Estaba más que emocionada. Era la segunda cita real en mi vida y la primera con este chico.
Quien por cierto es un par de años mayor que yo pero, eso está bien. Y siempre usa, por alguna razón, una boina marrón o beige. Eso no está tan mal. Aunque si fuera más alto y agraciado se vería mejor. También trae puesta una camisa polo roja. Y yo odio el rojo en ropa. Odio sus extremos, el rojo a rojo carmesí y el rosa a fucsia. Solo soporto el ocre. Como la blusa que me he puesto hoy.
—Me gusta su blusa — fue lo primero que dijo al verme. Eso es bueno ¿Cierto? —. A mí me encanta el rojo.
Eso… No es tan bueno.
Luego de almorzar, no recuerdo que comimos la verdad. Estaba más pendiente de masticar con cuidado, no hablar con la boca llena, no meterme bocados grandes por si debía responder a algún comentario pues no dejaba de hablar. Eso… Es bueno, creo.
Ah sí, ya recordé, era comida china. Pero no de la buena, era más bien de un restaurante de comida rápida del centro comercial. Eso, estaba bien. Después de todo él invitó. Eso sí es bueno.
Ahora sí, luego de almorzar, fuimos a caminar. Seguíamos hablando de todo un poco. El trabajo, la familia, los amigos, etc. Hasta que en una pantalla plasma del almacén de una marca reconocida anunció el ¡GOL! De un partido de fútbol.
Inmediatamente su atención se concentró en la repetición que se transmitía e intercambió algunos comentarios con el vendedor que estaba en la puerta y otro transeúnte.
Yo no odio el fútbol, incluso me contagio de la fiebre del mundial cuando llega, conozco la canción tema y en ocasiones hasta he visto el evento de apertura. Pero no es ni deporte favorito, digamos que podría dormir tranquila en un mundo donde no hubiera fútbol.
—Ay. Perdone Vivi. Es que a mí el fútbol me encanta. Yo sudo la camiseta — dijo sonriendo.
—No se preocupe — respondí con otra sonrisa.
Yo entiendo.
—¿Le gusta el fútbol?
Ay. Pues….
—No juego pero disfruto de un partido cuando lo veo.
Eso. Una respuesta bien política. Ni sí ni no.
Retomamos la caminata hablando de otros temas deteniéndonos cada poco tiempo y haciendo un comentario sobre lo que había a la venta en el establecimiento.
Pero fue hasta la tercera parada donde me di cuenta que habíamos estado frenando el recorrido en cada tienda de ropa masculina y zapatos. Como el que teníamos en frente.
Era una zapatería. Habían muchas muestras en el estante y en el suelo. Distintos colores, tamaños y estilos.
—Me gustan esos — dijo apuntando con el dedo índice.
Se trataban de unos mocasines blancos. Se veían cómodos.
—Se ven cómodos.
—Están chulos.
—Con un pantalón oscuro resaltan más.
—Verdad que sí. Me encantan. ¿Cuánto costarán?
—Entremos a preguntar — sugerí por ser amable.
—No. No se preocupe. Vengo después a verlos.
—Pero si ya sabe el precio solo vuelve con el dinero en la mano.
—Eso es cierto. Voy a preguntar.
Así que en esta escena invertida yo esperé fuera de la tienda mientras él consultaba por sus zapatos y por lo que ví a través del cristal ahora estaba consultando el precio de algo más. Una corbata tal vez.
—Ay Vivi. Que pena con usted.
—No se preocupe. Es mejor salir de la duda cuando se trata de comprar.
—Sí. Tiene razón.
A penas habíamos avanzado dos locales cuando volvimos a toparnos con otra tienda de ropa para hombre. Solo que esta era de ropa casual. El alto y elegante maniquí sin rostro se veía tan bien como Slenderman. Con la diferencia que este usaba un traje azul.
—Mire esos. Y esa camisa. ¿Qué piensa? Quiero comprarme un traje nuevo. Pero con chaleco. ¿Cree que me quede bien?
Ni siquiera me había dado cuenta que estaba esa tienda a mi lado. ¿Cuántas tiendas para hombre hay en un centro comercial? Creí que eran más comunes las de mujeres.
—Usted ya tiene un traje con chaleco. El café.
—Sí. Pero quiero otro.
Ah.
—Y ¿Qué color lo quiere?
—Me gusta ese azul. ¿Me quedará bien?
—Sí. Es la ventaja de las pieles claras. Les queda bien casi cualquier color. Solo use una camisa clara y corbata satinada o con diseño.
Sí. Me encanta la ropa formal de hombre. Así que soy un tanto experta.