El Efecto Oliver

1. EL OBSERVATORIO DE LOS RECUERDOS

CALI

Estaba con Maya en la cafetería, repasando unos apuntes, cuando la vi mirar hacia la entrada con una ara de susto total.
-Cali, no me mates, pero hay algo que no te he contado- Soltó de golpe.

En ese momento lo vi.

Oliver estaba allí, parado en mitad del campus, hablando con uno de mis profesores. Ya no era el chico delgado que recordaba; se veía mas hombre, mas seguro de si mismo. Resulta que ha vuelto para encargarse de la remodelacion del antiguo observatorio de la facultad, el lugar donde paso la mitad de mis noches estudiando.

Sentí un vuelco en el estomago que me dejo sin aire. De repente, todos los muros que había levantado en estos tres años empezaron a tambalearse. Me gusta penar que soy una persona lógica, alguien que sabe encontrar una salida a cualquier problema, pero verlo ahí, riéndose como si nada hubiera cambiado, me hizo darme cuenta de que mi plan de olvidarlo, había fallado por completo.

-¿Estas bien?- me pregunto Maya, tocándome el brazo.
-Si, claro- respondí, aunque mi voz sonó un poco mas aguda de lo normal -Es solo un chico, Maya. No es para tanto.
Pero mientas lo veía alejarse hacia el edificio de mi facultad, supe que mi tranquilidad y bajo control se acababa de terminar. Oliver había vuelto a mi mundo, y esta vez no iba a ser tan fácil escapar de èl.

Me quede mirando fijamente la mancha de café en la mesa mientras Maya seguía hablando de los detalles del regreso de su hermano. Mi cerebro, que normalmente funciona a la velocidad de la luz, se sentía como una computadora bloqueada.

Recordé una tarde, cuando yo tenia 14. Estábamos en el jardín de su casa y èl estaba tratando de construir una estructura extraña con madera y cables. Yo lo miraba desde la sombra, fingiendo que leía, pero en realidad estaba memorizando la forma en que se concentraba.
Oliver siempre tuvo esa capacidad: podía ver algo donde los demás solo veíamos basura. Me miro, sonrió y me pidió que le ayudara a sujetar un cable. Ese contacto de dos segundos en los dedos fue suficiente para que yo no pudiera dormir en una semana.
Èl siempre me trato como a la "genio pequeña", la niña que tenia todas las respuestas. Y yo me refugie en ese papel porque era el único que me permitía estar cerca de èl sin quedar como una idiota.
Cuando se marcho a la universidad, ni siquiera fui a despedirme. Le deje una nota corta y fria, diciendo que tenia que estudiar. Fue mi primer gran huida. Pense que poner kilómetros de distancia mataría lo que sentía, pero ahora, viéndolo ahí afuera, me doy cuenta de que solo lo puse en pausa.

-Cali, de verdad, no sabia que le darían el proyecto del observatorio hasta ayer- insistió Maya, sacándome de mis pensamientos -Se que ese es tu sitio sagrado. Si quieres, puedo hablar con èl para que...-
-No- la interrumpí, recuperando mi tono de voz habitual -No hace falta. No soy una niña, Maya. El observatorio es propiedad de la universidad, no mi diario intimo. Si èl tiene que trabajar allí, que trabaje-
Me levante, colgué mi mochila al hombro y trate de ignorar el temblor en mis manos. Necesitaba moverme. Necesitaba caminar hasta que el aire fresco me limpiara la cabeza.

Camine por el campus evitando las zonas principales. Siempre me he sentido un poco fuera de lugar entre la gente de mi edad; mientras ellos se preocupaban por las fiestas del viernes, yo estoy pensando en como mejorar el diseño de un motor o en porque me cuesta tanto conectar con las personas. Mi ropa, llena de bolsillos y telas que yo misma coso, es mi uniforme de combate. Es mi manera de decir: "estoy aquí, pero no soy como tu".

Llegue a la puerta de la facultad de ingeniería y me detuve un momento. El antiguo observatorio esta en la azotea, un edificio circular de piedra que parece sacado de otro siglo. Es el único lugar donde el ruido del mundo desaparece. Subí las escaleras a toda prisa, esperando encontrarme con la soledad de siempre, pero cuando abrí la pesada puerta de madera, me detuve en seco.
El olor a polvo y metal viejo había sido reemplazado por un aroma familiar: Sándalo y lluvia.

Èl estaba allí, de espaldas a mi, apoyado en la barandilla de hierro. Habia tirado su chaqueta sobre una de mis mesas de trabajo y tenia la camisa arremangada. Estaba mirando hacia la cúpula, haciendo anotaciones en un cuaderno desgastado.
El corazón me dio un vuelco tan fuerte que me dolió el pecho. Quise dar media vuelta y salir corriendo, desaparecer como lo he hecho tantas otras veces cuando algo me asusta. Pero antes de que pudiera dar un paso atrás, èl se giro.

Sus ojos seguían siendo los mismos: brillantes, curiosos, como si estuvieran analizando cada átomo de la habitación. Tardo un segundo en reconocerme, pero cuando lo hizo, una sonrisa lenta y ancha apareció en su cara. Esa sonrisa que yo había intentado borrar de mi memoria durante tres malditos años.
-¿Cali?- su voz era mas profunda, mas adulta -No puede ser. Maya me dijo que habías crecido, pero no me aviso de que te habías convertido en un ingeniero de película de ciencia ficción-
Se acero a mi con esa confianza natural que siempre envidie. Yo me quede rígida, apretando las correas de mi mochila. Estaba a menos de un metro y, de repente, el observatorio me pareció el lugar mas pequeño del mundo.
-Hola, Oliver- logre decir, intentado que mi voz no temblara -Veo que has invadido mi oficina-
Èl soltó una carcajada limpia, la clase de risa que te hace querer reír a ti también aunque estés de un humor de perros.
-¿Tu oficina? Vaya, debería haberlo imaginado. Solo alguien con tu cerebro elegiría el sitio mas alto y aislado de toda la ciudad para esconderse-

Me miro de arriba abajo, no de forma descarada, sino con una curiosidad sincera que me puso nerviosa. En ese momento supe que mi "Teoría del vació" no iba a servir de nada. Oliver no era alguien que pudiera ignorar; era un terremoto, y acababa de tirara abajo todas mis defensas sin siquiera esforzarse.




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