El joven templario les explica a sus dos compañeros lo que pensaba, que no era otra cosa que la caja se encontraba en las ruinas del Templo de Salomón. No en vano había mil y una historias de los tesoros que había en el Templo, Tesoros de un valor económico elevado, pero también se especulaba que había tesoros de la religión hebrea y cristiana, que no tenían parangón, como el arca de la alianza y el Santo Grial de Cristo. Con el tiempo, Jerusalén se expandió hacia el oeste y hacia el norte, los reyes de Judá posteriores a Salomón, le agregaron puertas y murallas. El templo está ubicado dentro de un complejo, donde lo primero que nos encontramos es lo que se denomina la ciudad de David, en el monte Sion, después está el Ofel y posteriormente se da paso al recinto del templo, en el monte Moria. Estas construcciones están entre el valle de tiropeòn t el valle de cedrón. Cuando entramos en el recinto del templo, lo primero que nos encontraremos, será el altar de cobre, a la derecha el patio interior y el comedor, a la izquierda, nuestro objetivo. Nos encontraremos varias cosas, el mar fundido, y carretillas y un edificio. Pasaremos entre el Boaz y el Jakin que dará paso al pórtico, después estará el Santo y seguidamente pasaremos al santísimo, nuestro objetivo, ya que si es lo que dicen que es, estará escondido en esa zona, la zona más sagrada del templo de salomón.
El maestre y el Gran Maestre se miraron y comentaron como era posible que este jovenzuelo pudiera tener, siempre, todo tan pensado, había estudiado hasta el último detalle.
Pensaron que este viaje era mejor que fueran los tres solos.
Tenían que presentarse al Rey de Jerusalén, y era mejor que no llevaran escolta, ya que el monarca no se fiaba mucho de los templarios y que el Gran Maestre fuera hablar con él no se lo tomaría muy bien, y menos se llevaba su escolta. El Rey, que era culto y muy inteligente, sospecho de primera hora que los templarios querían ir a las ruinas del templo de salomón, para algo más que darse una vuelta turística.
El monarca escudriño con todo tipo de preguntas, incluso observó sus gestos y las palabras que utilizaban. No había nada que pudiera decir que no eran sinceros. Pero aun así había algo que lo hacía sospechar.
Teniendo esta intranquilidad. El monarca ofreció a dos hombres de su guardia personal para escoltarlos. El Gran Maestre, de una forma grácil y gentil, declinó su ofrecimiento, aludiendo que era un viaje que serviría de búsqueda espiritual, poco apto para soldados aguerridos como los de su guardia personal, además, el Gran Maestre, le dejó claro al Rey, que no tendría que sentirse amenazado dentro de su reino.
Los tres templarios hicieron una reverencia y salieron diligentemente para ponerse en camino. Cogieron provisiones para unos días, montaron caballos frescos y sin más pusieron rumbo al templo de salomón.
El viaje fue tranquilo, apacible, incluso me atrevería a decir agradable, si no fuera por esa sensación punzante en el cuello, como cuando alguien te clava la mirada, Estaban seguro que no viajaban solos.
Hicieron noche a unas pocas leguas del Templo. Esa noche tenían un festín, en la tarde cazaron un conejo y lo evisceraron, por la noche y una vez hecha la lumbre, lo despellejaron y lo pusieron a cocinar.
La sensación de no estar solos continuaba e incluso se intensificó, el Gran Maestre a tono de broma dijo que comieran y bebieran por si era su última noche,
La cena no tuvo ningún incidente, después de cenar, rezaron y apagaron el fuego, ese fue el momento elegido para que sus vigilantes saltaran sobre ellos.
Eran cinco y salieron de la oscuridad como fantasmas, el joven templario lanzo su daga con tal maestría que a uno de ellos le atravesó la garganta, ocasionándole la muerte. Se igualó algo la contienda. El Gran Maestre, en un par de golpes, tenía a uno de los asaltantes a sus pies, hundido, con un fuerte golpe de su mandoble lo mató. El Maestre está haciéndole cara a dos de sus asaltantes, pero de momento el joven templario salió, como si fuera un mago, de detrás de unos arbustos y con un ágil movimiento ensartó a uno y le rebanó la garganta a otro. El manejo de dos espadas cortas en el arde de la lucho lo había perfeccionado de tal forma que parecían prolongaciones de sus extremidades. El quinto asaltante apareció detrás del arbusto, trinchado por las dos espadas del joven. Una vez más se mostró letal.
Cuando se fijaron bien, se dieron cuenta que eran mercenarios árabes, ellos también iban detrás de la caja.
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Editado: 13.07.2022