Eduardo se levanta temprano, no desayuna y se va al hospital. Cuando llega, está bajando del todoterreno varios paquetes para Bella: artículos de tocador y de higiene personal, ropa de dormir y ropa íntima; también le trae algo para leer y frutas que sabe que le gustan.
Mientras saca los paquetes del auto, observa a dos tipos que bajan de una camioneta; uno de ellos se pone un arma en el cinto y el otro parece revisar la suya. Eduardo entra al hospital y la enfermera va a investigar a ver si el doctor autoriza la visita. Los dos hombres armados del garaje entran y preguntan en la recepción; Eduardo, desde donde está esperando, escucha que preguntan por Gloria Casanova. La secretaria les dice que tiene prohibidas las visitas, pero que se está recuperando.
Se disparan las alarmas en su interior; los tipos quieren saber dónde se encuentra y la secretaria pregunta:
—¿Son familiares de ella?
Desde atrás, Eduardo le hace una señal a la chica y esta parece entender.
—Me permite su carnet de identidad, por favor —dice la secretaria—. Puedo anotar su solicitud y pedir una cita programada con el médico que la atiende. Me deja su número y yo le envío el día y la hora.
El tipo, con cara de pocos amigos, responde:
—No, gracias. Regreso otro día. ¿Cuándo podrá recibir visitas?
—No... no lo sé —responde ella.
Los tipos salen y Eduardo los sigue y les toma fotos; sale hasta el garaje y toma fotos de la matrícula y del auto. Regresa rápido al notar que los hombres no se retiraron en su vehículo. Al entrar, habla con la recepcionista:
—No deje pasar a nadie, no dé información de ella a nadie más que a mí. Ella está así porque intentaron matarla, y esos hombres están armados; los vi en el garaje del hospital.
La chica, muy asustada, trata de explicar:
—No se me informó nada de eso. Pondré esta información en su historial, así las demás no van a cometer el mismo error.
La enfermera se acerca y le dice:
—El médico permitió la visita, pero deberá entrar con ropa estéril. Acompáñame.
Cuando van por un pasillo, Eduardo vuelve a ver a los dos tipos revisando las salas y cuartos del hospital. Está muy preocupado por la seguridad de Bella y se queda esperando para ver hacia dónde se dirigen. La enfermera coloca una ropa sobre una camilla y le dice:
—Póngase esa ropa, el gorro y la mascarilla, por favor. Dése prisa, que tengo mucho trabajo.
Eduardo se pone todo muy deprisa y sale rápidamente; está muy nervioso, no está seguro de si los tipos podrán violar los protocolos de seguridad del hospital y por eso sale en segundos. De pronto, se escucha un disparo; todos gritan y corren. Él corre hacia donde se oyó el estruendo: es una habitación de recuperación y hay muchos médicos atendiendo la emergencia. Regresa en busca de la enfermera y ella, muy asustada, lo conduce a la sala de terapia intensiva. Él entra y respira hondo cuando ve a Bella sonreír, contenta de verlo.
—¿Qué fue ese ruido? Pareció un disparo —pregunta ella.
—No sé, parece una explosión. ¿Cómo te sientes? —responde él ocultando el peligro.
—Estoy bien, gracias, pero estoy cansada de esta cama.
En ese momento viene un camillero para trasladar a Bella a una habitación de recuperación.
—Esta señorita está mucho mejor y tiene orden de traslado —anuncia el camillero.
—¿A dónde la van a llevar? —pregunta Eduardo angustiado.
Bella presiente que pasa algo; nunca lo ha visto en ese estado. El camillero, con ayuda de otro, pasan a Bella a la camilla y la sacan de la sala. Eduardo va detrás de ellos pisándoles los talones; a estas alturas no confía en nadie. Con la ayuda de Eduardo, Bella es colocada en la cama. Cuando se quedan solos, él cierra la puerta con seguro.
—¿Pasa algo? Te noto nervioso —dice ella.
—Tengo que hablar contigo. Tienes que ser fuerte y prometer mantener la calma; tienes que hacerlo por tu salud.
—Me estás asustando —confiesa ella.
—Es lo que no quiero que pase —responde Eduardo—. Estás recién operada y debes conservar la calma, pero debo sacarte de aquí y llevarte a otro lugar. Yo te cuidaré mientras estés convaleciente.
—¿Por qué? ¿Qué está pasando?
Eduardo lo piensa bien y no quiere que ella se ponga nerviosa, pues teme que esto afecte su recuperación.
—Es que vi a varios enfermos con enfermedades contagiosas cerca de aquí y no están respetando los protocolos para evitar la propagación. Temo que te contagies; prefiero sacarte de aquí y yo te cuido.
—Está bien, yo confío en ti. Vamos a donde tú digas.
—El camino hasta la cabaña está lejos y en mal estado para ir por tierra —explica Eduardo—, pero yo serví en la Fuerza Aérea y tengo amigos allí. Voy a pedir que me colaboren con un helicóptero equipado para tu traslado. Dame unos minutos, voy a hacer unas llamadas aquí afuera. Descansa tranquila, ya vuelvo.
Él sale al pasillo y marca un número.
—Mi General, un cordial saludo, amigo.
—¡Dios mío! ¡Hoy va a llover porque mi viejo amigo se dignó a llamarme! —responden del otro lado.
—Escúchame, esto es una emergencia, es de vida o muerte. Mi novia está en el hospital recién operada, pero su vida está en peligro y necesito un helicóptero para trasladarla. Allí es donde te necesito.
—Envíame las coordenadas y estoy allá lo más pronto posible.
—Recuerda traer un helicóptero ambulancia. Voy a preparar todo para esperarte.
Cuelga y pide a una enfermera que llame al médico. Cuando este llega, Eduardo le informa que va a trasladar a la señorita Gloria Casanova a otro hospital.
—¿Qué pasó? ¿Hay algún problema? —pregunta el médico.
—Sí, este hospital es inseguro. Hace rato escuché un disparo y vi salir corriendo a unos tipos. Temo por la seguridad de mi novia.
—Lo comprendo, pero eso nunca había ocurrido aquí. Ya llamamos a la policía; parece que a la señora que fue herida la confundieron con otra rubia que estaban buscando.