El error que nos volvió a unir

Prólogo

Carmen ladeó la cabeza mirando a su amiga bromear sin más con el hombre que supuestamente odiaba hasta más no poder. Natacha era la clase de mujer que decía las cosas de la boca para afuera. Necesitaban el dinero y no había algo mejor que vivir la vida loca como siempre. Suspiró, cansada, quería irse a otro lado, detestaba tener que lidiar con las personas.

— ¿Estás aburrida? —preguntó Damon, el hermano de Volkan—. Te veo suspirando a cada rato.

— ¿Ahora un investigador privado o qué? —bromeó con él—. Aunque, pareces ser un acosador.

— Soy un acosador que no puede apartar los ojos de ti —le pasó una copa de vino—. Es una lástima que tú tengas que huir de mí. Porque…

— No entiendo nada, escucha…

— No tienes qué entender nada, Carmen —Damon se acercó a ella—. Podemos ir a otro lado, siempre y cuando tú quieras.

— ¿Estás tratando de seducirme? —ladeó la cabeza—. Es una lástima que no caiga en tus encantos de don juan, ya estoy acostumbrada a que los hombres intenten llevarme a la cama.

— ¿Y no están funcionando?

— Es posible —susurró Carmen, sonriendo—. Tengo que irme, este ambiente no es para mí.

— ¿Puedo llevarte?

— No.

Carmen le pasó por el lado y en los siguientes días que no vio a Damon, pensó que este había desistido de todo, sin embargo, cuando se vieron en una de las tantas fiestas, este volvió a intentar llevarla a la cama. Carmen era una chica que no tenía límites cuando se trataban de los hombres, Damon, el menor de Richter, era un encanto y más aún sabiendo que este podía destruirla de ser necesario, ya que tenía el poder de hacerlo.

— En estos momentos estás siendo molesto.

— Bueno, es que…

— Si te digo que sí, ¿se quedará entre nosotros? —preguntó Carmen, haciendo a un lado su cabello—. Lo digo, porque tu hermano está con mi mejor amiga, y sería extraño que todos supieran que pasamos la noche juntos.

— Me parece lo más justo.

Sin embargo, sus encuentros no se detuvieron ahí, siguieron viéndose en más de una ocasión a tal punto de que Damon alquiló un apartamento solo para ellos dos. Carmen comenzó a tener sentimientos por él, no obstante, no se atrevía a decirle nada por qué no quería que eso se terminara. Ellos pusieron las cartas sobre la mesa y si Damon se llegaba a enterar de lo que ella estaba armando con su mejor amiga, las cosas se saldrían de control.

— ¿En qué estás pensando? —le preguntó Damon, pasándole el tazón con las palomitas—. ¿Es por el viaje que tienes que hacer mañana?

— Sí, no quiero irme, pero son unas vacaciones que necesito —subió los pies—. Me dijiste que tienes un caso grande, ¿cómo vas con eso?

— Va todo bien, puedo manejarlo.

Y de ese modo era su relación, hablaban como si eran pareja, pero sin etiquetas. Solamente había un problema, que Carmen se le olvidó tomarse algunas pastillas para evitar pequeños accidentes futuros. 

Ella pasó por Natacha al punto de encuentro, para irse de viaje y disfrutar de la buena vida que se merecían por no hacer nada constructivo. 

— ¿Ya está todo listo? —preguntó Carmen a Natacha, quitándose los lentes de sol—. Un viaje al caribe nos espera.

— Sí, mientras más alejadas estemos de ese sujeto, será mucho mejor para nosotras —Natacha apretó el puente de su nariz—. Ni sé por qué sigo con esto, ya tengo dinero suficiente para irme lejos, cambiarme el nombre y tener la vida que siempre he querido.

— Es algo que tú tienes que asimilar por el momento, Nath —Carmen negó llena de diversión—. Puedes dejarlo ahora mismo.

— No puedo hacerlo, él tiene mucho dinero y…

— Tú no lo quieres —dijo Carmen—. Seamos sinceras, no puedes estar con un hombre que no quiere tener hijos, mucho menos con alguien que parece un dictador y no el dueño de una de las mejores fábricas de vinos del mundo.

— Lo sé, es que…

— Será mejor que dejemos esta conversación aquí y disfrutemos de nuestras mini vacaciones.

Natacha asintió, era mejor eso. El chofer que contrató su amiga era uno de sus amigos con derechos, por así decirlo. Quería que apareciera alguien idéntica a ella para dejarla en su lugar y que sea la infeliz, porque en verdad odiaba bastante, tener que estar casada con un hombre cómo él. 

— Oh Dios mío —dijo Carmen, quitándose los lentes de tomar sol y mirando hacia una de las puertas—. ¿Eres tú, pero versión pobre? —preguntó hacia Natacha, y ella frunció el ceño mirando hacia el mismo sitio que ella.

— Dios mío.

Ambas se quedaron viendo a la chica que estaba limpiando. Carmen sonrió llena de malicia, ya que una tonta idea le llegó a la mente. Después de todo, nadie podía enterarse de lo que ellas dos hicieron. Tuvieron que huir cada vez más, ella se enteró de que estaba embarazada cuando recordó que si periodo llevaba tiempo y que no veía la hora de regresar a su vida anterior. 

Las cosas se salieron de control, todos descubrieron que Natacha y ella habían robado mucho dinero, incluso, su nombre figuraba en algunas transacciones que ni al caso.

Natacha sonrió cuando vio que al fin había logrado lo que tanto quería. Tenía dinero, belleza y los hombres de ese país la adoraban. Que se jodiera Nicole, no iba a dejar pasar esa oportunidad de oro que tenía en las manos como para que ella estuviera tranquila y feliz, eso jamás. Si Volkan descubrió toda la verdad acerca de su matrimonio falso, que se casó con una impostora, que resolviera como pudiera.

— Natacha —dijo Carmen, negando con la cabeza—. Nicole sigue llamando para saber en dónde estamos.

— Cambia de número, ella no tiene por qué saber en dónde estamos —espantó las palabras—. Robamos mucho dinero, y los hombres aquí están al tanto de todo, no te preocupes de nada…

— Esto que estamos haciendo no tiene sentido, Natacha —Carmen mordió su labio, pasándose una mano por el vientre—. Esa familia es buena encontrando a las personas, es cuestión de tiempo para que hagan lo mismo con nosotras.




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