Los tres templarios se pudieron en camino hacia Edesa, los tres en silencio, seguidos de sus tres sirvientes personales. Ninguno se atrevía a hablar sobre todo lo ocurrido, no sabían por dónde empezar y mucho menos sabían que explicación dar. Llevaban un tatuaje de un símbolo, cada uno, uno diferente, llevaban un palito con un lado oscuro y con otro dorado, que salía una luz y te grababa en la carne el símbolo, era algo de locos, que no se podría contar y mucho menos difundir a lo loco. La vida de los tres había quedado enlazada y ellos aún no lo sabían.
Poco a poco parecía que se fueron animando a hablar de cosas banales, sin importancia, pero no dejaban de darle vueltas a lo mismo. El joven quería buscar una explicación racional para lo que habían visto pero no era posible.
Poco a poco vieron que sus sentidos parecía que se adaptaban a las condiciones de donde iban. El Gran Maestre, inconscientemente, siempre tendía a hacer los trabajos de esfuerzo, coger piedras para el fuego, amarrar los caballos. El maestre hacia la comida y preparaba los lechos, y el joven repartía la comida, decía dónde dormir y donde comer y escogía hasta el ir andando o a caballo. Todos a partir del tatuaje cogieron un rol y este parecía que salía inconsciente de ellos.
Llegaron a Edesa y allí le estaban esperando, parecían que hacía mucho tiempo que no estaban por allí pero solo pasaron un par de meses. Los templarios de la fortaleza parecían que los miraban de forma rara, pero no entendían por qué, físicamente no habían cambiado, pero parecían desprender un halo diferente, tenían la intuición de que algo había cambiado dentro de ellos y que los demás podían detectarlo.
Llego la noche y descansaron, las noches desde el encuentro con el viejo beduino habían sido tranquilas y placidas, pero volver a coger un lecho no tenía comparación.
Al día siguiente después de los rezos del alba, se pusieron a entrenar el combate, había que estar entrenados que el clima de aquella zona se estaba caldeando y pronto entrarían en guerra y a saber cuándo terminaría.
El gran maestre como siempre quiso practicar con sus amigos, empezaron los dos templarios de más alto rango, el gran maestre saco su mandoble y lanzo un brutal ataque, que en condiciones normales podría haberlo parado el maestre sin más problemas, el tajo rompió el escudo en dos e hirió al maestre que pronto sus dos amigos lo llevaron a curar, cuando llegaron al médico y destaparon la herida, no quedaba ni rastro de ella, solo una mancha de sangre en su túnica, nada más. Aquello no era lo normal, ni la fuerza de uno ni la curación del otro, pero sin darse cuenta el más joven lo había llevado por el sitio donde más fácil era portarlo y donde menos tiempo tardarían, pero no por el más cercano, lo normal frente a un herido.
Los tres se fueron a una habitación privada y se pusieron a comentar lo ocurrido, en esto entraron sus tres sirvientes, nadie los llamó, pero sabían dónde estaban, y les dijeron que no se preocuparan lo que habían vivido era una de las características de haber aceptado su destino. Todo se había potenciado en ellos.
Uno de estos días recibió carta de casa el joven templario, en ella encontró noticias que no se esperaba, no eran malas, pero podrían serlo pronto. El padre informaba que los árabes de la frontera estaban nerviosos y cada vez las incursiones eran más frecuentes y más numerosas. Uno de sus hermanos fue herido en uno de estas trifulcas y estaba en casa recuperándose. Su amada estaba bien y sus hermanas también.
Algo en la carta no le decía, pero la sabia, quizás por las palabras empleadas, quizás por las habilidades últimamente aprendidas, que no iba bien las cosas en su casa.
Entro en la sala del Gran Maestre y le comunicó que quería volver a casa, no le gustaba lo que había leído en la carta. Los tres leyeron la carta y todos eran de la misma opinión. Se dieron mucha prisa para volver a casa. Fueron juntos los tres, no lo sabían aún, pero volverían para poner a prueba sus poderes, y su fraternidad.
El barco atraco en puerto y lo estaban esperando 250 de los mejores hombres del castillo del Maestre, y tres caballos, los que ellos necesitarían. Raudos montaron y se fueron directos a las tierras del padre del joven.
Al llegar a las tierras vieron muchas patrullas almohades, parecían que estaban en pie de guerra. Fueron sorteándolas hasta que llegaron a tener a la vista el castillo, parecía un asedio. La intuición del muchacho no le fallo. Al momento empezó a estudiar la situación y tenia un plan no mas de cinco horas después de llegar. El Gran maestre distribuyó los hombres como le había dicho el muchacho.
Tuvieron mucha paciencia y cuando vieron que estaban preparados los árabes para atacar a su familia, este desencadenó una tormenta perfecta, no menos de 100 templarios arremetieron contra la retaguardia almohade, avalanchas de caballistas por los dos lados encerraron a los árabes que la única opción que tenían era ir hacia el castillo que las fuerzas de su hermano estarían allí para rematarlos.
El gran maestre cuando llego a la primera fila de árabes, no tubo piedad, su mandoble contaba los golpes por muertos en las filas enemigas, los estiletes del joven casi se mellaron de la cantidad de golpes que dio, pero el maestre estaba en la retaguardia, no era su costumbre esa, sino que siempre entraba en lucha con ellos, pero al final entenderían por qué.
Al llegar a las murallas del castillo del padre solo había unos cuantos árabes, pero no había soldados defendiendo desde las almenas y la muralla, solo eran mujeres y niños. ¿Qué ocurrió? ¿por qué eran ellos los que defendían las murallas?
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Editado: 13.07.2022