El enigma

Capítulo 5: El día siguiente.

El anciano, como era su costumbre, y haciendo honor al refrán que dice “quien madruga Dios le ayuda”, se levantó a las siete de la mañana y se fue al gimnasio. Hacia una hora y media de ejercicio diario, así se aseguraba estar ágil y lo suficientemente fuerte para que su edad no le diera muchos problemas. Después una ducha alternando agua fría y caliente, de forma que la musculatura pudiera relajarse y no ser víctima de calambres, contracturas u otras consecuencias musculares. Después de un desayuno contundente, no obstante, él se desayuno es la comida más importante del día, solía decir.

El desayuno constaba de: zumo de naranja natural, media pieza de pan de centeno con cereales, aproximadamente 100 grs, con queso de untar y miel y una infusión de hiervas que no decía a nadie, pero entre las que se encontraba espino blanco, rompepiedras y cola de caballo. Solo decía cuando le preguntaban que depuraba el cuerpo. Una vez desayunado, fue a la librería, cogió un libro, aparentemente al azar y se sentó a leer.

Avanzando el día empezó a aparecer el público de su disertación y poco a poco se fueron juntando al anciano, que no apartaba la vista del libro.

“Por fin vais apareciendo, bellos durmientes. Ya sabéis que el que mucho duerme, poco vive” Dijo con voz socarrona y burlesca, los jóvenes hicieron como los que no lo oyeron y se empezaron a sentar alrededor suyo. A esto apareció el mayor, “Tito, ¿podríamos seguir con esto luego, después de comer?, Ahora es que tengo que entregar un trabajo sin falta”; “Por mi perfecto” dijo el anciano.

Llego la hora de almorzar, algunos pidieron comida rápida, otros, los mayores, pidieron a un restaurante cercano un solomillo entero con miel y mostaza, una pinta fantástica, caramelizado, con olor a hierbas del bosque, tomillo, romero, mmmmmm, delicioso a los sentidos, unas patatas al horno, abiertas por la mitad bañadas en un aceite de ajo y tomillo y un gran helado de café de postre, no fue como la comida del día anterior, pero también estuvo a gran nivel. Tres cuartos de hora de reposo de la comida y un té verde helado con limón y azúcar moreno, a veces, el anciano le echaba un chorreón de sake y flambeaba, otra cosa no, pero el anciano se cuidaba muy bien.

La nieta más pequeña le pregunto que cuando salía el malo en la historia, y el anciano le dijo que como todo en la vida ni el malo siempre es malo ni el bueno es bueno, que todos llevamos esa dicotomía en nuestro interior y dependiendo de las circunstancias que nos rodeen podemos adoptar un papel u otro.

“¿Quién creéis que es el malo y el bueno hasta ahora mismo?” pregunto el anciano con voz profunda.

Unos contestaron que el padre del novicio que le obligo a ir a un monasterio, otros que si el hermano que abusaba de su edad y fuerza en los entrenamientos, otros que el novicio que se reveló contra el padre, e incluso, llegaron a decir que la chica que se enamoró del novicio, porque no dejo que se expresara con libertad el novicio. Opiniones de todo tipo, cada uno tenía la suya.

“Me habéis dicho el malo, ¿Y el bueno?” dijo el anciano. También todos dijeron uno diferente intentando apoyarlo en algo y justificando el porqué de esta decisión.

“¿Veis cómo se es bueno o malo según vuestro punto de vista, vuestra cultura y vuestras circunstancias?, Afirmo el anciano.”

“Entonces, ¿no hay ni bueno ni malos, no abuelo?”, preguntó la nieta mayor del anciano.

“Nada es verdad ni es mentira, sólo depende del color del cristal con que se mira”, contesto el anciano.

“¿Eso que quieres decir?”

“Mira, tu primo como es un hombre maduro, se identifica con el padre, por eso para él es el bueno y malo el novicio por no aceptar la oportunidad que le brinda. Para tu prima, como siempre ha sido la rebelde, el malo es el padre que le impone al hijo que hacer y el bueno el hijo, porque al final hace lo que él quiere, para tu hermana que está en edad de los primeros amores, los buenos son los tortolitos y la mala la madre de ella por no fiarse de la relación, y tu como hermana mayor, el bueno es el hermano mayor porque le enseñaba valiosa lecciones en sus entrenos y el malo el novicio por dejar plantada a la chica para realizar sus sueños. ¿Ves cómo cada uno lo ve de una manera y para cada uno, uno es el malo y otro el bueno?”

La nieta mayor se quedó pensativa, y asintiendo con la cabeza le dio la razón al abuelo.

“¿y si te dijera que nadie es el bueno ni el malo? Todos hacen lo que creen más oportuno, el padre seguir con lo institucionalmente establecido, el novicio aceptando la voluntad del padre, el hermano mayor entrenando y haciéndose fuerte para defender las tierras del padre, la niña sucumbiendo a las hormonas, típicas de esa edad, y la madre protegiendo a su hija de una decepción. Aunque nadie os habíais planteado verlo como espectadores, solo os metisteis en la historia y os daño la conducta de algún personaje y os animo otra, pero la diferencia de siglos entre los protagonistas y ustedes hacen que no sea la percepción de lo que paso lo mismo, por eso siempre hay que tener cuidado con los juicios que se hacen”.




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