El error que nos volvió a unir

6. El peso de las palabras.

Carmen escuchó la voz de Darren discutir con alguien, sus ojos se sentían pesados y la cama en la cual se encontraba era un poco incómoda, pero nada de lo que podría quejarse, porque en el pasado ella durmió en sitios peores. 

Con algo de dificultad, se sentó en la cama, murmurando unas cuantas cosas antes de que la luz de la habitación la dejara literalmente ciega.

— Hola —Darren se acercó a ella—. ¿Cómo estás?

— Agua, por favor… —pidió, y de inmediato una enfermera le pasó un vaso con agua—. ¿Y mi bebé?

— El bebé está bien. Te digo en un momento, el doctor debe revisarte.

Ella asintió, un doctor que vio una vez le hizo preguntas. Ella respondió todo, hasta que después de un rato le dijeron que había durado tres días inconsciente por la pérdida de sangre, que su cuerpo rechazó algunas transfusiones de sangre.

— Los dejaré a solas, para que hablen —dijo el doctor, antes de salir.

— Mi hermana no ha querido venir, porque los hospitales no son lo suyo —Darren caminó hasta dónde se encontraba un cunero—. Mi padre vino solo una vez, y fue para traernos ropa. No he salido del hospital, porque los bebés necesitaban de alguien que los cuidara.

— ¿Los bebés? —preguntó sorprendida—. ¿Alguien abandonó a un bebé?

— No, Carmen —dijo Darren, riendo—. Tuviste gemelos, una niña y un niño —acercó el cunero, bajando a la altura de la cama—. Solo le puse el nombre al niño. Liam, así me dijiste que quería que se llamara.

— Esto… —sollozó, llevándose una mano a la boca—. Dos bebés.

— Sí, aquí tienes a la niña —le pasó a la bebé que estaba envuelta con una manta de color morado—. Ella tiene problemas en las cuerdas vocales, los doctores dijeron que cuando tenga más edad, puede ser tratada.

— Mi bebé —Carmen pasó las yemas de sus dedos por las mejillas rojizas—. Mi dulce Dasha.

— ¿Dasha? ¿Por qué ese nombre?

— Así se llamaba mi abuela materna, la que me cuidó antes de morir —sonrió amargamente—. Ella fue la única que me hizo sentir en esta vida que me merecía una familia.

— Ahora tienes a dos bebés que necesitan mucho de ti —Darren cargó a Liam—. Este de aquí, no quería salir sin que su hermana estuviera segura. Es por eso que te quedará una cicatriz en la parte baja, no es nada grave.

— Eso no me importa, mientras ellos estén bien eso pasa a un segundo plano para mí —sorbió los mocos—. Tengo dos hijos, mi dulce agonía acaba de comenzar.

— ¿Por qué lo dices?

— Porque ahora tendré que buscar un trabajo que me ayude a sostenerme…

— Ya hablamos de esto —Darren se sentó en uno de los extremos de la cama—. Las cosas son como lo planeamos, fin.

— No voy a discutir contigo, me siento cansada —susurró, y sonrió hacia Dasha, la cual también sonrió hacia ella—. ¿Verdad que eres una cosita bonita?

— Tiene una marca —él apuntó a la pequeña—. ¿Su padre tiene una también?

— No que yo sepa —mintió—. ¿Puedes pasarme a Liam? —cambió de tema—. Quiero cargarlo también.

— Claro.

Hicieron el intercambio de bebés, y ella no podía decirle que Damon tenía una marca de nacimiento también. Eso es imposible. Arruinar todo, y que él supiera eso sería un peligro. Sus hijos estaban sanos y salvos, aunque su pequeña Dasha tenía ese pequeño problema en las cuerdas vocales.

Antes de que el sol cayera otra vez, Carmen fue dada de alta. Darren la ayudó con todo lo necesario y había más hombres cuidando de la entrada del hospital. Natacha en ningún momento fue a visitarla, tampoco le envió mensajes de texto para saber cómo se encontraba. 

Vaya amiga la que tenía. En poco tiempo, llegaron a la mansión y un grupo de empleados los ayudaron con las cosas de los bebés. 

Carmen hizo una mueca cuando bajó del auto, el dolor aún seguía latente, pero valía la pena tenerlo si con eso sus hijos estaban bien.

La desilusión no se fue, quería a Damon, pero cometió el error de quedarse callada a tal punto de qué él la estaba odiando.

— Hijo —lo llamó William—, Carmen, es bueno verlos.

— Señor William, también es bueno verlo —dijo Carmen, un poco incómoda—. Debo irme, de seguro tiene mucho de qué hablar con tu padre. Gracias por ayudarme con los gemelos, no tienes idea de lo mucho que te agradezco todo.

— Llévala a su habitación, debo hablar con mi padre sobre algo —le ordenó a uno de los trabajadores—. Ten cuidado.

El hombre asintió y tomó a Dasha en brazos, mientras que Carmen tenía a Liam. Carmen no se atrevió a mirar a nadie de esa casa, temía por su vida y ni hablar de qué posiblemente terminarían por matarla si se interponía en su camino. 

Sus ojos se abrieron con sorpresa al encontrarse con una cuna, bien decorada y que tenía una división espaciosa para sus gemelos.

Darren se estaba tomando muchas atribuciones con eso de hacerse pasar por el padre.

— ¿Puedes poner mantas limpias sobre mi cama, por favor? —le preguntó a la empleada—. Es para recostar a los bebés.

La mujer asintió y buscó las mantas limpias que ella tenía en su closet, ya que le pidió a Darren que no se atreviera a pedir una habitación aparte para ellos. 

Cuando estuvo sola, dejó salir un sollozo, puesto que vio la marca que Dasha tenía en la parte de atrás del cuello, en el mismo lugar que su padre. 

— Lo siento tanto —susurró sin dejar de llorar—. Es mi culpa, nunca debí hacer eso. Su padre no debe enterarse nunca que están conmigo. Él me odia y temo que haga lo mismo con ustedes —Liam tomó su dedo y lo apretó—. Sé que vas a cuidar mucho a tu hermana, eres igual a tu padre.

— Vaya, esto apesta al hospital —dijo Natacha, desde el umbral de la puerta, y con los brazos cruzados en su pecho—. Te ves fatal.

— Lo que digas —respondió sin mirarla—. ¿Qué estás haciendo aquí?

— Vine a verte, saldré en un rato con mi padre —terminó por entrar—. Dos seres que lo único que van a traerte son problemas. Vaya, sí que se parecen a su padre, es cómo ver las copias andantes de Damon.




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