por prestarles servicios complementarios?

Su voz suena despectiva. Cada palabra me hiere de forma tan dolorosa, como si no fueran palabras, sino flechas con la punta envenenada.

— Valentina no es mi madre, sino la madre de Yana, — respondo con voz ronca.

Me resulta difícil hablar, es como si una mano invisible me apretara la garganta. Quiero arrancar esa mano, aflojar los dedos invisibles para que sea un poco más fácil respirar.

Artem levanta las cejas, dejando claro que no ve mucha diferencia.

— Me estoy rompiendo la cabeza, pero no puedo entender. ¿Por qué los Gordeev no saben qué tipo de fiesta ustedes organizaron en su casa de campo? ¡Allí hay cámaras por todas partes!

¿Y qué le puedo contestar? ¿Decírselo todo tal cual es?, mejor prefiero ahogarme de inmediato.

— Esas cámaras se apagan junto con la alarma, — respondo de forma indefinida, pero siento que me mira aún más desdeñosamente.

— Cuéntale eso a otro. Yo sé muy bien cómo funciona la videovigilancia. Mejor dime que la apagaste a propósito.

Bajo la cabeza, escondiéndome detrás del pelo Nosotras mismas la desconectamos, ¿qué otra cosa puedo decir?

— ¿Cuánto quieres?, — pregunta Artem y no puedo creer lo que oyen mis oídos

— ¿Qué? — lo miro asombrada.

— Te pregunto ¿cuánto quieres por el silencio? ¿Para eso fue que me ligaste? ¿O alguien te envió? Lo hiciste, por cierto, de manera casi profesional, bravo. Yo no me di cuenta.

— ¿Dónde y qué hice, Artem?, — pregunto sin poder comprender. — ¿De qué estás hablando?

Ahora me mira casi con aprobación.

— Digo que fue un buen guión, Alena. Rescataste al gato, accidentalmente entraste en la casa. Te sentiste cansada y te quedaste dormida también accidentalmente. Actuaste muy bien, incluso yo me dejé engañar.

Es una pena que me haya quedado dormida accidentalmente. Pero no tengo ningún deseo de demostrarle nada a este hombre frío y ajeno. Aquel, "mi" Artem, ya no existe. En realidad, nunca existió, solo eran sueños y fantasías. Por eso sólo me encojo de hombros.

— Lamento que te dejaste engañar.

Él levanta la cabeza y asiente.

— Sí. Hubiera sido mejor llamar a la policía de inmediato.

— Bueno, la hubieras llamado, —digo cansada —, quien te lo impidió. Y aún no es demasiado tarde.

Y, de hecho, que la llame. A mí me da lo mismo. Solo quisiera retroceder en el tiempo, a la mañana en que Yana me convenció para que fuera con ella a casa de su "tío".

Nunca hubiera ido con ella. Ni por todo el dinero del mundo.

— Creo que tú y yo podemos llegar a un acuerdo sin intervención de terceros, — continúa Artem. — ¿Cuál es el precio? Llénate de valor. Pero ten cuidado de no pedir demasiado poco, no pierdas la oportunidad. ¿Qué tienes guardado? ¿Fotos? ¿Vídeos? ¿U otra cosa?

Finalmente, comienzo a comprender el sentido de lo que está diciendo y comienzo a temblar. Como si tuviera fiebre, cuando tiemblas violentamente y las manos se congelan.

Me acerco a él, tropezando a cada paso, porque las lágrimas que inundan los ojos y no puedo ver nada. Le doy una bofetada, espero que no haya fallado, porque en lugar de Artem, solo veo una gran mancha inexpresiva.

— ¿Te has vuelto loca? — me agarra por las manos, sin dejarme golpear la segunda mejilla.

— No, — me lamo los labios secos, — simplemente aquello no era menstruación.




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