El enigma

Capítulo 17: El deber los llama.

Pasó el tiempo, y al cabo de los años una extraña carta le llega por un jinete, oscuro. El joven señor se temió que lo llamaran para emplear sus dones en alguna batalla, pero al mismo tiempo se emocionó, ya que su don serviría para algo.

Ya tenía un hijo moreno de ojos profundos y piel tostada, se parecía a la madre, pero tenía esa profunda mirada del padre.

Su esposa, en cinta de nuevo, vio la preocupación en el rostro de su esposo, y abrieron la carta juntos. Efectivamente, lo llamaban para una misión, no muy difícil, pero si estratégica. Le decían que se reunirían con sus compañeros en una localización, era tras las líneas enemigas, y que fueran sin distinción ninguna ya que no podrían dar ninguna pista en caso de ser apresados.

La mujer, preocupada por sus hijos, el que tenía y el que venía, no sin resignación, le dijo que cumpliera con sus votos y que honrara la palabra empeñada. Así empezó a ser el apoyo de su esposo y una fiel aliada cuando estaba en casa.

Los tres amigos se reunieron de nuevo en el punto donde les citaba la misiva, allí apareció un hombre de barba blanca y rasgos árabes, les dijo que no se preocuparan, él era ahora el jefe de los guardianes de la caja. Su jefe y amigo por ser tan mayor murió de muerte natural, y él fue nombrado su sucesor. Los tres sirvientes parecieron reconocerlo y con una reverencia confirmaron que la escala dentro de la organización era alga.

Prepararon la cena y se pusieron a hablar de la misión.

Tenían que impedir que se aliaran los reinos taifas de la península y el jefe que estaba trabajando en esta alianza era el señor de esas tierras. Si los reinos taifas se aliaban el equilibrio no existiría y ese desbalance solo traería calamidad, hambre, radicalismo y muerte. Ellos no querían que eso pasara y dijeron que aceptaban la misión. El hombre de barba blanca se rio. No se puede aceptar o no las misiones, les dijo, tenéis que hacerla, para ello aceptasteis el don, sois los únicos que pueden traer la paz, o la guerra, al mundo. Todo depende de vuestra acción o no.

Los tres se dieron cuenta hasta donde llegaba el voto que hicieron y se dieron cuenta en ese momento el peso que llevaban en sus hombros.

Se quedaron cabizbajos, y no fueron capaces de articular palabra durante un buen rato.

Solo el silencio lo interrumpió el joven, ¿Y cómo se supone que debemos hacerlo?, pregunto. El viejo lo miró y dijo, “eso debéis de decidirlo ustedes”. Sin más y con esa “libertad” de acción se puso a pensar.

Al rato dijo, “lo haremos esta noche”. Los compañeros no podían creer lo que oyeron, uno decía que necesitarían un ejército, otro que no podrían sin más preparación. El joven dijo, “nos vestiremos de árabes, pasaremos de noche desapercibidos y pediremos audiencia con la escusa de traer una misiva de otro reino y que es urgente. Cuando accedamos a su cámara privada lo asesinaremos y nos evaporaremos de allí. Dejad que hable yo que conozco su idioma y así sospechara menos.”

Los tres miraron al joven y asintieron con la cabeza. Se vistieron con un turbante negro y ropa negra. El turbante no solo tapaba sus cabezas sino también sus bocas, dejando solo al descubierto sus ojos. Recordaban estos ropajes a los que llevaban el día que se encontraron por primera vez con estos guardianes.

Los sirvientes a ser árabes, daban ese plus de veracidad a la incursión.

Efectivamente, el plan trazado, funcionaba, sin saberlo estaban esperando respuesta de un reino taifa y lo hicieron pasar rápidamente a la cámara del Rey.

Al verlos este pregunto si traían respuesta, y ellos asintieron con la cabeza, al mismo tiempo que extendían un pergamino para que lo cogiera el monarca taifa. En el solo se leía una palabra, نهاية

El mandatario se quedo mudo, no era lo que esperaba, grito esto que significa. El joven se levanto y dijo, el fin de su alianza, antes que la guardia personal del árabe pudiera dar la voz de alarma fueron degollados por los sirvientes, y el gran maestre, con una fuerza inusitada decapito al monarca.

Tal como entraron, salieron, deprisa, sin mirar atrás, la misión salió bien y encima sembraron la desconfianza entre los reinos taifas que a la postre fue la decadencia árabe en la península ibérica.

Uno de los sirvientes fue herido con un estilete por uno de los miembros de la guardia, nadie se dio cuenta, pero llevaba un corte muy feo a la altura del abdomen, parecía que el muchacho no lo contaría. El maestre salto sobre él cuándo vio el reguero de sangre, poniéndole la mano sobre la herida, de su boca brotaron palabras que difícilmente se podrían pronunciar por un ser mortal y la hemorragia se corto poco a poco, el joven sirviente recupero la consciencia que poco antes perdió, y se sintió bien. Cuando fueron a ver la herida, ésta no existía ya. No podían creerlo, era magia.

El maestre, feliz por el muchacho, lo abrazo y este le dijo que siempre le debería la vida y que su vinculo aun era más estrecho desde ese día.

Mandaron misiva al jefe de los guardianes, confirmándole que había sido un éxito la misión y que todo estaba bien, sin bajas.

Volvieron a sus quehaceres.

El joven señor le conto lo que había hecho y visto ese día a su mujer, y ella, con una sonrisa en la boca, solo pudo consolarlo y animarlo. Era el apoyo que toda persona con gran responsabilidad necesita cuando se encuentra en su soledad.




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