El error que nos volvió a unir

5. Nacimiento.

Darren se pasó la lengua por los labios cuando vio a Carmen entrar al salón con un vestido negro, con una abertura en una de las piernas y que era manga larga. Demasiado hermosa para sus ojos, le dio un largo sorbo a su bebida, para disimular un poco, ya que fue él mismo quién mandó ese vestido para que ella lo usara. 

Después de horas de intentar que ella saliera de esa casa, lo logró al fin, pudo conseguir que fuera con su hermana y el contraste de su cabello negro y ojos verdes ponía a dudar seriamente si una mujer embarazada se veía siempre ta bien.

— Aquí hay muchas mujeres que no te quitan los ojos de encima y tú no puedes quitar la mirada de la mujer embarazada de otro hombre —su padre se interpuso en su campo de visión—. Termina con esto, busca una buena esposa y fin.

— No, ella me gusta mucho —sonrió de lado—. Casarme, no está en mi juego.

— Te estás obsesionando con ella —William le habló en un tono serio—. Deja las coas en claro con esa mujer, te pido de favor que no hagas nada estúpido. Puedes tenerla como tu amante si quieres, pero de ahí no pasa.

— Eso está por verse —miró por encima del hombro de su padre—. Sigues enamorado de la madre de Nicole, consideras que ella en algún momento aparecerá o algo parecido.

— La madre de Nicole no es un tema de conversación que te deba importar —se puso a su lado—. Mi hija llama mucho la atención de las personas que están aquí…

— Buenas noches —dijo un amigo de su padre—. Es bueno verlos después de tanto tiempo.

— Ronald —Darren hizo un ademán con la cabeza—. El gusto es mío, es extraño el verte por aquí.

— Solo quise ver cómo estaba todo… —Ronald señaló hacia dónde se encontraban Carmen y Natacha—. ¿Quiénes son ellas?

— Invitadas de un socio —intervino Darren antes que su padre—. Tengo entendido que la mujer de vestido rojo está soltera.

— ¿Y la que está embarazada? —Darren apretó el vaso en sus manos, detestando por mucho esas palabras—. Muy pocas mujeres se ven así de bien y sus ojos son muy llamativos.

— Está comprometida, según los chismes —dijo de manera tensa—. ¿Cierto padre?

— Cierto… —su padre secundó—, pero al estar con otra persona, no quita que lo deje. Digo yo.

— Por eso eres un excelente amigo, William —Ronald levantó su vaso en señal de agradecimiento y fue hacia dónde se encontraban Carmen y Natacha.

— ¿Por qué le dijiste eso? ¿Qué ganaste?

— Que te olvides de una mujer que te traerá problemas —masculló su padre, enojado—. Te advierto, que Carmen no es buena para ti. Ni siquiera hay un historial de vida.

— Padre, no te metas en mis asuntos —se alejó de él—. Si digo que ella es mía, es porque lo es.

— ¿Seguro?

— Seguro.

Darren le dio largo sorbo a su bebida y caminó con largos pasos hasta dónde se encontraba su hermana. Carmen, al verlo, se puso roja y no tuvo de otra más que arreglárselas para no levantar sospechas de nada.

— Carmen —saboreó su nombre—. Tu prometido anda buscándote.

— ¿Mi qué? —preguntó ella, con la voz quebrada—. Yo…

A Darren no le dio tiempo a terminar la oración, simplemente se la llevó a otro lado. No estaba pesando como se debía, esa acción que cometió ahí solo ponía en peligro a Carmen, la cual estaba realmente asustada.

— ¿A dónde me llevas? —le preguntó Carmen, luego de ver que estaban saliendo por la puerta del jardín—. Darren, me estás asustando.

— Escucha, todo esto…

— Suéltame —se zafó de su agarre—. ¿Por qué te comportas de forma tan extraña? ¿Qué pasa contigo?

— Ahora quiero que me escuches bien, porque no lo voy a repetir otra vez —siseó ladeando la cabeza—. Aléjate de los hombres de esta fiesta, mantente bajo perfil.

— ¿Qué? —Carmen se mostró consternada—. ¿Qué me mantenga alejada de estas personas? ¿De qué me estás hablando?

— Este vestido llama mucho la atención, los hombres no te quitan los ojos de encima y estoy seguro de qué tienen pensamientos pecaminosos —la tomó del brazo nuevamente, para llevarla hacia otro lado más apartado—. Debiste quedarte en la casa.

— Tú fuiste el que me dijo que viniera. Desde el principio te dije que odio este tipo de fiestas —ella golpeó su mano para que la soltara—. Además, ¿qué persona se fijaría en una mujer como yo?

— ¡Pues todos! —gritó enojado, y asustándola—. El hombre que comenzó a hablar contigo dijo que le parecías mucho más atractiva que mi hermana, eso es insólito.

 — ¿Te pusiste celoso por eso? —preguntó en un tono burlón—. Por favor, Darren —agarró el rostro del mayor con sus manos—. Quedamos que lo íbamos a intentar, no te pongas en mal plan ahora.

— Es que…

Cariño… eres mi chico, mi hombre y con quién paso todas las noches de ser posible —Carmen le sonrió de manera cálida—. Entre nosotros no puede haber secretos, mucho menos malentendidos, porque de ser así, tendremos que detenernos. ¿Estamos?

— ¿No hay más hombres? —ella negó con la cabeza—. ¿Me puedes dar un beso?

— Por si no te has dado cuenta, este bello y hermoso vientre me dificulta ahora mismo el poder besarte —bromeó—. Si puedes llegar hasta mis labios…

Sin pensárselo mucho tomó posesión de sus labios. Eso lo mantuvo más calmado, ya que por algún motivo, ella podía mantenerlo al margen de todo. Los sentimientos que tenía estaban al tope, nada comparado con los que alguna vez sintió antes y no dejaría que nadie se la quitara. 

— Espera —gimoteó Carmen, bajando la mirada—. Esto debe ser una broma.

Siguió la mirada de ella, y vio que sus piernas estaban húmedas y no precisamente porque se le rompió la fuente. Reaccionó con rapidez; la cargó en sus brazos, caminando hacia donde se encontraba su chofer.

— Al hospital y que llamen al doctor de la familia —les ordenó a sus hombres.

Carmen apretó su brazo, iba a decirle algo, no obstante, terminó por desmayarse. La llamó varias veces, sin saber qué hacer, por el hecho de qué era la primera vez que trataba con algo así.




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